domingo, 27 de noviembre de 2016

Secretos de estado: Nunca hubo democracia.

Las personas tomamos nuestras decisiones siempre en función de la información que poseemos y eso incluye, por supuesto, la decisión de voto.

Sin embargo la información más relevante que manejan los estados sobre diversos asuntos cruciales (seguridad, política exterior, etc) queda archivada bajo secreto y no es divulgada.

Quiere decir que, en lo que son sin duda los aspectos más importantes de un país, los ciudadanos no tienen ninguna posibilidad de escoger.

Se arguyen para justificarlo cuestiones de seguridad, claro.
Es comprensible que un juez decrete el secreto de sumario en los casos que la divulgación pueda interferir en la propia instrucción del mismo, igual para el caso de una investigación policial.

También se puede comprender, en el ámbito del derecho, el secreto que avala a abogado y cliente con la finalidad de garantizar una defensa justa, tal como solemos entender, aunque éste pueda problemente ser más discutible.

Se puede entender el secreto profesional médico - paciente ya que concierne a una esfera principalmente personal que consideramos dentro del ámbito de la privacidad.

También los secretos industriales en el marco absurdo de competencia al que nos ha abocado el sistema económico.

Parece no menos razonable que el voto sea secreto para que se pueda ejercer libre de coacción. Aunque en mi opinión no debiera ser necesario en sociedades que garantizan una mínima libertad.

Pero ¿qué es el secreto de estado en una democracia? Simplemente una parte del estado que queda al margen de la voluntad de los electores. Pero no sólo es en lo tocante a las cuestiones más elementales de seguridad, abarca todas las relaciones dilpomáticas y buena parte de la política exterior.

La excusa tan cacareada de "seguridad nacional" es una gran alfombra donde los estados guardan todo tipo de basura que el público no debe conocer.

No es difícil darse cuenta de ello si un repara en filtraciones como el denominado Cablegate de Wikileaks entre otras aún más sonadas.

¿Qué clase de democracia relega el derecho a decidir a los asuntos triviales e irrelevantes? ¿De que sirve el sufragio si no se dispone de la información para ejercerlo apropiadamente? Las decisiones importantes están dispuestas antes que las urnas.

La conclusión es sencilla. Lo que llamamos democracias lo son poco más que en apariencia. Y jamás podrán serlo mientras los estados mantegan secretos respecto a sus ciudadanos. Son incompatibles con la democracia.

Claro que, en un mundo salpicado aquí y allá de paraísos fiscales blindados bajo el secreto bancario ¿a quién le puede extrañar? Nunca hubo democracia.


viernes, 1 de julio de 2016

26 J, ¿Fraude Electoral?


***Datos pendientes de contrastar***

1. Indra rebaja en unas dos terceras partes (unos 10 millones) su oferta.
  ¿Para que el PP se la pueda adjudicar?
2. Indra está siendo investigada junto al PP en la trama Púnica.
  ¿Ambos tienen mucho que perder?
3. El recuento de las actas depende directamente del ministerio del interior y su ministro, sorprendido recientemente falseando otras informaciones.
  ¿Son las prácticas habituales en interior?
4. Discrepancia radical entre sondeos a pie de urna y encuestas previas por un lado y resultados de la votación por el otro.
  ¿Todo el mundo estaba equivocado?
5. El único medio que aproxima en resultado del PP es el diario La Razón, cuyo director es amigo personal del ministro del interior según las propias palabras de éste en la filtración reciente.
  ¿Información privilegiada?
6. Por la naturaleza del voto que se aglutina en Podemos es mucho más probable perder escaños antes que votos, sin embargo con un millón menos de votos se ha mantenido extrañamente el número de escaños.
  ¿Abstención sólo en grandes ciudades y sólo en Podemos?

Por lo tanto, se deduce que:

A. Indra se adjudica las elecciones aún asumiendo pérdidas.
B. Con la garantía del PP de que la trama Púnica encuentre todas las trabas posibles.
C. Siguiendo instrucciones de interior se fija un techo electoral a Podemos de los escaños obtenidos en los comicios anteriores.
D. Los sondeos son del todo incapaces de reflejar la manipulación.
E. A excepción de La Razón que fue informada directamente desde interior.
F. No es asumible que un partido con un sustrato como Podemos pierda un millón de votos sin perder escaños.
(Ciudadanos ha perdido una cuarta parte de sus escaños con un porcentaje mucho menor de diferencia)
La manipulación es evidente por sí sola porque no es capaz de reflejar realidad alguna.

***Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia***

jueves, 14 de abril de 2016

El conflicto de interés


La ocasión hace al ladrón. Al menos eso dice la sabiduría popular. Desde una aproximación más académica, la criminalística establece que todo crimen requiere de móvil, medios y oportunidad. También desde el punto de vista de la tradición bíblica se exhorta a alejarse de la tentación, identificada como la puerta de entrada al pecado. En cierto modo, todo ello guarda relación con la reflexión acerca del asunto que motiva estas líneas:
El conflicto de interés.

Se puede encontrar definido de esta manera: Un conflicto de interés es aquella situación en la que el juicio del individuo -concerniente a su interés primario- y la integridad de una acción tienden a estar indebidamente influidos por un interés secundario, de tipo generalmente económico o personal. 

La propia definición que se ofrece puede ser ampliamente cuestionada, particularmente en lo tocante a las prioridades. Está por ver cuál sería realmente el interés primario y secundario de cada individuo y cada caso.
Pero, ¿por qué ocuparse de este asunto? Una reflexión cuidadosa conduce a identificar que esa situación se halla en la raíz de muchos y muy variados problemas en relaciones diversas de esta sociedad. En pocas palabras, está en todas partes. Precisamente por hallarse en el núcleo de las relaciones económicas que, como bien sabemos, actúan casi en cada uno de los aspectos de nuestras vidas.

La relación entre empleador y empleado. La relación entre empresa y cliente. La relación entre médico y paciente. Las relaciones de pareja o amistad. Todas ellas están sometidas en mayor medida a conflictos de intereses como veremos a continuación. Hay un conflicto de interés fundamental que propaga sus efectos a toda relación dependiente de él, y eso es, a toda relación: el conflicto de interés entre el individuo y el colectivo.

No es difícil percatarse de ello, aún viviendo completamente inmersos en una "lógica" que abarca cada rincón de la sociedad. En el mundo laboral tal vez sea donde se ve de forma más evidente: la pugna constante entre patronales y sindicatos, unos en favor de los derechos de los trabajadores, otros en pos de mayores beneficios en su cuenta de resultados. Luego, el empresario, se ve en la tesitura de lidiar con intereses contrarios. Por un lado, como cualquier persona razonable, debiera ser natural que quiera proveer a sus trabajadores de unas condiciones laborales y remuneración dignas. Por el otro, cada céntimo que invierta en ello se resta directamente de sus beneficios, de los de la empresa, de los personales o de ambos. Pero no acaba aquí la cuestión, A buen seguro cualquier empresa se enorgullece de dar un buen servicio o producto a sus clientes. Pero cada céntimo que dedique a ello va, de nuevo, en detrimento de su cuenta de resultados.

Lo cierto es que tal como está planteado actualmente no hay conciliación posible. Estamos funcionando los unos contra los otros con unas "reglas del juego" de las que la sociedad se ha dotado para civilizar en cierta medida la contienda. Carrera, enfrentamiento, pugna, lucha, guerra, son términos que describen en diferentes grados un mismo concepto.

Veamos otras partes. También el trabajador se halla atrapado es esta lógica perversa. Así, cuando un cliente de su empresa requiere de su asesoramiento es fácil que detecte que los intereses del cliente y los de la empresa caminan en sentidos opuestos. También en relación a la empresa, que le remunera por sus servicios, se reproduce de nuevo la situación. Incluso entre trabajadores hay dos tendencias fundamentalmente opuestas como son las actitudes de compañerismo y de competencia. Los clientes tampoco se libran. Al final se convierte todo en una competición, estafar o ser estafado, en distintos grados.

Huelga decir que en toda relación que no es ecuánime hay una parte fuerte que es la que siempre sale beneficiada de la aplicación de lógicas como la descrita. Bueno, al fin y al cabo sólo es dinero. Sin entrar a valorar la ligereza de la afirmación previa, veamos cómo el asunto contamina otras esferas. Pasemos a esa parte del mundo laboral que es la sanidad privada. Y aquí, por extensión, se puede pensar en la industria farmacéutica. Y es que, al final, el sueldo de mucha gente depende de que haya enfermedades. Y, por lo tanto, a más enfermedades, más negocio, más beneficios. No es difícil por lo tanto entender porqué existen casos de dentistas diagnosticando caries fantasma o psicólogos y psquiatras estableciendo diagnósticos poco menos que cuestionables. O médicos prescribiendo tratamientos pensando más en la factura que generan que en el propio cuadro clínico. Todos ellos se hallan bajo un severo conflicto de intereses. O bajo el influjo de la tentación. O, visto de otro modo, como al ladrón, se les ha brindado la ocasión.

Lo cierto es que ninguno somos ángeles. No somos perfectos. Lo que nos diferencie tal vez a unos de otros, entre muchos otros factores, sea la voluntad para corregirnos respecto a un ideal perseguido. Si ese ideal no es compartido, poco hay que hacer. Y lo que tendremos, como ahora, es un montón de individuos pero en ningún caso un colectivo.
Un colectivo requiere una meta común y la comprensión de que el de en frente es en cierto modo uno mismo. Fuera de eso, todo lo que existe son esfuerzos que se anulan unos a otros, sin orden ni concierto en un resultado que roza lo estéril. Eso es lo que sucede en las guerras, lo que se disparan entre un bando y el otro es dinero, trabajo, esfuerzo. Es el desbaratamiento de recursos más absurdo que existe. Claro que, para el vencedor, que se apropia de los recursos del vencido, es un negocio redondo. Siempre que quede algo de lo que apropiarse, claro.

Los soldados han sido por definición los que se han visto sometidos históricamente al conflicto de interés que conlleve posiblemente la mayor tensión. Entre la defensa de su país o unos ideales y el propio instinto de supervivencia. Eso se ha resuelto en el pasado vía reclutamiento obligatorio y ejecución de los desertores. Y entre muerte o muerte, ya no hay conflicto ninguno. Hay una cita que me gusta mucho, por esclarecedora, que recuerdo con precisión a salvedad de su autor: Antes, cuando las fortunas se hacían en la guerra, la guerra era un negocio. Ahora, que las fortunas se hacen en los negocios, los negocios son la guerra.

Lo cierto es que, en gran medida, no hemos dejado de estar nunca en guerra. Otra cita cuyo autor también ignoro subraya que la política es la continuación de la guerra por otros medios. Ambas señalan lo mismo: lo único que ha cambiado son las formas. El fondo de la cuestión sigue siendo en gran medida el mismo. Claro que hay unas leyes propias de la civilización, por supuesto. Pero al final lo que se condena no es actuar al margen de la ley, lo que se condena es que se sorprenda a alguien haciéndolo. Por lo menos, al margen de otros juicios menos terrenales, si los hubiera.

Cualquier sociedad sana que quiera aspirar a una cierta armonía con el medio que le rodea y entre sus propios integrantes ha de subvertir necesariamente la mencionada lógica. La competencia, piedra angular del capitalismo, aboca a tales conflictos sin remisión. Evidentemente es la parte fuerte de la relación la que obtiene beneficio del desarrollo en ese marco. La desigualdad en dicho marco, además, sólo conduce a mayor desigualdad. Y el propio exceso de poder es la semilla misma de la corrupción, cuando no de crímenes peores. Es por eso que cada uno debe ser el guardián de su hermano. No podemos anular el móvil del crimen, todos somos débiles ante la tentación, y tampoco podemos renunciar a todos los medios para ello, ambas cuestiones están en nuestra propia naturaleza. Tal vez podamos establecer los mecanismos para que la oportunidad no tenga lugar.

Los defensores a ultranza de la libertad es posible que vean en tales propuestas sus derechos conculcados. Pero eso está muy lejos de la verdad, lo que realmente temen es ver sus privilegios restringidos. La libertad es quizás la mayor mentira con la que comulgamos. La libertad es eso que disfrutan los explotadores a costa de los explotados. Las leyes, desde cierto punto de vista, son la renuncia a la libertad más fundamental. En realidad son la manera de garantizar cierto grado de libertad a todos por igual. O eso deberían ser.

No se ha mencionado aún las relaciones interpersonales tales como la amistad u otras. No están al margen de la lógica económica que se filtra en cada una de nuestras decisiones y se desarrollan bajo impulsos análogos.
Al final hay una regla de oro que vale para todo: haz a los demás lo que quieras que ellos te hagan. Desde ahí es fácil deducir su expresión inversa. No hagas a los demás lo que no quieres que ellos te hagan. No puede ser más sencillo. No es nuestra inteligencia lo que no supera el corte, si en algún aspecto somos víctimas de nuestras limitadas capacidades es en el de la honestidad. Y es que al final, en nuestro interior, cada uno de nosotros albergamos un conflicto de interés. Sabemos lo que es correcto y sabemos lo que nos conviene. Y sucede que a veces nos parecen cosas muy distintas. Aunque puede que al final sí que sea un déficit intelectual. Al parecer no hemos comprendido que lo que nos conviene es lo correcto, no porque nos convenga, sino porque es lo correcto, y que, por ser lo correcto, nos conviene.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Un perro llamado Default (La gran mentira del dinero III)

Podría haber surgido de muchos modos, claro. Pero al final, de una manera u otra, la creación de crédito iba a tocar a su fin. Hubiera dado contra un límite al final. Si se hubiera detenido en la línea de seguridad del scoring y el control de riesgos, hubiera sido similar, pero fue aún más allá.

Ahora nos adentramos en el interesante mundo del los tipos de interés negativos. Los bancos se rasgan las vestiduras, por supuesto. Prefieren cobrar por crear dinero para sí mismos, mucho más que pagar por hacerlo. No es ninguna sorpresa. La avaricia nunca lo es.

Bien, no va a funcionar. No hay solvencia para ello. Y eludir los controles de riesgo nuevamente sólo va a abocar a nuevos aumentos de la morosidad. El capital no halla rendimiento y empieza a recibir intereses negativos. Todo lo que sube ha de volver a bajar. Sobre todo, si ha de volver a subir.

Así es el capitalismo, el dinero fluye hacia arriba, se acumula por diversas vías en un efecto gravitatorio. Los grandes capitales pugnan por rendimientos cada vez más escasos. Siguen buscando sustraer más trabajo de la economía real. Llega un punto en que destruyen empleo en una espiral deflacionista de demanda decreciente. Si los tipos de interés bajan de cero, ¿qué incentivo va a encontrar el inversor? Ni siquiera atenuar la erosión de una inflación débil.

El incentivo del flujo de crédito desaparece en el punto en que el interés negativo se iguala a la inflación, generada ahora por las impresoras de los bancos centrales. No hace falta entrar en los pormenores de esas facilidades cuantitativas, el dinero no llega a los insolventes, no ofrecen garantías de solvencia por definición, y así seguirán. Con un consumo en retroceso tampoco hay expectativa de rendimiento para la inversión. No va a haber creación de empleo sin pérdidas, en el marco global.

Dice el dicho que para que no te muerda el perro no has de correr más que el perro, has de correr más que alguno de los que te acompañan.
Esa es la carrera en la que estamos todos y el perro se llama Default. Y nos irá cogiendo uno a uno mientras pugnamos por no ser el siguiente en caer. Personas, empresas, países.


Nos hemos alienado de la naturaleza de la realidad. El árbol nunca hubiera aceptado ese trato de "dame hoy la manzana, que ya subiré a coger dos mañana". Al final toda la pelea por el dinero, todos los engaños y todas las disputas resposan sobre una simple cuestión: no nos gusta trabajar. O tal vez de otro modo: queremos mucho más de lo que nuestro trabajo nos procura.

El día que las personas aprendan a vivir de los frutos de su trabajo y no del de los demás, habremos solucionado muchos problemas, no sólo en economía. Desde donde estamos hoy, el futuro nos queda a la espalda. Por este camino de huída hacia delante, no hay nada.

Lo llamaron crisis (La gran mentira del dinero II)

El invento está muy bien, sobre todo para el dueño del banco, pero tiene algunos defectos.
Si a un banco no le pagan la deuda es una faena, el pobre banco se queda sin el dinero que ha creado de la nada.
Y no lo crean para los demás, sólo faltaría, no son una ONG. Bueno, estrictamente sí lo son, pero ése es otro asunto.

Si a un banco no le devuelven la deuda pierde todo el sudor invertido en teclear las cifras de un apunte bancario o en la impresión de los formularios y demás esfuerzos de su sacrificada tarea. Costes operativos.

Además, tiene una reserva retenida a razón del dinero que ha creado y eso, en algunas mentes, computa como pérdida. El tener una capital que no obtiene rendimiento, que no crece. Coste de oportunidad lo llaman.

Esas mismas mentes entendieron que el invento era muy mejorable. ¿Por qué esperar a que se devuelva el crédito para disfrutar de ese jugoso dinero de nueva creación? ¿Cómo se podría materializar en líquido esa promesa de pago futura de los deudores?

Pues muy sencillo, mediante un vehículo de inversión. Se coge la deuda, se empaqueta, se envuelve para regalo y se le pone un lazo bien hermoso. Uno que ponga por ejemplo: Collateralized Debt Obligation.
CDO para los amigos.

Y uno se va con ese paquete tan bonito debajo del brazo al mercado, que con lo poco que le cuesta ganar el dinero a alguna gente (los bancos, que lo crean de la nada) seguro que alguien lo comprará.

Cada vez que se vendía un paquetito el sueño de la liquidez se hacía real. El dinero que antes se creaba en afanosos plazos ahora, en cuanto era creado, volvía a su creador en forma líquida mediante instrumentos como los CDO.

Hipotecas empaquetadas juntas. Es una apuesta segura, la gente antes que nada paga sus hipotecas. En el peor de los casos no iban a dejar de pagar todos a la vez. Algunos de los pormenores quedan expuestos en el el film La gran apuesta (The big short).



Resumiendo, los bancos se envenenaron entre ellos en una carrera de avaricia. Uno de los mantras neoliberales, el gran peligro de dejar la creación de dinero en manos del estado opresor, que terminó por llevar la creación de dinero a manos privadas y alejar la impresora de los gobiernos manirrotos, caía por su propio peso.

Todo ello espoleado por las políticas de bonus, incentivos y comisiones. Sin embargo las incompetentes agencias de rating seguían bendiciendo mierda con su triple A.

Lo curioso es que todos los bancos habían comprado y vendido en gran medida esas deudas, tal vez confiando que la solvencia de sus préstamos era aún peor de los que adquirían. Al fin y al cabo en alguna parte tenían que poner el dinero que creaban. Para ellos tenerlo simplemente en una cuenta dejando que lo erosione la inflación es un coste de oportunidad inaceptable. Aunque, a la postre, les hubiera ido mejor.

Cuando uno concede un préstamo y se desvincula del riesgo de impago, la calidad del préstamo no le afecta en absoluto. Y al parecer, en el mercado, importa poco lo que haya dentro del envoltorio si el lazo es bien vistoso.

Como era inevitable, algunos préstamos no se iban a amortizar. No fue ninguna maldición sobrevenida ni caída del cielo. Se sabía desde el mismo momento de la concesión del préstamo, que en muchos casos había requerido de artificios como falsear nóminas y otras lindezas. Adiós al control de riesgos, total, en cuanto se venda en el mercado el riesgo será de otro. Ése y no otro fue el detonante.

Cuando los impagos van subiendo saltan las alarmas y se inicia la reacción en cadena. Activos tóxicos, decían los periódicos. Los bancos no se fían los unos de los otros. Ni siquiera sabían lo que tenían en sus balances. Al final, lo que cuesta poco de ganar, cuesta poco de gastar.

Sucede además que, dado que todo préstamo se introduce con un interés, para que sea posible cubrir ese interés se requiere una dinámica constante de creación de nuevo dinero. Lo que viene siendo crecimiento.
En el momento en que, por un motivo u otro, cesa o disminuye la creación de crédito, no existe en el sistema dinero suficiente para saldar principal e intereses del monto total de deudas. Y entonces es cuando se para la música, como decía Jeremy Irons en Margin call, y empieza el juego de las sillas.



El resultado inevitable es que la morosidad crece. Al crecer, retroalimenta el círculo vicioso de impagos.
Y entonces es cuando los bancos centrales se ponen a imprimir papel como si no hubiera mañana, unos antes, otros después. Para cubrir las supuestas pérdias de unos bancos que en realidad no son tal.

Bueno, al final sí lo fueron ya que algo habían pagado por aquellas hipotecas basura triple A que otros concedían. Pero viendo de donde procede el dinero de su negocio, con el que las compraron, hablar de pérdidas carece de sentido. Todo lo hace y deshace la magia de la contabilidad.

Esa es la estafa en la que hemos nacido todos los que hoy caminamos por esta economía global y con los años sólo ha ido a peor.
Se sabe desde hace mucho que el capitalismo conduce a la perpetuación del capital y su incremento, lo negaron, según ellos lo refutaron y siguieron con su estafa.

Se sabe del mismo modo que los rendimientos del capital, una vez alcanzado su máximo, van a trazar una curva decreciente. Lo siguen negando porque admitirlo sería admitir su propia estafa.

En vez de eso, lo llamaron crisis. Dentro de no mucho se va a cumplir una década de una recesión que parece que no tenga fin. No lo tiene. Es la culminación de un sistema económico. No se trata de ningún error o mal funcionamiento. El sistema estaba diseñado sencillamente para esto.





La gran mentira del dinero

Hace ya algún tiempo el Bank of England publicó un sórdido boletín con el que trataba de apagar algunos fuegos.

Desde la publicación en 2006 del documental Money as debt (El dinero es deuda) algunos rumores habían corrido como la pólvora por ciertos círculos. El documental, sin ofrecer todos los detalles, apuntaba el modo en que los bancos privados se han ido, en pocas palabras, apoderando del mundo: robándonos a todos.

La cuestión despertó la curiosidad de no pocas mentes inquietas. ¿Era tal cosa posible?
Años después, el infame boletín trataba de hacer un gran cortafuegos para enterrar el asunto. El plan era asumir algunos argumentos pero emborronar el fondo de la situación. Las conclusiones que vienen a continuación se desprenden de una reflexión acerca de los hechos expuestos en ese documental y en el modo en que se crea el dinero, pero hasta ahora no se han pronunciado públicamente con todas las letras.

Y al parecer eso es lo que el mencionado boletín trataba de encubrir. Deshagamos el velo.
Los autores, que me imagino deben tener la desfachatez de hacerse llamar economistas, se expresan en los siguientes términos:

 Just as taking out a new loan creates money, the repayment of bank loans destroys money

Fuente: http://www.bankofengland.co.uk/publications/Documents/quarterlybulletin/2014/qb14q102.pdf


 Es decir, admiten la creación de dinero de forma efectiva por parte de la banca privada pero acto seguido afirman que al devolver la deuda, ese dinero se destruye. Ah. Todo arreglado entonces, no es tan grave. ¿Seguro? Veámoslo con más detalle.

Continúan su exposición con un ejemplo de compra a crédito en un supermercado. Muy bien.
Vamos a partir de su misma premisa, que al prestar dinero el banco lo está creando, respaldado por una reserva fraccionaria.

Pongamos una reserva de un 10%, eso significa que un banco para prestarme 100 libras ha de tener en reserva sólamente 10. Las 100 libras las crean cuando yo pido el préstamo. En este caso, cuando pago a crédito en el supermercado.

Me han dejado 100 libras, que no tenían, respaldadas por 10 que sí. Y yo pago las 100 en el supermercado. Esas 100 libras, de nueva creación, están ahora en la cuenta del supermercado. Nadie va a destruir esas 100 libras.

Muy al contrario, cuando yo devuelva esa deuda, ingresaré 100 libras en la cuenta del banco, más intereses. Un banco que, recordermos, al principio de la jugada sólo tenía 10. Ahora tienen 110 libras y los intereses. Milagro.

Simplemente los bancos crean dinero que en última instancia es PARA ELLOS MISMOS. No dejo de preguntarme cómo este pequeño detalle les ha pasado inadvertido a los sesudos especialistas del "prestigioso" Bank of England. Tal vez hayan confundido en su ejemplo una tarjeta de crédito con una de débito. Le puede pasar a cualquiera. Me he expresado en libras para facilitar la comprensión del artículo a economistas británicos.

Lo que se destruye en realidad es un falso apunte contable en negativo que el banco ha anotado en su balance. Ellos apuntan "Me deben 100" y cuando se lo devuelven lo tachan. Y todos en paz.
Lo cierto es que, como hemos visto en el ejemplo, esas 100 libras nunca las tuvieron antes de conceder el préstamo. Y el hecho de que se las anoten como "pérdidas" hasta que se las devuelvan es una real pantomima.

Lo triste del señalado boletín (llegó a titulares) es que, más allá de sus intenciones, es una chapuza infumable. Una vez asumida la premisa, que es correcta, no hay modo de enmascarar las consecuencias obvias que se desprenden.

LA BANCA PRIVADA NO SÓLO CREA DINERO, LO CREA PARA SÍ MISMA.