lunes, 24 de marzo de 2025

Los aranceles, la palanca del poder y el cuento chino de los tres frijoles

Vamos con un poco de economía, en estos tiempos de guerra arancelaria.

Y a explicar las cosas como son, no como te las han explicado. Brevemente, pero empezando desde el principio.

Y el principio fundamental de la economía es el intercambio, esa debería ser la definición del término. Una produce manzanas otro produce naranjas, y si son un poco listos ambos podrán comer manzanas y naranjas. Mediante la guerra, lo que probablemente consigan es acabar muriendo ambos de hambre.

Así que no, los negocios no deberían ser la guerra, todo lo contrario. Pero aún con las mejores intenciones surgen problemas objetivos. ¿Una naranja por cada manzana? ?¿Y si en vez de naranjas fueran mandarinas? ¿A peso? ¿Por calorías?

No es un asunto sencillo, la verdad. Pero su mayor complejidad reside en ser campo abonado para que hasta las mejores intenciones se tuerzan. Tal vez porque por más que queramos ponernos en los zapatos del otro caminamos con los propios.

La cuestión es que en ese simple intercambio aparece siempre la búsqueda de un “margen”.

Desde aquí subrayar que cualquier margen de ese tipo va en detrimento directo de la otra parte en el intercambio. Luego, no es matemáticamente posible que los dos cierren la operación con dicho margen.

Pero a efectos prácticos, sí que pueden reclamar un precio mayor que el coste de producción. Bienvenidos al libre mercado. Cada uno pone el precio que quiere y será “el mercado” el que acepte o no ese precio y toda la teoría que se deriva. Y en principio, sobre el papel, ni pinta ni mucho menos tan malo como en realidad es.

Y precisamente es malísimo porque en primera instancia no lo parece. Oye, que gane el mejor. Vale, ok.

Ese margen del que hablábamos, que de eso iba el tema, se puede ver como un arancel.

Lo divertido del asunto es que cuando ese arancel es recíproco, se reduce a 0, luego tenemos que hablar de diferencia entre aranceles.

Y ahí es donde surge la pregunta que hay que hacerse: para que el intercambio se produzca, lo que determina el margen o el arancel que pueda poner uno, ha de ser el que la otra parte acepta.

Y parece justo porque, bueno, uno mismo acepta las condiciones, es así de perverso.

Ahora bien, bajo qué circunstancias acepta, es aquí lo determinante y es como el poder, no sólo desbarata cualquier atisbo de justicia en el marco propuesto, es que resulta el medio ideal para la imposición sistemática de sus intereses.

Porque sin naranjas, manzanas y mandarinas se puede vivir, pero sin agua no. Afortunadamente cae del cielo, de momento. Este principio tan fundamental se traduce en nuestra economía en sectores estratégicos, imprescindibles para el normal funcionamiento de la sociedad.

Y es la ley de la palanca, y la palanca en este caso es la necesidad. Y el lado largo de la palanca al final se defiende con la fuerza. Hemos pasado del ideal libre mercado del papel al fascismo distópico de la realidad en menos de lo que canta un gallo.

Energía, alimentación, y sí, hay pugnas etcétera pero al final el comodín es la carta que gana el juego. Y en la economía ese comodín es el dinero. Conceptualmente, y ése el gran error, es la unidad de origen y de destino. Cuando en realidad ni es una cosa ni otra. Y claro, el papel lo dice bien: “medio de intercambio”, pero la realidad nunca se parece demasiado al papel.

Es importante entender como los resortes del poder operan en la economía, u operan la economía, mejor dicho, del mismo modo que hay que comprender los mecanismos de una enfermedad para atajarla. Nunca fue un juego justo, y el hecho de que a estas alturas sigan tratando de darle esa apariencia quizás sea la mejor prueba de ello.

Pero imagínate que a alguien se le ocurriera arrebatarles por la fuerza lo que, a la postre, por la fuerza fue tomado (ni siquiera requiere ser justificado con una propuesta mejor). Eso no les haría ninguna gracia. Claro, ni les caía bien Espartaco. Y ahora sí: Bienvenidos al libre mercado. (De esclavos).

Pero ya lo sabías, lo que no sabías en realidad es cómo. Ni te lo enseñan ni te dejan tiempo para comprenderlo. Al final es algo que va por dentro, basta con ver por ejemplo a Milei unos instantes, no hace falta ni escucharlo: ¿paraíso de libertad o fascismo distópico? Y el que no lo vea tiene un serio problema: el de confundir lobos con corderos.

Tal vez por eso la realidad se explique mejor como un sueño. En éste estaría Milei, frente a un pequeño cuenco con frijoles, arrodillado frente un mesa oriental muy tradicional, a la cabecera, con otros tres comensales.

Agarraría del cuenco un frijol con los palillos y lo depositaría en el plato del primer comensal:

-Habéis hecho un buen trabajo recogiendo estos frijoles.


Tomaría de nuevo el frijol del plato del primer comensal y lo depositaría en el segundo:

-Por lo cual debéis recibir una remuneración justa.


Tomaría el frijol del plato del segundo comensal y lo depositaría en el del tercero:

-Además de un agradecimiento por vuestra labor.


Agarraría el frijol del plato del tercer comensal, se lo introduciría en la boca masticando un poco y proseguiría:

-Y ahora que ya sois pagos, hablemos de cómo vamos a hacer con los tres frijoles que me debéis, mientras comemos.


Y bueno, es lo que pasa con los sueños, y con algunas formas de ver la economía, aparentemente tienen lógica. Son tierras raras, las de los sueños. Casi parece un cuento chino. ¿Tú qué crees que quiere decir?


 

 

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