sábado, 27 de julio de 2019

Historia del arte


Clásico, barroco, gótico, románico. Figurativo o abstracto, realista, surrealista. Fauvista, impresionista, puntillista. Popular o elitista, afamado o maldito.
De las innumerables divisiones que se pueden establecer entre las obras de arte y que se deben enseñar en la universidad, hay una que probablemente no se menciona: la importante.

Hay tres tipos de obras de arte, en cualquier disciplina: las que son favorables al sistema, las que le son indiferentes y las que se observan como peligrosas o potencialmente perjudiciales para sus intereses, para la consecución de sus objetivos.

De las últimas, pocas ven alguna vez la luz, aunque sin duda existen. Huelga decir que no encuentran jamás ningún tipo de apoyo. Tampoco las de segunda clase suelen hallarlo. Lo que conocemos es en realidad lo que se promueve activamente, de un modo u otro, por los intereses económicos o en el mejor de los casos lo que no les resulta inconveniente.

No es nuevo. Basta pensar en Miguel Ángel y su Capilla Sixtina. O en la historia de Galileo con la iglesia católica. Bien cierto es que que Galileo era un científico, el padre de la ciencia dicen algunos, sin embargo para mí ciencia y arte están muy lejos de ser antónimos. El propio Miguel Ángel tuvo que ver su obra magna velada dado que los poderes eclesiásticos de turno entendían que la desnudez no es apropiada para dioses, por más antropomorfos que se les quiera representar.

El fondo de esa cuestión, su cáriz económico, no ha cambiado. Cambian en todo caso los formatos. Así pues el teatro decae en favor del cine, industria de propaganda por antonomasia (con sus honrosas excepciones, que alguna habrá), el cómic, muy arraigado en la tradición del imperio dominante se eleva a categoría de arte por derecho propio y por algo más.

Y si uno habla de cómic en esos términos, la obra magna por excelencia en Maus. Obra que no he tenido el placer de conocer, pero me puedo hacer una ligera idea del relato que establece. Un relato necesariamente conveniente dado el lugar que ocupa, sin cuestionar con esa afirmación su calidad. Nadie diría que Miguel Ángel pintara mal sólo porque opine que pintaba gilipolleces.

Y en cuanto a Maus, pues esa es la historia y como se ha pintado, también en el cómic, dirigido a las mentes jóvenes antes que la semilla de la duda pueda florecer en su pensamiento, la que Aristóteles afirmó como el principio de la sabiduría.

Para quien no lo sepa Maus va del holocausto. Holocausto de nombre, Judío de apellido. Porque al parecer no murieron en condiciones semejantes comunistas, maricones, gitanos, mercheros, disminuidos y tarados de toda índole.

Al menos no es lo que uno ve en la obra maestra de Spielberg. Lo único rojo que sale allí es una rosa. Tal vez sea porque unas vidas valen más que otras, porque no es lo mismo desposeer a un burgués de todas su propiedades para llevarlo a un gueto, a un campo de concentración o de trabajo o de exterminio que hacerlo con cualquier otro que no tiene voz.

No os habéis enterado de nada. Alguno leyendo esto habrá tenido entre los dientes la palabra nazi para dedicármela como calificativo. No me importa que siga ahí, no. Y menos cuando se trata de alguien que no se entera de nada. Los nazis ganaron la guerra, señores.
Alemania no, así quedó Dresde. Japón tampoco, hay peores ejemplos. Pero no os quepa duda de que la ganaron los nazis.

La ganó el Goebbles suicidado con su familia al completo o, sino él, sí lo hicieron su ideas, sus principios y sus prácticas. Los que ojos ya muy cansados pueden reconocer en casi cada esfera de nuestras vidas.

Tampoco sería justo hablar de judíos en términos amplios, pero hay que reconocer que el movimiento sionista ha sabido capitalizar la victimización (incluso en términos literales) para acto seguido pasar a convertir Palestina en campos de exterminio a cámara lenta. No creo que eso salga en la trama de Maus. Es natural, se ocupa de otro asunto más conveniente. Y cuando uno trata asuntos convenientes todo son puertas abiertas. Y lo contrario para el caso inverso. Por eso estas líneas no llegarán muy lejos. Por eso la segunda guerra mundial se ganó en Normandia y no en Kursk o Stalingrado.
Sucede que la verdad suele ser inconveniente y es lo único que respeto.

Y qué más da si la creación del estado de Israel era un plan preconcebido, qué más da si las cosas no sucedieron en los términos que han quedado grabados en el imaginario colectivo, que más da si en algunos países está penado investigar en relación a este asunto. Qué más da, nada de eso interesa. Interesan los cuentos de hadas que hacen dormir a los niños plácidamente.

Pero quien iba a pensar que al final los nazis, bajo otros colores, bajo otras banderas terminaron por ganar la guerra. Que Goebbles controlaría a las masas de todo el planeta y Von Braun llevaría al hombre más allá de éste. Nadie daría crédito.

Pero ésa es la historia. La historia del arte. Del arte de la guerra.

El problema no es que lo que se cuente no sea cierto, no. Parafrasenado esa manida expresión que todos hemos oído decenas de veces es que lo que se cuenta no es "la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad": Lo juro.

¿Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces, dijo Machado. Y, como la matemática señala, una verdad a medias es una doble mentira. La verdad no existe, dicen algunos. Y en parte es cierto: es todo mentira. Lo saben aquellos que no tienen voz y por eso ya nadie lo cuenta. Tendrás que descubrirlo por ti mismo y te llevará toda la vida. La verdad, la sabrás cuando estés muerto y así se consumen nuestras vidas, fecundas en lo irrelevante y estériles en lo trascendente.

En realidad, corrigiendo lo que afirmaba al principio, sólo hay un tipo de obra de arte.
Lo demás es mierda de artista, en lata, de artistas de mierda. La historia del arte es por lo tanto bastante corta. Se diría que en términos de arte nos hallamos, en cierto modo, en la prehistoria. En el antes de. En la ausencia de registros. En la invisibilidad.
En el páramo del registro fósil. Tan inútiles como un arco sin flecha en esta guerra de los mercados. La historia del arte, vengo a decir, aún está por empezar.