viernes, 18 de junio de 2021

El precio de la publicidad

Hace pocos días hemos podido ver un gesto poco habitual en el mundo del fútbol que además parece que está teniendo ciertos ecos.

En una rueda de prensa reciente de esta Eurocopa, un jugador tan mediático como Cristiano Ronaldo apartó unas botellas de Coca-cola que, como todos sabemos, no están ahí por casualidad. Y en su lugar plantó una botella que llevaba en la mano declarando lo evidente: "agua".

Podría parecer un berrinche de un mal día pero no es un detalle irrelevante. Según tengo entendido, es la UEFA la que recibe unos ingresos de esos sponsors y, en parte con ese dinero, premia a los clubs y selecciones por sus éxitos deportivos que, en parte con ese dinero, pagan a los jugadores.

Es cierto que sólo son futbolistas, ni economistas ni políticos, pero seguro que tienen todos bastante más claro que yo lo expuesto en el párrafo anterior, cae en el terreno de lo evidente.

Quizás sea sólo coincidencia que el gesto venga a coincidir con la agria polémica generada por la frustrada iniciativa de la Superliga, cuyo estrépito ha superado con creces el ámbito futbolístico. En cualquier caso vale la pena reflexionar sobre ello. Y no es que yo tenga nada personal contra la Coca-cola, ni muchos menos, me parece un gran invento y seguramente todos en algún momento de nuestras hemos disfrutado de ese sabor chispeante.

No obstante, es difícil no reparar en la hipocresía que supone por parte de la marca el quererse ver asociada a algo en principio tan saludable como el deporte cuando lo más razonable es vincularla a las caries y a la obesidad infantil.

Precisamente cuando jugaba a fútbol había un chico en el equipo, Tom, del que decían que tenía una enfermedad rara en los huesos a causa del abuso del refresco, me contaron que bebía unos dos litros diarios. Fuera por esa u otra causa lo cierto es que el chaval tenía al menos dos problemas.

La cuestión es que la cosa no quedó en ese gesto de Cristiano, el francés Pogba lo reinterpretó desde la perspectiva de su confesión musulmana apartando esta vez una botella de Heineken. Tampoco tengo nada personal contra el alcohol y disfruto de una cerveza de vez en cuando pero, a pesar de aquella famosa imagen de Pujol y Fábregas celebrando en el campo la victoria en el mundial, tampoco está exento de cierta hipocresía vincular bebidas alcohólicas con la práctica deportiva, no es probablemente lo que mejor la caracteriza.

Sin embargo sí que conocemos todos los problemas de alcoholismo que padecen algunas personas y las consecuencias, a veces incluso fatales, que suponen.

Y aún después, el italiano Locatelli, tras marcar dos goles en su partido, reprodujo un gesto muy similar al de Cristiano, todo esto en pocos días. Desde luego a quien no le debe parecer irrelevante es a Coca-cola que al poco veía su cotización reducida en más de un 1%, ni a la UEFA, que ha corrido a apagar el fuego recordando que "...los patrocinadores son fundamentales para la realización del torneo...". Viene a decir, con mucha cortesía, que al final son los que , en parte, les pagan el sueldo a todos, futbolistas incluidos.

La coletilla que añaden a esa afirmación: "...y para garantizar el desarrollo del fútbol en toda Europa, incluso para los jóvenes y las mujeres" sin caer en la falsedad, no deja de tener ciertos tintes de chantaje moral.

Al final lo cierto, por mucho que haya afectado el tema Covid a sus ingresos, es que el fútbol mueve cantidades exorbitantes de dinero. Y en mi opinión, excesivas. Tanto que, tal vez algunos, puedan plantearse si realmente vale la pena ser cómplices en la hipocresía de algo que va contra sus convicciones, y contra el más obvio sentido común, por unos dígitos más en sus cuentas que en realidad no necesitan.

No creo que a nadie pueda sorprenderle que los deportistas se hidraten fundamentalmente con agua, a pesar de las coloridas etiquetas de las que les rodean. Y tampoco que ciertos patrocinios no sean demasiado coherentes con esa realidad del deporte. Quizás es justo para eso para lo que pagan, para lavar su imagen y tratar de distorsionar una realidad que no conviene a sus expectativas crecientes de ventas, que convierten en irrelevante todo lo demás. Ése es el precio de la publicidad.

Por mi parte, nunca he tenido una especial simpatía por Cristiano y estoy muy lejos de la práctica musulmana de no consumir alcohol, de Locatelli ni siquiera había oído hablar antes de esta Eurocopa, pero creo que hay algo que compartimos y probablemente deberíamos compartir todos: la necesidad de ser consecuentes.