miércoles, 15 de febrero de 2017

La paradoja de Snowden

Es harto conocida la posición de Edward Snowden como activista pro-privacidad. Sin embargo se reveló ante la opinión pública mundial por el hecho de liberar información clasificada. ¿Cómo se reconcilia esta aparente paradoja? Bajo mi punto de vista el caso es magnífico y singular para abordar la cuestión de la privacidad y el secreto.

Snowden de hecho hacía uso del correo cifrado que ofrecía Lavabit, empresa que se negó a facilitarle el trabajo a los perseguidores del ex-analista viéndose obligada a cesar su prestación de servicios. Más irónico si cabe es que agencias que se definen por su secretismo priven al público de funcionar bajo su misma lógica hermética.
Si asumimos como válida la aseveración de que la información es poder no es difícil darse cuenta de por qué. No es por lo tanto el resultado de un análisis ético filosófico sobre los modos de proceder que resultan aceptables o no, por lo menos no aplicando a todos el mismo criterio. Esas agencias gubernamentales sostienen mediante sus actos que ellos pueden tener secretos y los demás no. Y su preocupación podría ser razonable, como no menos razonable ha de ser la preocupación de cualquier ciudadano respecto al secretismo de tales agencias.

Y el caso de Snowden es tal vez el ejemplo más gráfico de ello, al parecer pasará a la historia como uno de los mayores filtradores de información. Por supuesto no hay más paradoja en su posición a favor de la privacidad que la aparente. En el marco actual sería algo similiar a combatir el fuego con fuego. De hecho en su caso utilizó ciertos mecanismos de privacidad para poder desvelar una serie de informaciones clasificadas, la privacidad de algunas agencias gubernamentales de EEUU.

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿La privacidad es buena, o no lo es? Antes de responder a esa pregunta, y adelantando que no siempre hay respuestas simples para cuestiones complejas, creo importante señalar que, en mi opinión, es ya a fecha de hoy una batalla perdida. La cantidad de información que se genera, además incrementada en los últimos años de forma exponencial por los dispositivos móviles, está fuera de todo control. Hemos tenido sonados ejemplos de hasta donde alcanzan las redes de espionaje de algunas agencias en años recientes, incluyendo dirigentes de relevancia internacional.

Luego, tal como yo lo entiendo, no veo que la lucha pueda ser por blindar esa información y más teniendo en cuenta que la expresión seguridad informática es un oxímoron de premio. En todo caso el terreno de la discusión debería ser la gestión de dicha información. Sucede que la privacidad y el secreto se pueden definir como una herramienta, algo que cumple una función. Y como es conocido las herramientas no son nunca el problema último, que radica realmente en su uso.

Personalmente no comparto el punto de vista de Snowden, considero que deberíamos encaminarnos hacia sociedades más transparentes y más abiertas a todos los niveles. Y es que al parecer los secretos son legítimos en pocos más casos que el de desvelar otros secretos. La razón es que la privacidad, en la gran mayoría de casos, sirve por lo general para ocultar actividades impropias cuando no directamente ilegales. Por otro lado tampoco parece tener mucho sentido que funcionarios u otros fisguen en fotografías privadas de diversa naturaleza, tomando por ejemplo el llamado celebgate. Supongo que los argumentos contrapuestos al final apuntan a una cierta posición de equilibrio pero en realidad no hay grandes razones de peso para mantener muchas cuestiones dentro de la esfera de la privacidad. Aparte, por supuesto, de todo lo que se debe ocultar. Y es que con la excusa de la defensa de la privacidad al final lo que se presta es un paraguas bajo el que se resguardan una amplia gama de conductas indeseables.

Lo cierto es que la privacidad no tiene que ser lo mismo que la ocultación aunque pueda confundirse. La privacidad es que algo no sea de dominio público y el secreto es la necesidad de ocultarlo. Y las mayores atrocidades que comete el ser humano forman parte de este último caso y se resguardan para el paraguas que se brinda al primero. De hecho pienso que vivir teniendo que ocultar algo apenas es vida y es más bien vivir una mentira lo que bajo mi punto de vista no vale la pena.

Aunque lo cierto es que hay que tener en cuenta el estado actual de las cosas donde leyes injustas oprimen a los ciudadanos y sus propios gobiernos conspiran contra ellos en secreto. No se trata al final de invadir la privacidad ni la intimidad de nadie. La batalla como decía ya antes es en el marco de darle una gestión justa y transparente a la información sin que nadie tenga que ver su intimidad invadida. Al final la pregunta es ¿qué es lo que tenemos que ocultar? Los justos se ocultan de los injustos. Y los injustos, se ocultan de los justos. También los injustos se ocultan de otros tanto o más injustos que ellos. Pero entre personas justas, donde no se coacciona y no se estigmatiza, donde en definitiva no se vulneran los derechos del otro, no debería haber nada que ocultar. Y en mi opinión ése es el tipo de sociedad que deberíamos tratar de construir, el resto de alternativas son meros sucedáneos que jamás alcanzarán el potencial óptimo latente, como Nash demostró con su teoría de juegos.

Lo cierto es que estamos muy lejos de eso pero difícilmente lo alcanzaremos caminando en dirección opuesta. De momento seguimos viviendo en un mundo de mentiras y miedo donde unos han de esconderse de otros. Y es posible que partiendo de esa situación no nos hallemos en condiciones de superar los desafíos que nos reserva el futuro. Pero que esto no sea motivo de preocupación para nadie, si no estamos en condiciones de enfrentar con éxito ciertos retos es sin duda alguna porque no merecemos superarlos. Y en ese sentido no hay engaño posible, la realidad es despiadada e inflexiblemente justa. Tal vez la humanidad no sea más que un borrón en el margen de los renglones de la historia.