domingo, 24 de noviembre de 2019

El tiempo tiene ojos de vaca

El tiempo no existe como tal. Lo que existe es un sistema que experimenta cambios a diversos ritmos y poniéndolos en correlación decimos que medimos el tiempo. Lo que medimos es movimiento que es a la postre lo único que existe, movimiento en el espacio.

El movimiento se puede expresar del mismo modo que una medida de espacio más una velocidad sin aceleración. Desde Einstein por lo menos sabemos que el movimiento es relativo de un cuerpo hacia otro. Del mismo modo el paso del tiempo es relativo al movimiento de los cuerpos.

Si dos cuerpos se mueven de forma paralela a igual velocidad o aceleración en el mismo sentido no existe movimiento apreciable entre ellos.

De la misma manera si no hay ningún movimiento en los cuerpos o todos lo hacen del modo descrito más arriba no existe la posibilidad de apreciar "tiempo" alguno.

Solemos pensar el tiempo como el medio en el que se desarrollan las acciones y el espacio como un vacío que las alberga.
En realidad es justo al revés: el espacio tridimensional es el medio donde las acciones tienen lugar y el tiempo es un vacío, una ausencia de oposición a que esas acciones tengan lugar.

La única prueba que tenemos del llamado paso del tiempo son los cambios en los cuerpos, más precisamente en nuestros relojes, ya sea a través de la vibración de un átomo de cesio, un cristal de cuarzo, la caída de granos de arena o el desplazamiento de un sombra con el movimiento aparente del sol.

Pero el tiempo carece de cualquier propiedad física como entidad propia. Lo que medimos realmente son cambios en la materia, luego, movimiento. No hay ninguna necesidad de conceptualizar un medio en el que esos movimientos suceden a nivel temporal, al contrario que en el espacio.

Sabemos que las ondas son la vibración de un medio y por lo tanto el espacio es necesario para entender el desplazamiento de la luz. También sabemos que la luz posee una cantidad de movimiento muy elevada que palidece ante la magnitud de las distancias. Y decimos que tal fenómeno astronómico está a 1 año luz de distancia. O por lo menos que estaba allí hace un año.

En un año suceden muchas cosas: un curso escolar, un cambio de dígito en el calendario y un largo etcétera pero el tiempo por si mismo no hace nada. No envejece, no tiene sabor ni color ni olor, no pesa, no tiene ubicación, no hay un momento distinto de otro y no, no se mueve. El tiempo no pasa, somos nosotros los que vamos pasando.

No existe una sola evidencia para invocar la existencia de algo llamado tiempo en términos físicos. Muy al contrario es una herramienta mental de la que nos proveemos para situar los distintos acontecimientos en un eje secuencial e imaginario. Imaginario aquí es la palabra importante. Y es que la ciencia actual sufre un cierta dolencia que podríamos denominar "modelitis". Esto es que el modelo se inflama cobrando entidad hasta sustituir a la realidad que pretende representar. Y la modela en lugar de ser su modelo.


Si pasa con algo tan sumamente elemental como el tiempo, razón de más para hallarlo en los límites de teorías tan asentadas como la relatividad y sus agujeros de gusano o la cuántica y su realidad probabilística.
En mi opinión la realidad es susceptible de responder a un modelo de forma completa, aún por aproximación, pero eso no significa que se trate de los modelos actuales.

Volviendo a la medición del tiempo, lo que hacemos es comparar dos velocidades, dos cantidades de movimiento, del mismo modo que comparamos dos cantidades de espacio. Y como ya se ha dicho el movimiento es espacio transitado a una velocidad, constante para el uso dado.

Me gustaría ofrecer más pruebas de la no existencia del tiempo pero es una pequeña trampa: no es posible demostrar que algo no existe. Por eso la carga de la prueba cae en el lado afirmativo y lo cierto es que no hay una sola evidencia de que el tiempo exista, sea acaso esa bastante prueba de que no hay lugar para el tiempo, por lo menos en términos físicos.

Algunos suelen aludir a la dilatación temporal predicha en la relatividad y observada experimentalmente en el desfase que se da en los relojes de los satélites y que obliga a rectificar con cierta frecuencia su trayectoria.
Pero veamos con detalle que nos dice el fenómeno observado:
nos dice que la materia experimenta los cambios a una frecuencia inversamente proporcional a su velocidad.

Nos da a entender que su vibración intrínseca que la conforma y su desplazamiento en el medio (espacio) forman parte de un todo cuyo valor total se conserva. De un monto de movimiento total. ¿Significa eso que el tiempo se mueve más despacio a mayores velocidades? ¿O son nuestros relojes lo que se detiene? Relatividad de nuevo, como es propia al movimiento y como ya observara Einstein.

No tenemos forma alguna de medir tiempo que no esté sujeta a los avatares propios de la materia que conforma nuestros relojes, por lo tanto debemos asumir que lo que medimos son cambios en la materia y no tiempo alguno, concepto que debería quedar relegado al de instrumento para la comprensión y explicación de fenómenos antes que su estatus actual de entidad real y física.

Y para ilustrarlo vale la pena recurrir a la cultura popular, en este caso al "bullet time" de Matrix.
En ese fenómeno en virtud de los efectos especiales vemos como el supuesto paso del tiempo se mantiene para el espectador privilegiado y para el "elegido" protagonista del film mientras que el resto de la realidad física transcurre de forma ralentizada. Pero eso no es una dilatación temporal, es una ralentización de la materia que a la postre es en sí misma una forma de movimiento.

Sucede que en la realidad no podemos elevarnos a esa posición de espectador privilegiado y por lo tanto sólo podemos certificar que ciertos cambios han sucedido más despacio, con el ajuste correspondiente.

Tan importante como las teorías, o más incluso para seguir avanzando, es darles la interpretación correcta. No sirve en términos de progreso tener una teoría que arroja predicciones correctas si la interpretación que se le da nos desencamina en los siguientes pasos con el consiguiente bloqueo o búsqueda de hallazgos más bien fútiles.

Y lo cierto es que lo hemos entendido todo al revés desde el principio: el espacio no es vacío alguno sino el medio en el que tienen lugar todos los fenómenos físicos, siendo el propio espacio tal vez el primordial. Y el tiempo, lejos de constituir medio alguno es un vacío infinito y eterno.

Decía el escritor Manuel Rivas, según me contó un amigo, que "el tiempo tiene ojos de vaca".
Hoy creo que sé a qué se refería, consciente o inconscientemente: a ese negro absoluto impenetrable, a ese abismo vacío e insondable, a la más oscura nada. Y eso es lo que el tiempo es, nada. A veces hay que recurrir a otros lugares fuera de la ciencia, más poéticos, más literarios, para poder explicar lo que de hecho es ciencia de la mejor manera posible.

lunes, 2 de septiembre de 2019

El comunismo distópico

De entre todas las imágenes que cine y literatura han tatuado en el imaginario colectivo acerca de diversas distopías de inspiración más o menos comunista hay una que causa en nuestra cultura tal vez una repulsión más visceral que el resto: la de un hijo denunciando ante el estado todopoderoso y controlador a sus propios padres.

Es una imagen que toca un lugar muy sensible y causa una reacción de rechazo inmediato y, como decía, más visceral que racional. La cuestión es interesante para reflexionar.

Porque si la denuncia fuera a un tercero, no de la familia (por lo tanto de otra familia) la reacción no sería de tanto disgusto. Se podrá estar de acuerdo o no con el hecho denunciado o la denuncia pero cuando proviene de un familiar, y este caso de forma gravosa, de un hijo, se produce una repulsión inmediata.

De ahí se deduce que nuestra cultura exige una conducta diferente con los miembros de nuestra familia y con los de otra también en ese ámbito, lo que a la postre es una doble vara de medir nítida y clara.

Y es en ese doble rasero donde se halla la raíz de la corrupción. Un mismo hecho nos puede parecer deleznable cuando lo realiza un tercero, aceptable aunque poco ético (o estético) si lo realiza un familiar y qué decir si lo realiza uno mismo, estando entonces plenamente justificado. Un mismo hecho.

Sin duda es una cuestión de información. No hablan en defensa del tercero las excusas, pertinentes o no, con las que justificamos nuestra conducta.

El mensaje es claro y meridiano: no seas ecuánime, la familia primero, la tribu primero, tu país primero, tus interes sobre los del resto, egoísmo, supervivencia, el resultado de la escasez no sólo de recursos externos sino internos. El defender a los amigos incluso cuando no tienen razón, porque son amigos.

Tan incrustado está en la cultura tal patrón de comportamiento que la imagen sigue aún resultando horrible, de película de terror en el orden del más retorcido thriller psicológico.

Cuando se piensa en como la corrupción puede estar tan extendida se entiende que requiere de cómplices necesarios, aunque sea sólo con su laxitud. La explicación de esa situación se halla en las líneas previas.
Tal vez resulte que la película de miedo no sea la de ese comunismo distópico indeterminado al que se refieren sino la realidad misma que habitamos.

Un lugar donde se juzga de un modo distinto a los cercanos y a los distantes, una ley para los míos y otra para el resto. En esos resquicios es donde la corrupción halla asidero. Lo que me importa es mi familia, la gente que me importa y lo demás... Tal infeliz idea ya está inventada desde hace tiempo y cabe traer a colación el hecho de que la solución al problema de un individuo, cuando se convierte en la raíz del problema colectivo, no es solución ninguna sino el problema en sí mismo.

Al parecer vivimos en una situación tan distópica que las situaciones racionalmente cabales nos parecen precisamente distópicas. Un lugar donde la injusticia está tan arraigada que la mera idea de justicia causa aversión sin límites. Se inocula consciente o inconscientemente a través del entretenimiento. Pero lo peor es que no nos damos cuenta. Siempre ha sido así. Pero tal vez no sea así por siempre.

La cafetera cuántica

En los últimos años se han visto algunos ejemplos de hidrodinámica que se asemejarían a efectos cuánticos descritos y en particular la dualidad onda corpúsculo.

Se trata de un experimento de laboratorio en el cual se hace vibrar a cierta frecuencia una bandeja con aceite y posteriormente se añaden gotas que caminan sobre dicho aceite dejando además un surco en su recorrido que, además, al dejar a la gotita libre circulación, con el tiempo tiende ha responder a las predicciones cuánticas probabilísticas en cuanto a su posición.

Parece un experimento complejo pero en realidad no lo es tanto, de hecho cualquiera que se haya preparado un café con una cafetera de goteo estará viendo exactamente el mismo efecto.

A medida que la jarra de la cafetera se llena de café aparece una diferencia de temperatura entre el café de la jarra y las nuevas gotas que se incorporan, que caminan por un buen rato sobre la oscura superficie en busca de algún sitio donde encajar, sin mucho éxito hasta que las temperaturas se acercan.

Y qué es la temperatura, el calor, sino una forma de vibración. Movimiento al fin y al cabo puesto que no hay nada más en todo el universo.

Así, con tal analogía hidrodinámica se replican experimentos como el de la doble rendija y a esa escala sí se puede ver claramente como la partícula, la gota esférica en este caso, pasa por una ranura mientras la onda pasa por las dos. Reproducir los resultados exactos de la doble rendija pasa por entender como afectan las mediciones que se realizan en la escala cuántica.

Cabe concluir que la aproximación de DeBroglie al problema, la de la onda piloto (aunque se diría que es la partícula la que pilota la onda y no al revés) es la tesis más acertada. Y aquí sí que hay que reparar en las limitaciones de la analogía y comprender que esa superficie vibratoria de aceite que en la analogía es plana viene a representar un medio (un medio sí, por el cual se desplaza una onda, no hay otro modo) en la realidad es un espacio tridimensional y se produce un fenómeno equivalente.

En cuanto a la discusión de que si onda o partícula, mire usted, son cosas distintas. Ninguna partícula puede ser onda y ninguna onda puede ser partícula. Son fenómenos en escalas distintas. Para que se produzca una onda se requiere de un conjunto de partículas juxtapuestas que transmitan un impulso y es entonces cuando la onda tiene lugar. Una sola partícula, por inquieta que sea y por más que se mueva no va a ser nunca una onda.

Si se comprendiera que el electromagnetismo no se desplaza a través de la nada sino que el vacío es un medio, el espacio en sí, entonces se podría ver al fotón como la onda que es. Y una partícula, sí. Pero una distinta en cada momento, igual que los electrones que hacen funcionar la electricidad con una reacción en cadena, un efecto dominó.

Sucede que los fotones se ven y las otras al parecer no y tal vez no sean exactamente partículas y eso nos tiene bastante despistados. Pero no puede ser de otra manera, los principios básicos rectores de los diferentes fenómenos son idénticos, no dejemos que las diferentes escalas nos despisten aunque hagan emerger diferentes apariencias como en el caso del artículo del ventilador. En esta serie de artículos de cuántica de estar por casa, esta vez le ha tocado el turno a la cafetera. ¿A alguien le apetece un café?

martes, 13 de agosto de 2019

El caballo de Troya

Esto no va ni de griegos ni de infiltrados. Es una descripción sencilla que ojalá sirva para prevenir a alguien acerca de una de las estrategias observadas en el hacer del poder. Y va como sigue:

Supongamos que yo quiero comer de primero pasta, de segundo pollo y de postre helado. La estrategia entonces es sencilla: harán varios menús con helado de postre pero sin pasta ni pollo, algunos con pasta, otros con pollo y otros con pasta y pollo pero con fruta de postre. Y uno acaba comiendo fruta por podrida que esté.

¿La solución? Elaborar el propio menú, razón por la que existen insalvables dificultades para ello. Vía muerta, ergo, queda como suelen decir el derecho al pataleo, queda gritar bien alto que uno no quiere fruta: ¡No quiero fruta hijos de...! Con lo cual es probable que a uno le echen de la fila y tenga que buscar otro menú aún menos acorde con sus preferencias.

Igual hasta aquí suena un poco raro. Si explico que lo hasta ahora dicho es un artículo sobre política y no sobre las ventajas de comer a la carta igual se entiende de forma más clara, aunque en realidad dicha estrategia incide en diversos ámbitos de la vida. Que disfruten de su postre.

La democracia real

Hoy en el mundo se puede afirmar, en términos generales, que vivimos en democracia, sólo que no del tipo que se suele pensar y figura en los libros. Sucede que no se vota como pudiera parecer cada cuatro años, o los que corresponda con una papeleta o un sistema electrónico. Se vota cada día, a cada momento, y la papeleta es de papel moneda o plástico, en su versión electrónica.

Así funciona la democracia capitalista, el dinero por una vía u otra acaba por imponer su voluntad y la política y el estado en lugar de poner coto a su influencia se revela finalmente como instrumento último de ella.

Lo que parecería en principio buena noticia no es tan buena al advertir que algunos tienen más papeletas que otros.
Pero incluso como consumidores, los trabajadores, que conforman el más amplio de los estratos sociales, disponen de cierto poder más allá que la opinión pública.

Lo que pasa es que la narrativa que explica el mundo en general y la economía en particular de forma dominante es la que las élites económicas han elaborado y la que por lo general la única que se expone desde las tarimas de las universidades. Eso convierte a los trabajadores en aspirantes y anula por completo la lucha de clases. Más aún, la ilusión de vivir en un sistema justo que retribuye el esfuerzo apuntala su relato y por lo tanto la conducta social observada.

Lo innumerables ejemplos que demuestran lo contrario no tienen apenas voz, ni voz ni voto, ni visibilidad en los medios de comunicación propiedad del poder económico.
De hecho todos formamos parte de ese poder económico, desde la mayor multinacional que uno pueda imaginar hasta el habitante más pobre de este planeta cohabitan en el mismo mercado global. Y ni siquiera con las mismas reglas del juego. De ahí las atroces diferencias económicas y su aumento, incluso más aún, en tiempos de crisis económica.

Sucede que los diferentes agentes del mercado formamos parte de ese poder en medidas abismalmente distintas, tanto que termina en lo negligible tomando a individuos particulares. Sin embargo el hecho de que una persona de clase media, con una vida hasta cierto punto acomodada pero trabajadora al fin y al cabo, adopte la misma conducta que la de las élites extractivas, e incluso trabajadores en situación de precariedad compartan su relato, hace inviable cualquier cambio significativo.

Y lo cierto es que es cada vez más urgente, la propias élites parecen estar obteniendo más beneficios a medida que la destrucción del sistema económico que les ha encumbrado se acelera, sólo eso explica su negligente actuación a la hora de administrar el sistema que les mantiene en su lugar. Aún con todo no lo justifica.


Y es que, si la democracia del dinero cae, podrá correrse el riesgo de volver a la dictadura de la fuerza, en algunos casos mucho más democrática dada la importancia del número de individuos en esas cuestiones.
O quizás sea hora de avanzar y convertir esta democracia en la que se vota con billetes en algo más parecido a la apariencia que se tiene generalmente de la misma.

Y es el relato lo que nos separa de ello, de ahí se deriva la conducta de las clases trabajadoras.
Por eso el poder económico ha sabido desarticular cualquier estructura moral de la sociedad y en nada tiene que ver la derecha tradicional, que aún desfasados conservaba algunos valores éticos, con la derecha liberal de nuestros días.

Ellos son los que promueven el nihilismo y hedonismo de la sociedad actual por pura conveniencia, igual que la promiscuidad y otras cuestiones mientras de puertas para adentro mantienen intactas sus estructuras familiares.
Desvinculado el individuo de una red de apoyo, sólo le queda el estado, controlado por ellos. No hay por lo tanto ya opción de resistencia ninguna ante los abusos laborales y otra injusticias.

Y el relato lo ganaron siguiendo los principios de la propaganda de Goebbles, porque dirán todos que los nazis eran más malos que el propio demonio, y tal vez lo fueran, y que estaban del todo equivocados en todo, y quizás lo estuvieran. Pero esos principios funcionan. Al menos a corto plazo. Y corto en este contexto puede ser más décadas de lo que abarca la vida de un hombre. Vivir y morir engañado sin descubrir jamás el velo. Viendo sombras, desde la caverna. En democracia, sí. La democracia del dinero, esa es la democracia real.




sábado, 3 de agosto de 2019

El reloj de cristal

Usurpando algo del enfoque relativista, lo que es avanzar y retroceder cobra un significado mucho más cuestionable. Hasta tendría sentido avanzar retrocediendo y retroceder avanzando. Al final el movimiento es un fenómeno relativo, ¿no?

Relativamente relativo, para más sorna. Pensemos por ejemplo en un círculo. En un cuerpo describiendo una trayectoria circular, girando vamos. Es indudable que ese giro tiene un sentido, una dirección. El hecho del movimiento es absoluto. Lo que es realmente relativo es su sentido. Porque si uno mira esa trayectoria circular verá que el movimiento del giro en su mitad superior es hacia el lado inverso que en su mitad inferior.

Del mismo modo un reloj, con la aguja de las horas, viaja de izquierda a derecha desde las 9 a las 3 y de derecha a izquierda desde las 3 a las nueve, ¿sí? Entendamos pues que la denominación de giro dextrógiro o levógiro es pura convención.
Porque, dándole al asunto una vuelta más, y nunca mejor dicho, si convertimos en cristal la esfera del reloj (y esfera le llaman por plana que sea) y vemos ahora nuestro reloj de cristal desde el lado opuesto notaremos que las agujas corren en sentido contrario y se invierte el giro. Y si en lugar de números hay sólo unas marcas en cada hora no podremos saber si estamos del derecho o del revés y mucho menos que hora es.

Luego, de que el giro tiene un sentido podemos estar seguros. Lo que no estamos en condiciones de determinar en términos absolutos es cuál es ese sentido. Depende del observador y, cuando un observador define el sentido del giro, se puede decir que en realidad lo que está definiendo es su posición respecto a éste antes que el propio sentido del giro.

Y es que el giro va hacia abajo. Y va hacia la derecha. Y va hacia la izquierda. Y va hacia arriba. Y vuelve a empezar. El giro va en todas direcciones. Pero no va en ninguna. Se diría que no se mueve. Pero gira.

El giro es un cambio constante de dirección. Y a la vez una repetición del mismo trazado. El giro es la vibración visto de lado. Y cuando el giro encuentra una resistencia homogénea en todas direcciones, resulta circular antes que elíptico.
¿Y hacia que lado vence el giro esa resistencia? Bueno, tal vez dependa del punto de vista. Tal vez hacia un lado o el otro. Tal vez hacia todos lados, tal vez hacia ninguno, y por eso gira.

Si el universo fuera un sinfonía, el giro sería su obstinato. Una figura que van a repetir en diferentes tempos, tonos y timbres los diversos instrumentos de la orquesta. Pero es una metáfora que no me acaba de convencer, sugiere la idea de un director divino que agita su batuta cual varita mágica. Tampoco creo que el giro tenga de hecho voluntad propia. Lo que creo es que gira porque no tiene más alternativa. Porque hay una causa que lo impele y el giro es su consecuencia, del mismo modo que el giro es causa a su vez, del mismo modo que unos engranajes hacen girar a otros.

Y si aceptamos que todo fenómeno tiene una causa precisa y exacta que lo origina y que azar es sólo otra forma que tienen de nombrar los hombres su ignorancia, es inevitable entender que las cosas son de la única manera que pueden ser y no pueden ser de otra manera.

Y no sólo eso, si nuestro sentido común y la razón quieren rehuir la quimera del infinito en esta cadena de acontecimientos causales, no queda más opción que replegarla sobre sí misma convirtiendo la última consecuencia en la primera causa, si es que tal noción tiene, como el giro, sentido. Si es que un círculo tiene principio o final, si no son todos su puntos equivalentes. Si no es un círculo su propio centro, ya que, tratar de hallar razón alguna entre su longitud y su radio sólo aboca al infinito. Y bajo tal premisa no queda más que aceptar un eterno retorno en los términos que propusiera Nietzsche.
Al final lo que se encuentra es la manera de hallar el infinito: huyendo de él.

El ventilador cuántico

Ahora que con el calor muchos andamos todo el día pegados a un ventilador parece buen momento y además es en parte el motivo de compartir la siguiente reflexión.

Pongámonos en el caso de alguien que jamás hubiera visto un ventilador. Al fijarse en él vería lo mismo que todos, el círculo consistente que crea el giro de sus aspas. Por eso mismo no podemos apreciar con certeza el número de aspas que posee mientras está en movimiento. Alguien con ciertas ínfulas pseudofilosóficas podría afirmar que las aspas no poseen una posición determinada y no siguen una trayectoria, sino que poseen una probabilidad de hallarse en un lugar determinado y que esa es su indeterminada naturaleza íntima.

Esa es en cierto modo la apariencia, como consecuencia de su rápido movimiento, pero todos sabemos que las apariencias engañan y que tal vez Bohr y Heisenberg, por las latitudes que habitaron, no tuvieron necesidad de usar con frecuencia ventiladores para alcanzar a advertir esta simple analogía.

Así, todos sabemos que existe un número determinado de aspas, sea el que sea,  que siguen una trayectoria concreta y que poseen una posición cierta en cada espacio de tiempo. Todo ello aunque la apariencia señale lo contrario y en nuestra escala de velocidad esas aspas supongan un muro sólido e infranqueable.
Aunque no tengamos la capacidad de medirlo estando el cuántico ventilador en funcionamiento.

No por ello hay que volverse loco y reaccionar como un hombre de las cavernas en busca de la brujería que alimenta al ingenio y afirmando que se comporta según unas leyes que nos son desconocidas y distintas del resto de realidad que nos rodea. Lo que cambia es la escala, de velocidad en el caso del ventilador y además de tamaño en el caso de la física cuántica.

Y llevando el ejemplo aún un poco más lejos, imaginando que fuéramos capaces de encajar las aspas de dos ventiladores girando a la misma velocidad, es obvío que girarían en sentidos opuestos. Luego, conocida la dirección de giro de uno, conocida por simple eliminación la dirección de giro del otro, condición que se mantendría aunque los separemos ya no kilómetros sino años luz, si nada interviene en revertir ese sentido de giro (asumiendo que el giro posee tal condición objetivable como lo es un sentido, pero es harina de otro costal y materia para otro capítulo).

Afirmar que las aspas están en más de un lugar al mismo tiempo, a modo de superposición, es no entender el efecto que se genera con la velocidad de rotación y limitarse a señalar de nuevo lo aparente.
Sucede que a efectos prácticos, en nuestra escala de velocidad como decíamos, no nos va a ser factible meter el dedo en un ventilador y sacarlo sin que las omnipresentes y aparentemente superpuestas aspas nos cacen en atrevido dedito. El del medio, por ejemplo.

Ahora bien, disparando una bala lo suficientemente rápida se podría atravesar el espacio que abarca el giro de esas aspas sin dañar ninguna.
Y otro ejemplo más, el ventilador que suele llevar un ordenador suele girar a una velocidad del orden de mil revoluciones por minuto. Eso sería aproximadamente unas 15 o 20 revoluciones por cada segundo. Si ese dedo en lugar de moverse a la velocidad acostumbrada lo hiciera cien veces más rápido nuestro ventilador completaría una vuelta cada cinco de estos nuevos segundos en el nuevo tempo del dedo acelerado.

La metáfora es la misma que la de la bala. Y la idea es señalar que subyacen exactamente los mismos principios físicos aunque las diferentes escalas les puedan dotar de apariencias radicalmente distintas. Las leyes de la física, si son correctas, son universales. Y eso abarca también las diferentes escalas, no hay un mundo de lo muy grande y lo muy pequeño, hay un solo mundo construido bajo los mismos principios. Y aquel simple operario que ensambla los ventiladores en una cadena de montaje lo sabe con certeza, no hace falta ser arquitecto para comprender que lo que uno está observando no es ni magia ni ninguna nueva física sino efectos en otras escalas que no son menos fascinantes.

Simplemente miren al ventilador, además de disfrutar de la liberación del aire que recoge la temperatura de su piel intercambiado por otro más fresco, miren como gira, tan rápido que la forma de sus aspas conforma un nuevo cuerpo con la forma de su trayectoria. ¿No es maravilloso? Casi tanto como su constante brisa en un día caluroso de verano. Disfruten de su ventilador de confianza, de su compañía, y por qué no, de sus enseñanzas.

Ah, y que nadie me diga que el ejemplo no es válido porque el movimiento de un ventilador se desarrolla en un plano perpendicular a su eje y la realidad es tridimensional. Por supuesto que lo es. Sigan la analogía, seguro que llegan ustedes solos.

sábado, 27 de julio de 2019

Historia del arte


Clásico, barroco, gótico, románico. Figurativo o abstracto, realista, surrealista. Fauvista, impresionista, puntillista. Popular o elitista, afamado o maldito.
De las innumerables divisiones que se pueden establecer entre las obras de arte y que se deben enseñar en la universidad, hay una que probablemente no se menciona: la importante.

Hay tres tipos de obras de arte, en cualquier disciplina: las que son favorables al sistema, las que le son indiferentes y las que se observan como peligrosas o potencialmente perjudiciales para sus intereses, para la consecución de sus objetivos.

De las últimas, pocas ven alguna vez la luz, aunque sin duda existen. Huelga decir que no encuentran jamás ningún tipo de apoyo. Tampoco las de segunda clase suelen hallarlo. Lo que conocemos es en realidad lo que se promueve activamente, de un modo u otro, por los intereses económicos o en el mejor de los casos lo que no les resulta inconveniente.

No es nuevo. Basta pensar en Miguel Ángel y su Capilla Sixtina. O en la historia de Galileo con la iglesia católica. Bien cierto es que que Galileo era un científico, el padre de la ciencia dicen algunos, sin embargo para mí ciencia y arte están muy lejos de ser antónimos. El propio Miguel Ángel tuvo que ver su obra magna velada dado que los poderes eclesiásticos de turno entendían que la desnudez no es apropiada para dioses, por más antropomorfos que se les quiera representar.

El fondo de esa cuestión, su cáriz económico, no ha cambiado. Cambian en todo caso los formatos. Así pues el teatro decae en favor del cine, industria de propaganda por antonomasia (con sus honrosas excepciones, que alguna habrá), el cómic, muy arraigado en la tradición del imperio dominante se eleva a categoría de arte por derecho propio y por algo más.

Y si uno habla de cómic en esos términos, la obra magna por excelencia en Maus. Obra que no he tenido el placer de conocer, pero me puedo hacer una ligera idea del relato que establece. Un relato necesariamente conveniente dado el lugar que ocupa, sin cuestionar con esa afirmación su calidad. Nadie diría que Miguel Ángel pintara mal sólo porque opine que pintaba gilipolleces.

Y en cuanto a Maus, pues esa es la historia y como se ha pintado, también en el cómic, dirigido a las mentes jóvenes antes que la semilla de la duda pueda florecer en su pensamiento, la que Aristóteles afirmó como el principio de la sabiduría.

Para quien no lo sepa Maus va del holocausto. Holocausto de nombre, Judío de apellido. Porque al parecer no murieron en condiciones semejantes comunistas, maricones, gitanos, mercheros, disminuidos y tarados de toda índole.

Al menos no es lo que uno ve en la obra maestra de Spielberg. Lo único rojo que sale allí es una rosa. Tal vez sea porque unas vidas valen más que otras, porque no es lo mismo desposeer a un burgués de todas su propiedades para llevarlo a un gueto, a un campo de concentración o de trabajo o de exterminio que hacerlo con cualquier otro que no tiene voz.

No os habéis enterado de nada. Alguno leyendo esto habrá tenido entre los dientes la palabra nazi para dedicármela como calificativo. No me importa que siga ahí, no. Y menos cuando se trata de alguien que no se entera de nada. Los nazis ganaron la guerra, señores.
Alemania no, así quedó Dresde. Japón tampoco, hay peores ejemplos. Pero no os quepa duda de que la ganaron los nazis.

La ganó el Goebbles suicidado con su familia al completo o, sino él, sí lo hicieron su ideas, sus principios y sus prácticas. Los que ojos ya muy cansados pueden reconocer en casi cada esfera de nuestras vidas.

Tampoco sería justo hablar de judíos en términos amplios, pero hay que reconocer que el movimiento sionista ha sabido capitalizar la victimización (incluso en términos literales) para acto seguido pasar a convertir Palestina en campos de exterminio a cámara lenta. No creo que eso salga en la trama de Maus. Es natural, se ocupa de otro asunto más conveniente. Y cuando uno trata asuntos convenientes todo son puertas abiertas. Y lo contrario para el caso inverso. Por eso estas líneas no llegarán muy lejos. Por eso la segunda guerra mundial se ganó en Normandia y no en Kursk o Stalingrado.
Sucede que la verdad suele ser inconveniente y es lo único que respeto.

Y qué más da si la creación del estado de Israel era un plan preconcebido, qué más da si las cosas no sucedieron en los términos que han quedado grabados en el imaginario colectivo, que más da si en algunos países está penado investigar en relación a este asunto. Qué más da, nada de eso interesa. Interesan los cuentos de hadas que hacen dormir a los niños plácidamente.

Pero quien iba a pensar que al final los nazis, bajo otros colores, bajo otras banderas terminaron por ganar la guerra. Que Goebbles controlaría a las masas de todo el planeta y Von Braun llevaría al hombre más allá de éste. Nadie daría crédito.

Pero ésa es la historia. La historia del arte. Del arte de la guerra.

El problema no es que lo que se cuente no sea cierto, no. Parafrasenado esa manida expresión que todos hemos oído decenas de veces es que lo que se cuenta no es "la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad": Lo juro.

¿Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces, dijo Machado. Y, como la matemática señala, una verdad a medias es una doble mentira. La verdad no existe, dicen algunos. Y en parte es cierto: es todo mentira. Lo saben aquellos que no tienen voz y por eso ya nadie lo cuenta. Tendrás que descubrirlo por ti mismo y te llevará toda la vida. La verdad, la sabrás cuando estés muerto y así se consumen nuestras vidas, fecundas en lo irrelevante y estériles en lo trascendente.

En realidad, corrigiendo lo que afirmaba al principio, sólo hay un tipo de obra de arte.
Lo demás es mierda de artista, en lata, de artistas de mierda. La historia del arte es por lo tanto bastante corta. Se diría que en términos de arte nos hallamos, en cierto modo, en la prehistoria. En el antes de. En la ausencia de registros. En la invisibilidad.
En el páramo del registro fósil. Tan inútiles como un arco sin flecha en esta guerra de los mercados. La historia del arte, vengo a decir, aún está por empezar.

miércoles, 5 de junio de 2019

El pasado olvidado

Es francamente curioso descubrirte casi sin darte cuenta como extranjero en tu propia ciudad, a modo de turista accidental, y no muy lejos de donde vives. Y además sentirte aún más foráneo en el momento que conoces algo más tu ciudad.

No es que hubiera pasado mil veces por delante de eso muro pero sí las suficientes para decir que lo conocía. O eso creía yo claro. Ese tremendo muro parcheado tan hasta la saciedad que adquiere tintes dadaístas. Como un puzzle rehecho mal, con piezas de diferentes cajas, tan horriblemente mal compuesto que se acerca a lindar con cierta belleza extraña.

Es el muro que hay en Barcelona, al lado de la catedral, detrás de la estatua ecuestre de la plaza Berenguer, una imagen vale desde luego más que mil palabras, pero no deja de resultar divertido describir tan pintoresca obra.







Había pasado algunas veces por allí, pasé muchos fines de semana cuando era joven por las callejuelas de barrio gótico. Joder, si es que incluso estudié por allí uno o dos años. Pero, ay, amigo, nada tiene que ver lo que recogen unos ojos viejos y unos ojos jóvenes ante la misma imagen. No tiene en realidad que ver con ningún síndrome de Stendhal, en realidad es como encontrar la pieza de un puzzle que hace tiempo que andabas buscando. "Ah, eso encaja ahí".













Pero tendré que explicarlo desde el principio. O con ánimo de brevedad, al menos desde un poco antes. En realidad, para mí, todo empezó en Cuzco. Podría remontarme mucho más atrás y exponer los caminos que me llevaron hasta allí pero es un buen punto de inflexión. Me impresionó hondamente, y lo sigue haciendo, la fortaleza de Sacsayhuamán. Las fotografías que he visto, vamos, nunca he estado ni creo que esté en Perú.

Y la razón de la honda impresión que me causó no es solo el tamaño de los enormes e irregulares sillares que la componen, más bien su forma encaje, acabado, técnica constructiva. En aquel momento me pareció la que quizás sea la mejor evidencia de ese algo que estamos pasando por alto.

Y como yo tampoco sé aún exactamente el qué le llamaré algo. Podría lanzar infinidad de especulaciones más o menos fundadas pero ciñéndonos a los hechos creo que fue tal vez la primera vez en mi vida que me sorprendí (también entonces) contemplando algo que en un principio es tan anodino como vulgares piedras con un vívido interés. Ya ves tú, piedras. Bueno sí, también compartí la fascinación de las pirámides con cualquier mente sensata, pero las miraba más en su conjunto, nunca me fijé en los detalles hasta entonces, aunque después volvería a Egipto con una nueva mirada. A través de internet también, por supuesto.

En primera instancia me resultó hasta divertida la forma abombada típica de ese estilo que recorre el Cuzco. En las pirámides hay desde luego mucha cantidad de piedra, una montaña de ellas, literalmente. Pero lo cierto es que toda la zona del valle peruano goza de un estado de conservación envidiable. Sí, todas las guías de viajes hablan de Machu Picchu y todo turista que se precie recorre el camino en tren hasta Aguas Calientes para visitar la ciudadela. Y es desde luego soberbia, majestuosa, pero no fue capaz de abrirme los ojos para apreciar lo que realmente estaba viendo. Eso lo encontré en las inexistentes rendijas entre los bloques de piedra de Sacsayhuamán.

Y desde ahí, con una mirada que ya veía otras cosas, fui retrocediendo sobre mis pasos y buscando otros lugares sobre los que sólo había depositado la vista de manera somera, desde templos hindúes con elaboradísimas decoraciones en bajorrelieves hasta la más lisa y llana piedra que se pueda encontrar en el valle del Nilo.
No soy desde luego el primero que ha unido los puntos trazando una línea que dibuja un paisaje impensable e imposible para la Arqueología, la Egiptología y la Historia en general. O inaceptable, que es peor.

Aún así cada vez se halla más evidencia en casi cada rincón del planeta. Por eso mismo no me salían las cuentas: América del sur y central, sigue faltando América del norte. El lejano oriente y oriente medio. África también está pendiente, al menos por mi parte, aunque recuerdo algunos detalles prometedores. Japón, incluso Siberia. En realidad lo estamos pisando todo el tiempo, en todas partes, y ni siquiera nos damos cuenta. Es nuestro pasado, ese que ya (¿casi?) nadie recuerda.
¿Y Europa? Rastros a lo largo y ancho del globo en lugares que nunca podré experimentar en primera persona y sin embargo aquí... nada. Sí, en el mediterráneo, pero mil kilómetros pueden ser tanto como diez mil.

Perdón, aún no he explicado en realidad de lo que hablo, aunque para muchos debe estar bastante claro: piedras, patrones de construcción y arquitectónicos que parecen reproducirse en forma muy similar a lo largo y ancho del globo con un cierto denominador común, como una misma lengua hablada con distintos acentos, un lenguaje que es hablado con piedras.

Y tendría que añadir un puñado de etiquetas que me resultan demasiado kitsch para la firme sutileza de lo verdadero y la profunda solidez de lo que es realmente viejo: megalítico, antediluviano, civilización perdida y todo ese coro de ideas hasta llegar a la Atlántida, Mu, el Shambala, Shangri-La y como te descuides hasta la tierra hueca que de algún modo nos narró Julio Verne.
Pero alto. Quedémonos en la más estricta realidad. En la solidez innegable de las piedras. Tan pesadas que nadie ha movido de ahí desde no se sabe cuando. Y la expresión es literal. En Cuzco tienen su muralla inca, aquí tenemos nuestra muralla romana (o lo que queda de ella), claro. Y a buen seguro eso ya estaba allí cuando caminaban por sus respectivos aledaños tanto incas como romanos, sin duda. Más complicado es establecer desde cuando.

Decía antes que estudié un tiempo precisamente en el barrio gótico de Barcelona: Escuela de Artes Aplicada y Oficios Artísticos Llotja. Y utilizaban el acrónimo además, que da bastante coraje. En mi currículum está. En la Llotja, como la conoce todo el mundo. Recuerdo el examen de ingreso poco antes de que terminara de descarrilar mi experiencia académica. Estuve en la sede de la Plaza Verónica que atraviesa la calle Avinyó, la de las "señoritas" de Picasso, sí, pero más relevante como parte del trazado original de la muralla romana y tal vez también "romana".







Lo comento porque algo de formación... perdón, sensibilidad artística tengo. También me ha interesado el Grafitti y me divertía reconocer los diferentes estilos de los diferentes autores. De hecho es esa sensibilidad la que me mostró con claridad que la esfinge de Guiza era una chapuza enorme en términos de proporciones y esa cabeza no pegaba ni con cola. O eso o los egipcios eran horribles con las proporciones, pero hay no pocas esculturas que desmienten con claridad tal afirmación.

Y de alguna manera es el mismo resorte que actúa al reconocer esos patrones a la hora de ver ciertos trabajos en piedra y como se estructuran. Así el estilo que se puede ver en los últimos vestigios de esa forma de trabajar la piedra en Barcelona recuerdan mucho antes a lo visto a lo largo del Nilo, en el otro extremo del mediterráneo, que al estilo peruano o boliviano, incluso mexicano. Y nada que ver con el barroco estilo oriental. Y aún así sigue existiendo un hilo conductor y no hablo (no sólo) de pirámides.

Desde hace un tiempo albergo el temor de que haya una historia antes de la historia, peor aún, antes de la prehistoria. Muchos han hablado al respecto, de alguna manera hay todo un pequeño movimiento underground, que se suele encasillar y mezclar con posiciones new age, y que está dándole relieve a una cierta lectura de este tipo de evidencias ante las que la academia parece no ofrecer más respuesta que el mudo cartel que reza "muralla romana" sobre algunas de esas viejas piedras.


No vale la pena entrar en discusiones, baste decir que tenemos el carbono 14 para medir la antigüedad de restos orgánicos (y yo no pondría la mano en el fuego) y no existe un medio más que "contextual" para la datación de restos inorgánicos, minerales, en este caso piedras. Estratos de distintos asentamientos, etc, simplificándolo mucho y desde el ligero conocimiento que tengo. Cada vez es más firme la convicción de que estamos pasando por alto algo importante.

Y no es un asunto fácil pero es bastante evidente, bien que las palomas toman de buena gana un nido producto de alguna obra que pueda realizar el ser humano antes que hacer uno propio. Para qué hacer un esfuerzo para un resultado peor, simplemente aprovechan lo que les brinda el medio. Y las personas, pensando en antiguos pobladores, no veo que tuvieran que adoptar una actitud distinta. Se sabe que hay capas y capas de distintas épocas en los diferentes asentamientos, que los templos se construyen y reconstruyen.

Hay evidencias por todo el planeta de una cultura megalítica global, y no estoy pensando en los menhires que paseaba Obélix y en Stonhedge, sin excluirlo. Hablo de piedras tan viejas que en algunos casos se funden completamente con el paisaje, otras aparecen centelleantes como una estrella fugaz en mitad de una noche sin luna.
Hay un piedra en Arabia Saudí, irregular y enorme, partida por la mitad de su centro de masas de modo que ambos lados permanecen en equilibrio de forma perfectamente paralela a unos pocos centímetros.
Es una monumental obra de arte que su autor no firmó. Y no sólo de arte, también de ingeniería. Nadie sensato podría mirarla sin enloquecer. Y ahí está, muerta de risa, o muerta de asco, da igual. Estamos pasando algo por alto. Y no pequeño, precisamente.

Y cuando realmente te das cuenta, es una gran sensación de extrañeza. El mundo por el que caminas es en realidad el que siempre ha sido. Tú eres la misma persona. Pero es todo enormemente distinto, eso es lo fascinante, cómo sin cambiar nada cambia en realidad todo.
Y ves las mismas cosas con los mismos ojos que las miraste y ahora lo que ves es algo completamente distinto. Y entre el batiburrillo de piedras que conforman ese fragmento de muralla en Barcelona, unas recientes, otras con décadas, otras con siglos, otras con milenios... encuentras la evidencia, por lo menos el leve indicio que te permite aventurar, ese pequeño detalle que conecta con el resto, esa pieza en el puzzle que faltaba y que parece confirmar que la dirección del razonamiento se halla en el buen camino, aunque sea para no hallar nada "bueno".

Muchas veces me había encontrado con pensamientos, en relación a los antiguos pobladores de Egipto, por ejemplo, que de un modo u otro dejaron que la esfinge quedara sepultada por las arenas, acerca de su desinterés por su herencia, o lamentando la retirada de la capa externa de recubrimiento de las pirámides de Guiza que utilizaron casi como cantera. No sé, como si no hubieran dado valor a su patrimonio histórico, al legado de sus predecesores. Todos esos templos sumidos en el más absoluto olvido. Pero lo cierto es que al final resulta al revés, bendita pereza.

Me da que pensar que en Europa ese mismo patrimonio, de un modo u otro está completamente esquilmado y bajo los cimientos de la civilización actual. Y cuando digo actual hablo de los romanos, por ejemplo. ¿A quien no le sorprende la afirmación de que muchas de nuestras vías trascurren por el trazado romano ya que es óptimo, en muchos casos?. Qué buenos ingenieros de caminos. Pero, ¿se trata del camino que abrieron o por el que transitaban? ¿Quién está en posición de descartar que ya estuviera ahí? No quiero desmerecer en nada la obra pública romana, pero todos sabemos que al fin y al cabo fueron una imitación de los griegos, en muchos sentidos. ¿Y qué modelo tomaron los griegos? Y Egipto... La conversación que relata Platón entre los turistas griegos de por entonces y los viejos sabios de Egipto no tienen desperdicio: "oh, Solón, tus atenienses no son más que niños...".

En realidad, con la mirada educada, basta pasear una tarde por el barrio gótico de Barcelona para darse cuenta de lo que tiene en común con Cuzco, claro que en el caso de aquí mucho más ametrallado, desmontado, dado la vuelta, inclinado, vuelto a montar y a veces rellenado con puro escombro y cemento. Y sin embargo, aunque muy tímidamente, aún persiste reconocible para ojos bien entrenados. ¿El qué? El pasado que hemos olvidado.

Pasé bastante tiempo por las calles de ese barrio, no lo vi entonces, hoy sí que lo he visto. Tal vez tú sólo veas piedras.


lunes, 13 de mayo de 2019

El temor de un hombre sabio

Prólogo

Es una sensación extraña, la de que algo subyace en la aparente calma y normalidad del transcurso de los días, una amenaza latente, inadvertida, impensable y desconocida de la que parece querer advertir un sentido que no tiene nombre.
Podría haber escogido otro título diferente al que Patrick Rothfouss le dio a una de sus novelas, y perdón por la fata de humildad que implica, pero no creo que hallara mejor expresión para poner marco a los pensamientos que quiero compartir, además, no cabría confusión alguna: esto no es una novela de ficción.

Muy al contrario viene a reunir un compendio de indicios, sospechas y evidencias que he ido recogiendo de forma intermitente  durante los últimos 10 años. Buscando esas piezas que no encajan o que han sido mal encajadas, o apartadas por no saber donde colocarlas en el que tal vez sea el más complicado puzzle, el de nuestro origen.

Durante mis reflexiones sobre la física cuántica realmente creía que abordaba tal vez la materia más compleja que se pueda abordar, la de un mundo físico tan pequeño que la interacción experimental con él adolece de grandes limitaciones y que obliga a inferir conclusiones a partir de unos pocos datos. También los temas de astrofísica pueden parecer la frontera última del conocimiento y ambos requieren de una aproximación matemática en muchos aspectos, tan valorada en nuestros días.

Sin embargo, uno puede darse cuenta de que más complicado que estudiar algo inabarcable o tan diminuto que interacciona con la mera mirada, es sin duda estudiar algo que ni siquiera está ahí. Que estuvo y ya no, que hay que aprehender a través de sus consecuencias. Esas consecuencias son nuestra realidad presente y esa disciplina se llama historia. Y requiere en buena parte el concurso de todas las demás.


Atlántida: de Platón al new age

De un tiempo a esta parte parece abrirse paso en la cultura popular, ya que el mundo académico parece bastante refractario, un fetiche intelectual (y a veces pseudointelectual) que parece extremadamente sugerente. Nos podemos referir al concepto con los términos "civilización perdida". Desde aún más atrás la "mítica" Atlántida se ha convertido en un icono pop y del que se pueden encontrar innumerables referencias en la industria del entretenimiento, por lo general en un marco de ficción al estilo Flash Gordon y similares.

No obstante, en tiempos más recientes, y tal vez por algunos trabajos previos, la idea parece haber ido calando más hondo y el relato platónico del Critias y el Timeo, que desde el mundo académico siempre se quiso leer en términos de mitología, parece querer enraizar de manera más profunda con un pasado olvidado en términos de historia formal y no como una historieta en las páginas de un cómic. Todo ello bajo el férreo descrédito que le atribuye el dogma académico actual, como pasa con otros asuntos en otras disciplinas.

Sin embargo cada vez son más las voces disidentes que se elevan con esta o aquella evidencia, con diversos grados de indicio y con una sospecha común: que estamos pasando por alto algo importante, quizás lo fundamental.
Si uno se remonta a los más antiguos orígenes de cualquiera de los pueblos del mundo de hoy, termina inexorablemente en un terreno de leyendas y mitológica. Al menos así lo interpreta hasta la fecha el consenso académico prenponderante.

Desde libros religiosos como pueda ser la Biblia, el Corán el Talmud, o la epopeya de Gilgamesh o el Mahabharata indio o incluso los poemas épicos griegos. De esas líneas salieron descubrimientos tan reales como el de la ciudad de Troya.
No parece, en términos generales, que todas esas tradiciones míticas hayan sido estudiadas con el rigor oportuno e interpretadas en la forma correcta. No en vano en el mundo de hoy algunas interpretaciones de textos religiosos aún son motivo de hostilidad e incluso guerras. Nada ayuda en eso a aclarar el fondo de la cuestión, como tampoco ayuda el pensamiento dogmático religioso ni la más moderna cerrazón atea a siquiera contemplar dichas fuentes.

Viendo la estructura social, política y económica del mundo presente y el control de la información que sucede en todos los ámbitos no es descartable que el persistente error mencionado no sea solamente espontáneo, aunque para los académicos es mucho más sencillo el modelo de evolución y progreso rectilíneo que tener en la mesa amontonados un montón de interrogantes de difícil respuesta con lo poco satisfactorio que eso resulta. Además, es mucho más complaciente el modelo tradicionalmente aceptado. No quiere decir que éste sea incorrecto en todo punto, pero es muy posible que a tenor de lo que se expondrá el concepto de pre-historia tal como se suele exponer deba ser sujeto a una severa revisión.

Tal vez el ejemplo más evidente sea el de las pirámides de Egipto. Por el gran interés a nivel popular que suscitan, pasto para las teorías más excéntricas y descabelladas y también por lo evidente en lo todo lo que hay de reaccionario en la academia. La discusión abarca cada aspecto desde su fecha de construcción hasta su finalidad última pasando por los medios empleados. Y no siempre es por no disponer de fuentes, a veces se trata de la credibilidad que se les concede a las mismas.

Así, en los textos platónicos se puede hallar una respuesta al menos al último punto a través de la invaluable visita de Solón a Egipto. A medida que uno retrocede en el tiempo es natural que la escasez de las fuentes aumente así como la dificultad en su interpretación y evaluación precisas. Somos conscientes todos de que el acceso a la información en torno a eventos de nuestro presente ya puede resultar compleja, tanto más retrocediendo hacia el pasado aunque ya no por la necesidad de reservarla a ciertas esferas, sin ser este último punto descartable.

De hecho, el motivo último que me impulsa a escribir estas líneas es la reciente desclasificación parcial (en 2013, creo) del libro "Adam and Eve story" de Chan Thomas, publicado originalmente en 1959. Al parecer la información en el llamado mundo libre no es tan libre como pudiera parecer, sobran ejemplos para sostener la afirmación.
De las 52 páginas desclasificadas del total de 248 del libro, de las que hasta ahora he leído sólo un aparte muy concreta en realidad son sólo unas pocas líneas el motivo de la reflexión presente.

Y tiene que ver con la Atlántida, sí. Pero también con muchas otras cosas.


La historia de Adán y Eva

Después de cerca de 10 años recavando información y recolectando piezas inconexas, tratando de evaluar la fiabilidad de innumerables y diversas evidencias se hace difícil encontrar por donde empezar. Tomaré de nuevo el título de otro autor para poner marco a este apartado. A la postre a sido el empujón final para, lejos de poder ofrecer una exposición clara, empezar a articular una idea trabajo, un estructura básica del objeto de estudio desde los diversos ámbitos que a la postre es nuestra historia. Esa que en realidad no recordamos.

Recuerdo que una vez charlando con un licenciado en historia se me ocurrió sacar el tema de la Atlántida. Él lo zanjó relacionándolo con una erupción en el mediterráneo, la llamada erupción minóica, la del Thera. Tal vez la expresión "en frente de las columnas de Hércules" le fuera desconocida, o no le concediera credibilidad alguna.

Con frecuencia tengo la impresión de tal vez por nuestra tecnologíua, por la ilusión de progreso en la que vivimos y en parte también por ese relato histórico "de menos a más" que tanto nos complace infravaloramos con mucho a nuestros antepasados. Como niños que cuentan historias de miedo. Y seguro que algo se eso hay, como hoy en día el rigor de las informaciones que se maneja en las diversas fuentes de información es desde luego irregular, pero parece un error de bulto bastante evidente meterlo todo en el mismo saco y zanjar así cómodamente un cuestión de la que no parece que  haya otra forma de salir airoso. No es de recibo rehuir esas complejidades, aún sin estar en posición de resolverlas.

En su libro, Thomas describe una labor similar, salvando las distancias de preparación, dedicación, capacidades y medios, a la descrita antes. Una colección de evidencias, de reflexiones de otros pensadores que puedan poner luz al misterio de nuestro origen. Relativo misterio, dirán algunos, la biología a través de la evolución apoya de nuevo esa narrativa histórica de progreso que tanto nos gusta. Podríamos mencionar el eslabón perdido pero es pronto para entrar en polémicas, de momento dejaremos la biología de lado.

De cualquier modo Thomas escribe su texto para reunir una serie de puntos, en las que a buen seguro faltarían otros, para ir uniéndolos con líneas y formar un dibujo, una panorama claro de los hechos. ¿Un juego de niños, no? Pues bien, eso es exactamente lo que yo he hecho. Ni más ni menos.
Thomas habla de cataclismos cíclicos, refiere trabajos anteriores, en particular sobre el desplazamiento de los polos magnéticos (no hay que olvidar que era ingeniero eléctrico de formación) incluso alguno sobre el que que llegó a reflexionar Einstein (Hapgood) y expone su propia teoría de cómo, cuándo y por qué tiene lugar ese tipo de acontecimientos.

Suelo revisar este tipo de informaciones, de alguna manera las evalúo, recopilo y clasifico en aras de un mejor modelo global que puede explicar la realidad mejor que el relato habitual, que difícilmente se sostiene en muchos aspectos.
Y eso requiere aprender a convivir con la duda sobre el grado de validez de cada información, algo bastante más incómodo que aceptar un relato dado, que más difícil se hace de digerir.

Tras exponer el mecanismo que Thomas postula, muy resumidamente un cambio brusco en el núcleo terrestre, que aún no he entrado a evaluar, se atreve incluso con una pequeña tabla donde indica dónde se ha hallado el polo norte en lo que él denomina "eras" previas. Por si no se deduce por sí sólo, lo que sigue a un evento de estas características según Thomas es la vuelta de la humanidad a la edad de piedra. Se podrá discutir si está en lo cierto o no en las diversas afirmaciones, lo innegable es la extrema relevancia del asunto. Además de su utilidad para explicar algunas cuestiones que la arqueología oficial prefiere desentender.


La eras magnéticas


La tabla ofrece la información siguiente:


Eras del Polo Norte   Desde hace      Hasta hace    Duración (años)

Océano Ártico              6.500               presente          presente

Cuenca sudanesa       11.500                 6.500                5.000

Bahía Hudson            18.500               11.500                7.000

Mar Caspio                29.000               18.500              10.500

Wisconsin                  35.000               29.000                6.000


Es evidente que la publicación de Thomas no es un paper científico, se asemejaría más a un ensayo, y no ofrece una metodología exacta para tales proposiciones, no obstante sí que reúne una serie de indicios que apuntan a los datos señalados producto de la observación e interrelación de aspectos que a ojos de las segmentadas disciplinas podrían parecer aislados.

Ni es materia de estas líneas, al menos por el momento, reflexionar sobre los mecanismos propuestos por Einstein y Thomas para explicar el evento ni someter a escrutinio la metodología empleada por Thomas para alcanzar sus conclusiones. En cambio lo que hice fue partir de éstas para ver hasta que punto tenían un sentido y que panorama dibujaban.

La tabla de Thomas muestra al final una serie de coordenadas e intervalos. Así que simplemente situé en el mapa esos cinco puntos geográficos aparentemente inconexos, por los que supuestamente habría viajado el norte magnético del planeta. Algo más fácil de hacer hoy que cuando el autor pergeñó su idea.



Pronto advertí algo, como lo haría cualquiera un poco observador. Las coordenadas geográficas, escogidas de forma alterna, trazan una línea recta. Una geodésica, de hecho. Desde la cuenca sudanesa al mar Caspio, con sólo dos puntos, uno puede tener sus dudas. Pero teniendo tres: Wisconsin, bahía de Hudson y océano Ártico no hay demasiada duda.
Lo que me llamó la atención en primer término fue la relativa agrupación en zonas del globo de los distintos nortes. Un patrón. Bien, ¿y que sucede si lo extrapolamos?

Cogí el primer eje Ártico-Hudson-Wisconsin (a partir de ahora eje A) desde un punto medio aproximado y evalué el intervalo de distancias. Aproximadamente unos 2500 km entre los puntos. Con es información de dispuse a prolongar en los dos sentidos la geodésica y marcarla a intervalos de 2500 km. De esa manera, se ser el comportamiento un patrón, predeciría las próximas ubicaciones del norte y profundizaría atrás en el tiempo en la previas, extendiendo la tabla.



Casualidad o no el diámetro terrestre se acerca a los 40.000 km, lo que da una aproximación bastante exacta con el intervalo planteado. Y así obtuve un eje circular con intervalos regulados parecido a lo que sería el plano de una moderna línea de metro. Incluso puse nombre a las "paradas".





Pero un momento, eso es sólo un eje. Según la tabla de Thomas existía una alternancia entre dos regiones del globo bien distanciadas. Hice lo propio con el eje Sudán-Caspio, a partir de aquí eje B.
Tal vez sorprenda a alguien contemplar el cruce en ángulo recto en un plano y 45º en el otro (o muy aproximado, con las particularidades propias de la geometría esférica) de ambos ejes de coordenadas, de ambas "líneas de metro".
Menos sorprendente debería ser que el eje A llega a situarse a mitad del recorrido de forma bastante precisa en el polo sur tras circundar medio globo para luego volver al punto de origen, aproximadamente, ofreciendo la idea de líneas cerradas.
Aunque vista alguna ligera desviación bien podrían ser espirales y entonces aún faltaría otro factor en la ecuación, de momento estableceremos el modelo de ejes circulares cerrados por su menor complejidad.




Bien, tenemos entonces dos ejes con intervalos de 2500 km, que se aproximan bastante a 1/16 de la circunferencia del planeta con 16 posiciones en cada uno, en total 32 y la posibilidad de enlazar el último punto con el primero asumiendo un modelo cíclico.
Tendríamos al parecer todas las ubicaciones posibles, pasadas y futuras del norte magnético tras un evento de las características referidas, al menos en términos de aproximación.
Pero si reparamos de nuevo en la tabla de Thomas vemos que en los eventos de cambio de polo el norte no sigue eje alguno sino que zigzaguea de un curiosa manera entre ambos, avanzando en una dirección en un eje para después avanzar en el otro. Interesante ese fenómeno de perpendicularidad, notando que se trata del polo magnético y que resulte de extrapolar el modelo de un ingeniero eléctrico y reparar en un trazado que resulta de dividir en cuatro "gajos" la esfera con patrones simétrico y opuestos.



Entonces, si unimos los puntos correctos en la secuencia adecuada lo que vemos son los desplazamientos cíclicos que realiza el polo norte. El dibujo resulta un tanto intrincado y la asistencia de herramientas 3d se hace imprescindible para verlo con claridad. Porque sí, la tierra es esférica. Pero, ¿que sucedería si los ejes A y B, en vez de ser círculos, que son líneas cerradas, fuesen simplemente rectas? ¿ayudaría a ver esa "danza magnética de forma más clara?

Lo cierto es que sí. Lo que vemos entonces es una rejilla que recuerda en cierto punto a un hiperboloide por como se forma una curva a partir de líneas estrictamente rectas.




Contrastando el modelo

Hasta aquí el modelo, describa o no la realidad, parece tener bastante sentido. Pero un hermoso modelo teórico es del todo estéril si no refleja la realidad en alguna medida.En este punto, y viendo de las lides que se tratan, uno prefería mucho antes estar del todo equivocado que hacer un gran descubrimiento. Sobre todo siendo del tipo "si ya sabemos que teníamos el tiempo contado, ahora además sabemos que es más bien poco". Mucho mejor equivocarse y seguir mirando al mar como ese plácido compañero de verano que como un monstruo que se desata cada pocos milenios para reducir la obra del hombre a cenizas.

Con ese ánimo y rebuscando en la red neuronal y en la red informática uno recuerdo y encuentra la información reciente sobre el desplazamiento poco habitual del polo en tiempos recientes. Algo que al parecer tiene preocupados a los científicos por una velocidad más alta de lo esperado. Obtiene la trayectoria de ese desplazamiento del último siglo y bueno, tal vez el modelo de Thomas no encaja del todo, al parecer desde 1920 traza un ascenso desde el norte de la bahía de Hudson hacia el ártico, camino de Siberia, sin mayor tentativa de dirigirse súbitamente hacia África como predice el modelo. De hechos Thomas recalca en varias ocasiones que el desplazamiento se produce en entre 6 y 12 horas y el mar y la atmósfera no se normalizan hasta pasados 6 días, y de este modo lo asemeja al relato bíblico por todos conocido y por todos ignorado.



Bueno, entonces ya está, no encaja, ¿no? Bien, no exactamente. Si uno repara en la trayectoria registrada desde principios del siglo pasado del norte magnético verá que transcurre paralelamente al meridiano 90ºW, que no es otra trayectoria la que parece señalar el eje A que hemos trazado. Son una serie de casualidades nada tranquilizadoras las que envuelven al modelo, por los menos cuatro, a saber: la circunferencia de la esfera como múltiplo del intervalo, la ortogonalidad de ambos ejes, la coincidencia relativa entre posiciones de polo norte y polo sur dado el intervalo y el desplazamiento coincidente con uno de los ejes postulados. Al menos para mí son demasiadas casualidades para dormir tranquilo.

Cabe notar que el eje B alcanza la latitud N52º45' en un parte más septentrional y S51º58' en su parte más meridional (aproximadamente) cruzando en 45º el plano que describe el primer eje.
También que cada posición del polo sur corresponde a la posición opuesta dentro del trazado de mismo eje.




El mecanismo, el factor tiempo y otras variables desconocidas

Einstein y otros buscaron atribuir el papel causal del evento a los kilómetros de hielo que se acumulan en los polos y aunque posteriormente se desdijo, siempre según Thomas, no parece que esa ingente cantidad de hielo tenga en esto un papel menor. Como él mismo señala en su libro la súbita desubicación de los casquetes polares de la posición con las temperaturas que los genera es responsable de grandes subidas del nivel del mar que cifra en 200 pies (unos 60m) y que tendrían carácter cíclico. Eso por no hablar de las dos millas de alto (unos 3200m) que arrasaría la superficie del globo como resultado de tal evento.

Naturalmente tanto las cifras que ofrece Thomas, en mi opinión, como la extrapolación de su modelo se han de tomar como las aproximaciones que son, pero pueden constituir un marco de referencia valioso para enfocar el problema.
Huelga decir, a estas alturas, que es una lectura recomendada y reveladora, y extraña mucho conocer que literatura de este tipo pueda estar clasificada. Uno puede pensar en los documentos clasificados como turbios asuntos de espías. Da que pensar, otro dato más para la colección, en como funciona el mundo y en el papel que juegan los distintos agentes en él.

En cuanto al funcionamiento del mecanismo Thomas habla de una capa plástica bajo la corteza que bajo ciertas condiciones se tornaría líquida. Francamente, no me he detenido aún a analizarlo con profundidad y él lo explica mejor en algunos breves párrafos de la parte desclasificada de su libro, yo me he ceñido a extrapolar ampliando el patrón propuesto en su figuración más simple de líneas cerradas que encaja bastante bien con las observaciones.

Para abordar el factor tiempo, que parece bastante más arbitrario habría que desentrañar con precisión el mecanismo causal subyacente. En la escasa "muestra" que Thomas ofrece se observa una horquilla de 5000 a 10500 años, estando según sus indicaciones, ya a 6500 años tras el último evento. Si un evento de estas características pudiera acaecer en 50, 500, 5000 años o mañana mismo es algo que nadie parece estar en condiciones de asegurar. O tal vez nunca si el modelo no es correcto, pero parece ofrecer suficiente correlación con las limitadas observaciones además de demostrarse consistente.

Que el intervalo de la distancia sea predecible y no arbitrario así como la trayectoria de desplazamiento no implica necesariamente que el factor tiempo no lo sea en alguna medida imposible de establecer sin conocer sus causas exactas.
También cabría ahondar en las razones físicas para dicho intervalo "cuantizado" aún teniendo en cuenta que debe haber otros factores no contemplados en el modelo que expliquen desplazamientos menores como los observados en los registros recientes.

Y ya que menciono los registros no puedo dejar de incluir las citas del Timeo que el propio Thomas incluye en su libro:

“Oh Solón, Solón, tus helenos no son otra cosa sino niños ..

No hay doctrina vieja transmitida entre ustedes por la tradición antigua ni ciencia que sea canosa con la edad, y te diré la razón detrás de esto. Ha habido y habrá otra vez destrucciones de la humanidad que aparecen por muchas causas, las más grandes han sido producidas por el fuego de la tierra y la inundación. Cualquier cosa que suceda ya sea en su país o en el nuestro o en cualquier otro país del cual estemos informados, cualquier acción que sea noble y grande o de otra manera notable que haya tenido lugar, todo eso ha sido inscrito hace mucho tiempo en nuestro templo de registros, mientras tú y otras naciones no mantuvieron registros no perecederos. Y entonces después de un periodo de tiempo, la inundación usual visita como una peste y deja solo aquellos de ustedes que han sido destituidos de las letras y de la educación. Y así ustedes tienen que empezar otra vez como niños y sabiendo nada de lo que sucedió en los tiempos antiguos entre nosotros o entre ustedes”

“En cuanto a las genealogías de ustedes, las cuales usted nos ha relatado, ellas no son mejores que los relatos de niños; por cuanto en primer lugar, ustedes recuerdan sólo un diluvio, mientras hubo un número de ellos. Y en el próximo lugar allí habitaron en su tierra, la cual ustedes no conocen, la raza más justa y más noble de los hombres que hayan vivido de la cual ustedes son una semilla o un residuo. Y esto no fue conocido por ustedes porque por muchas generaciones los sobrevivientes de esa destrucción no llevaron registros.”


Es una cita que recordaba haber leído antes de que Thomas me la volviera ofrecer, y es de creer que en el contexto apropiado cobra una relevancia extraordinaria y que que es difícil de cuantificar al margen de éste.
No me corresponde pensar por nadie del mismo modo que tampoco soy ventrílocuo pero creo que lo expuesto hasta aquí debería bastar a todos para poder extraer sus propias conclusiones.




Epílogo

No hay mucho más que contar, tan sólo reflexionar sobre lo expuesto y en como se relaciona con otras ideas. Por ejemplo, de establecerse como evento cíclico y de responder a un patrón característico de la naturaleza y presente en todos los orbes podríamos haber encontrado el "gran filtro" que se plantea como una de la posibles explicaciones a la paradoja de Fermi.

Si el evento tiene la capacidad de provocar el hundimiento y alzamiento de grandes placas tectónicas estaríamos ante la explicación de las las legendaria Mu y Atlántida como el propio Thomas propone, así como en mejor posición para comprender las dinámicas de civilizaciones antiguas y atar algunos cabos sueltos que de forma aislada pero como un goteo incesante van surgiendo. Al parecer esa noción de progreso siempre creciente con la que queremos hacer encajar nuestros hallazgos no sería capar de articular una realidad histórica completa y tendría un alcance muy limitado. El término pre-historia en términos absolutos quedaría simplemente obsoleto a tenor del escaso alcance de nuestras fuentes de información.

Tampoco sería correcta la clasificación de edad de piedra y edades de los metales en términos globales ya que diferentes grupos de población pueden hallarse en estadios muy diferentes de evolución y sólo responde a un proceso tecnológico.
El rigor científico requiere respaldar cada afirmación con evidencia, el sentido común exige no limitarse en términos absolutos a ellas conociendo sus propias limitaciones, por lo menos a la hora de señalar el rumbo a seguir para hallar evidencias nuevas.

Precisamente por eso no puedo dejar de compartir un temor, quizás algo irracional. Otros han expresado ya los suyos acerca de la posible relación de tal tipo de evento con la reciente aparición de ondas sísmicas de un tipo nunca antes observado recorriendo todo el planeta y desconcertando en cierta medida a la comunidad científicos.

Mi preocupación va más allá, viendo el orden socioeconómico imperante, con una sociedad dividida en buena medida en castas, con las reservas al acceso de información el el orden de dominación presente, en definitiva, no puedo dejar de relacionarlo con esa aparente arbitrariedad temporal entre eventos.

Sabiendo que la sociedad al final es una pirámide que sirve a una élite en su cúspide, independientemente de su procedencia y/o naturaleza, no puedo dejar de contemplar la posibilidad de que el mencionado "gran filtro" sea al fin y al cabo la relación entre el depredador y su presa como en el resto de la cadena alimentaria, si las sociedades avanzan naturalmente en su progreso hasta que se tornan demasiado peligrosas para una clase dominante que activaría una vez más el mecanismo que devolvería al ser humano a su estado más animal posible.

Tal vez sea sólo un temor infantil, pero me quedaría más tranquilo conociendo el mecanismo preciso que desencadenaría tales acontecimientos. Tal vez sean sólo dos datos vinculados arbitrariamente, como que los 52º de latitud que alcanza uno de los ejes mencionados sean los mismos grados que los de la inclinación de la gran pirámide. Tal vez sí, tal vez no, tal vez un dato más pueda acabar de afianzar la correlación o ese tercer dato, como el tercer punto que ilumina la trayectoria del primer eje del modelo, nunca llegue. Aún así es bueno tener lo ahí, no como un relato cierto ni falso de los hechos sino como una posibilidad a contemplar, a confirmar, a descartar. Igual que el propio modelo planteado que, como ya he dicho, me hubiera encantado poder descartar pero me temo no estar en posición de hacerlo.

Como corolario final, no deja de ser divertido reparar en nuestra preocupación, más que razonable, por no contaminar y contabilizar el tiempo que tardan los desechos en ser reciclados por el medio cuando tal vez la preocupación de otras civilizaciones previas fuera justo la opuesta, la manera de dejar un testimonio que atravesara el paso brutal del tiempo con una advertencia para el futuro, o incluso la tendencia más respetable si cabe de ciertos movimientos animalistas cuando en un abrir y cerrar de ojos podríamos estar volviendo a pugnar con ellos por nuestra mera supervivencia.

El contexto lo cambia todo, la información lo es todo. Y sin la información correcta es imposible tomar las decisiones correctas. Es posible que hayamos estado haciendo todo absolutamente mal. Las mayores ciudades del planeta se erigen a la orilla de un mar que encierra el potencial de devolverlas a la altura de sus cimientos en un solo día. Parece inevitable darse cuenta de que como especie y como sociedad hemos estado en muchos aspectos sembrando las semillas de nuestro propio desastre, éste último es tan sólo uno más. Podría ser un meteorito, una llamarada solar, otra clase de colapso medio ambiental o energético, una guerra nuclear o el colapso de la propia estructura socioeconómica. Éste es tan solo un problema más. Uno grave, pero ni mucho menos el único. Al parecer la civilización tiene muchos otros retos que enfrentar antes del colapso de su estrella y en plazos mucho más breves. Hasta que no conozcamos el proceso exacto no podremos saber siquiera el tiempo del que disponemos.

Como Patrick Rothfouss señala varias veces en la novela previa a la que lleva por título el que he tomado prestado para este texto, y también muchos otros han advertido, todas la leyendas contienen algo de realidad. Esperemos, como Thomas señala tomando como ejemplo Baalbek, no convertirnos en una leyenda también.

Enlace a boceto para Google Earth:
https://drive.google.com/file/d/1oUPTmz72ipM4QcZBRhHfdpYNJoosBk_v/view?usp=sharing

viernes, 10 de mayo de 2019

El error de la falacia del jugador

A tenor del resultado electoral del 28-A en el que por lo menos los seis primeros partidos han obtenido un número de escaños que resulta ser múltiplo de tres, además de otras coincidencias, me he acordado de la llamada "falacia del jugador", o de Montecarlo, o del apostador.

Tiene su propia entrada en la wikipedia y se refiere a la probabilidad en series de acontecimientos "aleatorios". Vamos a entender aquí aleatorio como el fenómeno causal que depende de variables no contempladas y que tienen igual probabilidad de acontecer.
Se suele usar el ejemplo de la moneda, al 50%. Yo voy a escoger el símil de la baraja de naipes francesa (sin comodines) y sus 4 palos, que arroja una posibilidad del 25%, por resultar más clara para el caso, pero el principio subyacente es el mismo.

Y aquí están los motivos por los que no deberías decirle a un jugador como jugar y por qué su percepción basada en la experiencia no es ninguna falacia, sepa o no dejar a tiempo el juego en el que, no olvidemos, la casa siempre gana.

He de decir que la primera vez que me aproximé a la llamada paradoja de Monty Hall caí de cuatro patas y de alguna manera ésta es mi pequeña venganza. O tal vez me equivoque de nuevo, que cada cual juzgue. No fue hasta incrementar el número de puertas que incluye el problema hasta que vi con cierta claridad la acumulación de probabilidades, aunque en mi defensa he de decir que el planteamiento al que accedí no era del todo correcto.

Pero el caso que nos ocupa aquí es otro. Cualquier jugador de poker que va buscando una jugada de color sabe que la posibilidad de que salga del mazo una carta de su palo es de 1/4, 25% o 0.25. Y eso es cierto visto de forma aislada. Y la falacia del jugados nos señala que "las cartas no tienen memoria" y que ésa es siempre la posibilidad de obtener una carta del palo determinado.

Craso error. Esa estimación probabilística responde a la forma más reducida de información respecto de la serie que supone ir descubriendo cartas del mazo y de la que todos los sucesos forman parte: el fenómeno aislado. No contempla en absoluto el factor serial. ¿Cómo podemos demostrar que el factor serie afecta a las probabilidades del evento aislado? Pues muy sencillo, al menos al nivel teórico. Empecemos:

La baraja francesa completa, sin comodines se compone de 13 naipes distintos multiplicados por los 4 palos, en total 52 naipes. Y, como en el dilema de Monty Hall, podemos llevar el caso al extremo para poder visualizarlo con claridad.

Vamos a imaginar la improbable serie en la que destapando las 13 primeras cartas del mazo se descubren los 13 tréboles de la baraja. Improbable, desde luego, pero no imposible. En realidad, estadísticamente necesario y por lo tanto inexorable.

Y asumiendo que esa serie es posible, ¿quién en sus cabales puede sostener que al destapar el catorceavo naipe tiene un 25% de probabilidades de ser un trébol?
Se puede objetar que el razonamiento es tramposo porque la serie que arroja un mazo está limitada a sus 52 naipes. Y la limitación es cierta, pero todas las demás series tienen su propia limitación.

Pongamos el caso más habitual de la moneda: el total de la serie en el largo plazo ha de converger necesariamente hacia el 50%. Y no es que la moneda tenga memoria, ni falta que le hace. El que ha de tener memoria es el jugador para asimilar el simple hecho de que si sale cuatro veces seguidas cara, hay que tener el alma intrépida y el corazón aventurero para apostar a que la quinta va a volver a salir cara. Y saber muy poco de estadística y creerse que el jugador es imbécil y se juega su dinero en base a percepciones falaces.

Y yo estoy dispuesto a apostar mi escaso dinero. Les planteo la siguiente apuesta, con naipes o monedas, me da igual:

En cada caso de cuatro repeticiones en la serie, los que crean en la mal llamada falacia del jugador que apuesten a que habrá una quinta repetición, yo apostaré por el cambio.
Según los defensores de tal tesis a la larga los beneficios/pérdidas de ambas partes deberían ser iguales si la probabilidad fáctica es del 50%.

Sin embargo me temo que, a la larga, podría vivir sin trabajar, de no ser porque no me parece digno vivir de la estupidez ajena ni quitarle el caramelo a un niño.
Podemos buscar también la forma de hacer el juego con naipes, el resultado será la expresión del mismo principio. Y es que si la posibilidad fuera inmutable como fenómeno aislado no se podría cumplir la convergencia probabilística de la serie.

Del mismo modo vamos a encontrar una relación inversamente proporcional en la cantidad de repeticiones consecutivas y su frecuencia de aparición. Por eso el caso expuesto con los naipes de agotar los tréboles sin retirar ningún otro palo de la baraja se antoja naturalmente improbable. Hagan ustedes, incrédulos, si lo desean, sus cálculos y sus experimentos, pero ante todo: comprendan lo que es una serie y como la probabilidad del evento aislado ha de terminar sometiéndose a la convergencia de la serie.

Así, cada vez que sale cara, la posibilidad de que la siguiente tirada sea cara se va reduciendo ligeramente y lo mismo para los naipes. Uno lo puede tildar de irrelevante, de despreciable pero el equilibrio total de la serie se ha de mantener, del mismo modo que en el universo todo tiende al equilibrio.

Tiene algo de irónico que la "falacia del jugador" sea una absoluta falacia.
No sé porque me habré acordado de esto después de las elecciones, pero no deja de ser una reflexión oportuna.

jueves, 7 de marzo de 2019

La elipse elíptica


¿Es posible que todo lo que creemos saber sea incorrecto? Tomamos como prueba de la validez de nuestros conocimientos su demostración práctica, a tenor del llamado método científico. Si funciona experimentalmente valida de forma automática la teoría subyacente.

En realidad hoy en día sabemos que las cosas no funcionan así y que algunas teorías tienen un ámbito de aplicación acotado. Funcionan en un escenario pero no en otro. Estoy pensando por ejemplo en la relatividad. Eso de algún modo debería darnos una pista sobre la cuestión que planteaba al principio.

Que las cosas funcionen no es lo mismo que saber exactamente por qué las cosas funcionan. Eso lo podemos comprobar la mayoría de nosotros cada día con el mero hecho de encender el televisor, el ordenador o responder a una llamada.

Funciona, sí, o al menos la mayoría de las veces, pero ¿sabemos realmente cómo y por qué? Y ahora no me refiero al común de los usuarios de tales tecnologías si no a los propios ingenieros que las diseñan. Lo cierto es que comprendemos en una medida muy limitada el funcionamiento físico, químico y matemático del mundo que nos rodea.

Y para darse cuenta de ello no hace falta acudir a las fronteras últimas del conocimiento y la investigación más puntera, no. No hace falta pensar en física cuántica. Basta con reparar en las bases más elementales sobre las que se sustenta ese gran constructo al que llamamos ciencia, la religión de nuestros días. Ese dios sí que obra milagros que podemos ver todos a diario.

No hay edificio que ascienda recto desde cimientos torcidos y nuestra ciencia, siguiendo con la metáfora arquitectónica, tiene toda la apariencia de una gran torre de Pisa. Si se parte de unas premisas experimentalmente válidas pero erróneas en su comprensión, al profundizar en esa área de conocimiento van a aparecer problemas irresolubles. Y es mucho más difícil volver atrás para enmendar el error que hacerlo bien desde un principio, precisamente porque las premisas testeadas experimentalmente se toman como irrefutables y difícilmente se cuestionan.

¿Es posible entonces que ni siquiera sepamos calcular correctamente el perímetro de una circunferencia? Y no, no me refiero al final del infinito irracional de Pi, una aproximación es a todos los efectos válida. Pero una aproximación correcta.

Pi r2, nos enseñan. Y nos cuentan que esa razón matemática que es pi, la relación entre el radio de una circunferencia y su perímetro o longitud la descubrieron años ha en la Grecia clásica, ya preocupados en cierto modo por su irracionalidad. Pero dejaremos las cuestiones concernientes a la historia para otro capítulo.

Nos dicen que el doble del radio multiplicado por ese mágico número nos dará la cifra que necesitamos. Y aquí es importante reparar en que decir “el doble del radio de una circunferencia” es equivalente a decir diámetro.

Pi r2, diámetro por pi. A efectos prácticos son exactamente lo mismo. Los números que vamos a combinar en la operación son idénticos. En cambio, las imágenes, los conceptos que estamos combinando en nuestras cabezas son bien distintos. Tal vez irrelevante en el corto plazo.

Si la inclinación del pavimento es muy ligera, el primer piso dará la apariencia de estar recto, quizás el segundo y el tercero. Sin embargo si uno pretende edificar hasta el piso 50, podrá comprobar como ese pequeño error inicial, casi inapreciable, “despreciable” en un marco acotado, va magnificándose a cada nuevo piso edificado, con el resultado final de que uno ya no está donde debería estar.
Vuelvo a la analogía del edificio porque es así como funciona la ciencia y como se construye el conocimiento, a hombros de gigantes, como dijera Newton. Admirable sin duda. Pero sin menoscabo al respeto merecido tal vez valga la pena revisar si algunos de esos gigantes cojean.

Podemos complicarlo un poco más, y nótese que estamos hablando de algo tan elemental como el perímetro de un círculo. Volvemos a pi r2. Porque cuando dicen r2, parecen decir que hay que multiplicar, por alguna inescrutable y misteriosa razón, el radio dado, por la no menos misteriosa y mágica cifra 2, el padre de todos los pares (con permiso del cero).

Pero, y he aquí mi duda, ¿debo multiplicarlo por la sinuosa cifra, o debería sumar el valor de dos radios? El resultado, de nuevo, es exactamente el mismo. Que multiplicar por dos es sumar una misma cifra es aritméticamente evidente pero de la manera en que se conceptúa no necesariamente lo es. Entonces cual es la fórmula correcta para calcular el perímetro de la circunferencia, ¿pi r2, diámetro por pi, la suma de un radio y otro, multiplicado luego por pi?

De hecho el caso aún es más grave y puede llegar a despertar suspicacias cuando no levantar sospechas. Lo que a mí me enseñaron en el colegio fue 2pi r. En aras de la tolerancia, alguien de talante conciliador, amigo de todos levantará cordialmente los brazos diciendo: -¡Pero si es lo mismo!

Y en cierto modo podría pasar por serlo, como veremos. Acto seguido añadirá, reafirmándose: ¡Al final es lo mismo! Y cuando dice aquí “final” se refiere exclusivamente a su finalidad que es calcular la longitud de la circunferencia, no al final que pueda cumplir tal fórmula en la caja de herramientas con las que se intenta entender el todo. Este segundo final, que sí es el final, está algo más lejos. Y para este último caso, no, ni de lejos es lo mismo.

Sabrán calcular la longitud de la circunferencia, cogerán los números y escribirán un resultado correcto, pero en realidad, no sabrán que están haciendo. Porque se saben las tablas y se saben la fórmula pero en realidad, lo único que han hecho es aprender un proceso por mímesis.

No conocen los conceptos con los que están trabajando, no llegan a interiorizar sus razones, simplemente memorizan. A mí me sucede cuando voy con más gente a algún lugar. Difícilmente recuerdo el camino, sigues la corriente y ya está. En cambio, si hago ese camino solo recordaré hasta algunos detalles.

De hecho a los alumnos ni siquiera se les acompaña por ese camino de razonamiento, se les teletransporta a ese lugar del saber . Todo en aras de la productividad, de la mal entendida eficiencia, de la funcionalidad. Eso sí, más vale que al despejar una ecuación no se dejen ningún paso.

En realidad la mayoría de jóvenes que salen de los templos del conocimiento que son las universidades, o deberían ser, no son más que los abortos de las mentes creativas que pudieron haber sido. Hay razones culturales pero sobre todo pesan las de la economía empresarial que lleva la batuta de la sociedad. Y así hemos llegado hasta donde estamos, pensando poner un pie en marte sin saber siquiera calcular la longitud de un círculo.

¿Crees que sí que sabemos? En realidad no sabemos ni lo que es un círculo. Llegados a este punto alguien puede pensar que hay muchas maneras de hacer las cosas y sin duda es así: por lo general hay muchas incorrectas y una correcta.

El círculo, no en vano icono de la perfección, no es más que la elipse perfecta de las infinitas elipses posibles, es la elipse cuyos ejes, diámetros o radios, están en equilibrio. No están por un lado los círculos y por otro las elipses, están las elipses y entre ellas, los círculos. Siendo los círculos una infinitesimal parte de las posibilidades que contienen éstas. No es un problema de nomenclatura, es un problema de como organizamos los muebles de nuestras cabezas, por lo general poco amuebladas.

Pero el círculo mola mucho, está de moda. Desde los clásicos griegos por lo menos. Además están siempre las tan cacareadas razones prácticas. Pero cuando las cosas se plantean mal desde el principio las consecuencias no se hacen esperar demasiado. Y más si uno se hace trampas al solitario y en lugar de comprender se dedica a tomar medidas, convertirlas en teoría y, aquí viene lo más grave del error, creer que ha comprendido. Porque de ahí salió la irracionalidad de pi, de nuestra propia irracionalidad. Del mismo sitio que ha salido la irracional física cuántica. Exactamente el mismo proceso, el mismo problema, el mismo lugar.

Calcular el perímetro de una elipse es francamente complejo. Los griegos, en virtud de sus necesidades, encontraron que para el caso del círculo existía una relación constante con el radio de la circunferencia que se mantenía invariablemente en todas las elipses que cumplen la condición de círculo, eso es: una elipse con los dos ejes iguales. ¿Nos da pi la solución mágica al problema del perímetro de la elipse? Definitivamente no. Nos sirve, del mismo modo que a los griegos de hace siglos como aproximación funcional. Pero si nos limitamos a aplicar una fórmula que involucra una constante cuyo origen desconocemos no hemos comprendido absolutamente nada. Y menos si tal fórmula, aunque válida a efectos prácticos, está conceptualmente mal expresada.

Tal vez por eso en los exámenes se requiere la expresión del desarrollo y no sólo el mero resultado. Porque no basta llegar al lugar correcto, además hay que llegar por el camino correcto. Sorprende por lo tanto ver que no se profesa con el criterio demandado.

Sucede entre la longitud y los ejes de las distintas elipses que no es una razón estática como el pi que conocemos. ¿No es entonces pi una de las fabulosas constantes universales, si no la más magnificente de ellas? Pi sigue siendo lo que es y lo seguirá siendo. Lo que debería cambiar son los ojos con que lo vemos.

Cuando uno estudia la geometría de la elipse es fácil reparar en una correlación inversamente proporcional: Partiendo del más estudiado círculo, a medida que uno va alargando uno de los dos ejes que poseen todos ellos sustrayéndolo del otro, encuentra que el perímetro aumenta y el área se reduce, en relación a la medida de sus ejes. Y eso nos devuelve a la noción de la elipse mínima y las mismas bases de la geometría.

Nos dicen que el punto mide 0 en cada uno de sus ejes. Nos cuentan además que no existe, lo cual suele ser motivo de no poco cachondeo. Nos hablan del punto como unidad adimensional. Y qué remedio, hacemos como que nos lo creemos, y eso responderemos el día del examen. Algunos incluso terminan por creérselo.

Al fin nos dan la buena noticia de que, teniendo otro punto más, podremos trazar un segmento entre ellos y dar el salto a la dimensionalidad. Unidimensionalidad, para ser precisos. Ya que un segmento, nos contaban mientras trazaban una gruesa raya de tiza sobre la oscura pizarra, sólo posee longitud. Idealmente, claro.

Y es entonces cuando empieza la fiesta porque con segmentos ya se pueden trazar polígonos, círculos tomándolos como radio, etc, etc. Como suele contar en su charlas Nassim Haramein, yo también miré al punto siempre de soslayo. Dice que no existe pero está ahí, ergo, miente. ¿Es el segmento más de fiar? ¿Y el resto de la geometría euclidiana? Creo que son pensamientos comunes mientras uno traza láminas, ese abstracto plano infinito, con el compás y la escuadra.
Si uno presta atención podrá ver hasta el polvillo de grafito de la mina desmenuzándose sedosamente sobre el papel. Geometría plana, ya. Quizás razones como esa lleven a pensar que el segmento tampoco es de fiar. Quizás esté yo obsesionado con las elipses pero no me cuesta mucho ver al punto como una elipse cuyos ejes valen 0. Si es que el cero existe, claro. Pero eso nos lleva a otras razones más del terreno de la filosofía que no son el tema a tratar aquí.

Podemos salvar la cuestión poniendo una coma tras ese cero, que implica estar por debajo del umbral del marco de referencia y eludir por el momento tal desafío a la razón añadiendo los valores que nos venga en gana para poder trabajar con cosas que sí que existen, que parece más sencillo que trabajar con las que no.

Ahora bien, si queremos dar el salto a la unidimensionalidad, nos hará falta otro punto. O que ese punto estático se mueva, vibre, oscile. Tampoco es el enfoque físico el que corresponde a estas líneas, vamos dejando de lado desvíos a lo largo del camino que habrá que retomar en otra ocasión.

La cuestión es que de un modo u otro hemos conseguido un segmento que yo en mi obsesión interpreto como, sorpresa, una elipse de nuevo, con valor 0 en uno de sus ejes y en el otro digamos que 1. ¿Que por qué uno? Pues porque ¿1 qué? Si no sabemos el que, siempre es 1.

Ya hemos salido de la elipse mínima que es siempre un círculo. El punto. Y ahora lo que tenemos es una elipse muy, muy chafada, deprimida. Al borde del suicidio, se diría. Esa elipse, como nuestros ojos nos revelan y el valor 0 en uno de sus ejes nos demuestra, carece de área. Es todo longitud, todo perímetro. Es el llamado segmento unidimensional. O mejor dicho, su eje mayor es el que representa dicho segmento tal como lo interpretamos nosotros. Si lo tomáramos como perímetro su valor tendría que ser, necesariamente, el doble, por lo menos.

Un pequeño paso para un punto, un gran paso para la geometría. En esta primera elipse más allá del punto podemos intuir lo que se va a convertir en una constante. El pobre punto que se ha tomado la molestia de desplazarse en un eje ha conseguido crear perímetro, longitud, pero no área. Y siempre que se desplace más en un eje que en el otro va a crear más perímetro que área en relación al desplazamiento o medida total de sus ejes respecto al círculo. Esa es la correlación mencionada antes.

Sucede que el círculo (y añadiendo el tercer eje que corresponde a la tercera dimensión, ocurre de forma análoga con la esfera) es la expresión donde se maximiza la relación del área con la suma de sus ejes.

Y aquí quiero hacer una aclaración, una reclamación y una denuncia, todo a la vez. Basta de representar a los pobres círculos con un segmento perdido en su interior partiendo de un peregrino centro en un ángulo capricho de un azar que no existe. Las elipses tienen dos ejes/diámetros, uno mayor y uno menor. Y los círculos no son menos por tener los dos ejes iguales, no es de recibo hacer elipsis de algo nunca mencionado.

Si uno visualiza los dos diámetros o los dos radios en su perpendicularidad concibe las cosas de otro modo, aprovecho para introducir aquí una noción que será de utilidad a la hora de abordar la trigonometría. Y es que, como veremos, si estamos hablando de elipses estamos hablando en cierto modo de triángulos rectángulos.

Pero volvamos a la correlación de la elipse. A mayor equidad entre sus ejes, maximización del área, siempre en relación al valor total de estos. Para muestra, un botón: en una elipse circular cuyos ejes sean ambos de valor 5, suma 10, mayor área que en una elipse con un eje 9 y otro 1, también suma 10. Y que en la elipse 8-2, 7-3 y 6-4.

Y en orden opuesto, a mayor equidad entre ambos ejes, minimización del perímetro. El círculo contiene más con menos. Ése es el culmen del equilibrio. Ése es el paso completo a la segunda dimensión, estirando esa elipse de ejes 0 y 1 hasta el 1-1. Ya tenemos un círculo, ha nacido una estrella. Con permiso del punto, claro.

La cuestión de fondo es que cada elipse tiene una razón diferente entre la suma de sus radios, que no es más que la media de sus ejes, y su perímetro o longitud. La fórmula con pi que utilizamos para la longitud del círculo va perdiendo cada vez más precisión a medida que la circunferencia se va achatando más y más. Pero no es que sea el círculo en realidad más fácil de calcular por naturaleza o porque su ejes respondan a un mismo valor. Es que hemos buscado un razón ad hoc para poder trabajar con mayor comodidad con este tipo de elipses.

No es desde luego mi intención subestimar, creo que ha quedado claro, la geometría del círculo.
Más relevante es señalar que el esfuerzo de nuestro atareado y omnipresente punto que no está creando área, está creando perímetro, siendo la elipse circular el punto central de la combinatoria donde ambos extremos se tocan y el centro se convierte en extremo de los extremos (1-9, 2-8, 3-7, 6-4, 5-5, 4-6, 3-7, 2-8, 1-9) devolviéndonos otra vez a razones más filosóficas. Al final tal vez sea cierto que todo segmento es elipse.

El descubrimiento, desde luego, no trasciende del terreno de lo personal puesto que son cuestiones largamente conocidas y estudiadas. Mucho más de lo que esta somera reflexión tiene por finalidad. Pero el enfoque, el trazado, la proyección, esos cimientos que han de estar correctamente nivelados para que la edificación pueda crecer en forma sólida y correcta, no es menos importante.

Ahora que ya sabemos lo que es un círculo, tal vez podamos intentar aproximar la longitud de su perímetro. Sabiendo, eso sí, que no necesitamos para nada 2 pi, que basta con una, y deberemos sumar ambos radios para obtener la media de sus diámetros que el caso del círculo son indefectiblemente idénticos, por eso nos vale multiplicar por 2. Y ahora sí, escríbanlo como quieran: 2pi r, pi r2, diámetro por pi, radio 1 más radio 2 por pi. Diámetro 1 (eje ¿mayor?) más diámetro 2 (eje ¿menor?) partido entre dos multiplicado por pi.
Escríbanlo como quieran pero sabiendo lo que escriben. Además de funcionar, sabrán lo que están haciendo. Aproximadamente.