sábado, 22 de marzo de 2025

Teoría del vacío

Oculto a simple vista. Es una idea que encuentro repetida en diversos lugares últimamente, en principio distantes. Irguiéndose casi como un principio. En diversos lugares incluso dentro de la propia física: ese medio omnipresente para el desplazamiento de la onda electromagnética.

Esa excitación del medio que es el electromagnetismo en sí, la luz. Y el movimiento, como fenómeno aún más fundamental y transversal a todas las fuerzas que observamos de forma inconexa, todavía.

Einstein se marchó sin cerrar la teoría del todo. No volvió a publicar nada después del proyecto Manhattan. Sus razones tendría, sin duda. Un par de buenas razones, por lo menos.

Pero tampoco el inmovilismo parece la solución.

Al final el cambio es la única constante, todo se mueve. Eso es a la postre lo que en física se definiría como energía. Claro que, cuando uno lo mira más de cerca empiezan a aparecer algunos problemas, porque ¿qué es exactamente lo que se mueve? ¿qué es aquello que excita el medio?

DeBroglie propuso su teoría de la onda piloto como explicación a las observaciones cuánticas. Hay incluso representaciones macroscópicas en dos dimensiones: una gota de aceite caminando sobre una superficie que con su desplazamiento traza una onda. Algo parecido a lo que se observa en una cafetera de goteo, como se explicaba en el artículo “la cafetera cuántica”.

Y aunque presenta sus propios problemas, como todas las interpretaciones de la cuántica, es sin duda la que en mi opinión tiene visos de ser más acertada. Pero algo no del todo natural hay en ello porque, si que es cierto que bajo ciertas condiciones (temperatura en el caso de la cafetera, vibración, frecuencia, en el caso del aceite, que vienen a ser lo mismo) se puede aislar una parte del medio hasta constituir un elemento separado, pero no parece que el fenómeno pudiera presentar la persistencia esperada dada la naturaleza de lo que observamos.

Y es realmente difícil dar con lo que realmente se mueve, se me ocurrió, que tal vez porque no sea nada. Una ausencia. Un vacío. Irreductible, se diría. Es la onda piloto, sólo que el piloto aquí es negro.

Luego, cada una de las partículas del universo, o lo que llamamos partículas, son los diferentes fenómenos emergentes de ese vacío desplazándose por un medio en busca de una situación de menor energía potencial, lo cual estaría directamente relacionado con la idea de entropía.

Se postuló que podría ser una cuerda, una brana, la locura de las N dimensiones… Quizás los delfines con sus burbujas en forma de anillo nos lo estuvieran señalando desde siempre. Y gracias por el pescado, quién sabe.

Aunque a mí me gusta pensarlo más como burbujas esféricas, en un principio. Un poco como una coca-cola. Esa chispa de la vida. Y las burbujas de vacío buscan el modo de unirse mientras el medio realmente se opone. Pero al final es la gravedad lo que rige el cosmos. De ahí las estrellas, que fusionan elementos, hasta el punto de inflexión del hierro. Ahí el proceso se revierte, su fusión ya no genera energía, la demanda. La absorbe.

Es ese cambio abrupto, ese umbral el que genera las supernovas y con ellas el resto de elementos aún más pesados, pero no es el fin del ciclo, ni mucho menos. El proceso continúa literalmente en la sombra, como estrella de neutrones. Y, si la masa es suficiente, como agujero negro. Vacío. Energía, masa negativa, puede ser una forma de llamarlo. Un lugar en el espacio donde no hay espacio, una burbuja.

Ya hace años que Nassim Haramein hablaba del protón de Schwarzchild (que nombre más apropiado) planteando la posibilidad de esos diminutos “agujeros negros” en el núcleo atómico. Se podría decir que hablamos de la singularidad, pero es que de singularidad no tiene nada. Más bien sería el origen de absolutamente todo lo que conocemos. Y ha estado siempre ahí, ni siquiera ante nuestro ojos, más aún: en nuestros propios ojos.



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