¿Es posible que
todo lo que creemos saber sea incorrecto? Tomamos como prueba de la
validez de nuestros conocimientos su demostración práctica, a tenor
del llamado método científico. Si funciona experimentalmente valida
de forma automática la teoría subyacente.
En realidad hoy en
día sabemos que las cosas no funcionan así y que algunas teorías
tienen un ámbito de aplicación acotado. Funcionan en un escenario
pero no en otro. Estoy pensando por ejemplo en la relatividad. Eso de
algún modo debería darnos una pista sobre la cuestión que
planteaba al principio.
Que las cosas
funcionen no es lo mismo que saber exactamente por qué las cosas
funcionan. Eso lo podemos comprobar la mayoría de nosotros cada día
con el mero hecho de encender el televisor, el ordenador o responder
a una llamada.
Funciona, sí, o al
menos la mayoría de las veces, pero ¿sabemos realmente cómo y por
qué? Y ahora no me refiero al común de los usuarios de tales
tecnologías si no a los propios ingenieros que las diseñan. Lo
cierto es que comprendemos en una medida muy limitada el
funcionamiento físico, químico y matemático del mundo que nos
rodea.
Y para darse cuenta
de ello no hace falta acudir a las fronteras últimas del
conocimiento y la investigación más puntera, no. No hace falta
pensar en física cuántica. Basta con reparar en las bases más
elementales sobre las que se sustenta ese gran constructo al que
llamamos ciencia, la religión de nuestros días. Ese dios sí que
obra milagros que podemos ver todos a diario.
No hay edificio que
ascienda recto desde cimientos torcidos y nuestra ciencia, siguiendo
con la metáfora arquitectónica, tiene toda la apariencia de una
gran torre de Pisa. Si se parte de unas premisas experimentalmente
válidas pero erróneas en su comprensión, al profundizar en esa
área de conocimiento van a aparecer problemas irresolubles. Y es
mucho más difícil volver atrás para enmendar el error que hacerlo
bien desde un principio, precisamente porque las premisas testeadas
experimentalmente se toman como irrefutables y difícilmente se
cuestionan.
¿Es posible
entonces que ni siquiera sepamos calcular correctamente el perímetro
de una circunferencia? Y no, no me refiero al final del infinito
irracional de Pi, una aproximación es a todos los efectos válida.
Pero una aproximación correcta.
Pi r2, nos enseñan.
Y nos cuentan que esa razón matemática que es pi, la relación
entre el radio de una circunferencia y su perímetro o longitud la
descubrieron años ha en la Grecia clásica, ya preocupados en cierto
modo por su irracionalidad. Pero dejaremos las cuestiones
concernientes a la historia para otro capítulo.
Nos dicen que el
doble del radio multiplicado por ese mágico número nos dará la
cifra que necesitamos. Y aquí es importante reparar en que decir “el
doble del radio de una circunferencia” es equivalente a decir
diámetro.
Pi r2, diámetro por
pi. A efectos prácticos son exactamente lo mismo. Los números que
vamos a combinar en la operación son idénticos. En cambio, las
imágenes, los conceptos que estamos combinando en nuestras cabezas
son bien distintos. Tal vez irrelevante en el corto plazo.
Si la inclinación
del pavimento es muy ligera, el primer piso dará la apariencia de
estar recto, quizás el segundo y el tercero. Sin embargo si uno
pretende edificar hasta el piso 50, podrá comprobar como ese pequeño
error inicial, casi inapreciable, “despreciable” en un marco
acotado, va magnificándose a cada nuevo piso edificado, con el
resultado final de que uno ya no está donde debería estar.
Vuelvo a la analogía
del edificio porque es así como funciona la ciencia y como se
construye el conocimiento, a hombros de gigantes, como dijera Newton.
Admirable sin duda. Pero sin menoscabo al respeto merecido tal vez
valga la pena revisar si algunos de esos gigantes cojean.
Podemos complicarlo
un poco más, y nótese que estamos hablando de algo tan elemental
como el perímetro de un círculo. Volvemos a pi r2. Porque cuando
dicen r2, parecen decir que hay que multiplicar, por alguna
inescrutable y misteriosa razón, el radio dado, por la no menos
misteriosa y mágica cifra 2, el padre de todos los pares (con
permiso del cero).
Pero, y he aquí mi
duda, ¿debo multiplicarlo por la sinuosa cifra, o debería sumar el
valor de dos radios? El resultado, de nuevo, es exactamente el mismo.
Que multiplicar por dos es sumar una misma cifra es aritméticamente
evidente pero de la manera en que se conceptúa no necesariamente lo
es. Entonces cual es la fórmula correcta para calcular el perímetro
de la circunferencia, ¿pi r2, diámetro por pi, la suma de un radio
y otro, multiplicado luego por pi?
De hecho el caso aún
es más grave y puede llegar a despertar suspicacias cuando no
levantar sospechas. Lo que a mí me enseñaron en el colegio fue 2pi
r. En aras de la tolerancia, alguien de talante conciliador, amigo
de todos levantará cordialmente los brazos diciendo: -¡Pero si es
lo mismo!
Y en cierto modo
podría pasar por serlo, como veremos. Acto seguido añadirá,
reafirmándose: ¡Al final es lo mismo! Y cuando dice aquí “final”
se refiere exclusivamente a su finalidad que es calcular la longitud
de la circunferencia, no al final que pueda cumplir tal fórmula en
la caja de herramientas con las que se intenta entender el todo. Este
segundo final, que sí es el final, está algo más lejos. Y para
este último caso, no, ni de lejos es lo mismo.
Sabrán calcular la
longitud de la circunferencia, cogerán los números y escribirán un
resultado correcto, pero en realidad, no sabrán que están haciendo.
Porque se saben las tablas y se saben la fórmula pero en realidad,
lo único que han hecho es aprender un proceso por mímesis.
No conocen los
conceptos con los que están trabajando, no llegan a interiorizar sus
razones, simplemente memorizan. A mí me sucede cuando voy con más
gente a algún lugar. Difícilmente recuerdo el camino, sigues la
corriente y ya está. En cambio, si hago ese camino solo recordaré
hasta algunos detalles.
De hecho a los
alumnos ni siquiera se les acompaña por ese camino de razonamiento,
se les teletransporta a ese lugar del saber . Todo en aras de la
productividad, de la mal entendida eficiencia, de la funcionalidad.
Eso sí, más vale que al despejar una ecuación no se dejen ningún
paso.
En realidad la
mayoría de jóvenes que salen de los templos del conocimiento que
son las universidades, o deberían ser, no son más que los abortos
de las mentes creativas que pudieron haber sido. Hay razones
culturales pero sobre todo pesan las de la economía empresarial que
lleva la batuta de la sociedad. Y así hemos llegado hasta donde
estamos, pensando poner un pie en marte sin saber siquiera calcular
la longitud de un círculo.
¿Crees que sí que
sabemos? En realidad no sabemos ni lo que es un círculo. Llegados a
este punto alguien puede pensar que hay muchas maneras de hacer las
cosas y sin duda es así: por lo general hay muchas incorrectas y una
correcta.
El círculo, no en
vano icono de la perfección, no es más que la elipse perfecta de
las infinitas elipses posibles, es la elipse cuyos ejes, diámetros o
radios, están en equilibrio. No están por un lado los círculos y
por otro las elipses, están las elipses y entre ellas, los círculos.
Siendo los círculos una infinitesimal parte de las posibilidades que
contienen éstas. No es un problema de nomenclatura, es un problema
de como organizamos los muebles de nuestras cabezas, por lo general
poco amuebladas.
Pero el círculo
mola mucho, está de moda. Desde los clásicos griegos por lo menos.
Además están siempre las tan cacareadas razones prácticas. Pero
cuando las cosas se plantean mal desde el principio las consecuencias
no se hacen esperar demasiado. Y más si uno se hace trampas al
solitario y en lugar de comprender se dedica a tomar medidas,
convertirlas en teoría y, aquí viene lo más grave del error, creer
que ha comprendido. Porque de ahí salió la irracionalidad de pi, de
nuestra propia irracionalidad. Del mismo sitio que ha salido la
irracional física cuántica. Exactamente el mismo proceso, el mismo
problema, el mismo lugar.
Calcular el
perímetro de una elipse es francamente complejo. Los griegos, en
virtud de sus necesidades, encontraron que para el caso del círculo
existía una relación constante con el radio de la circunferencia
que se mantenía invariablemente en todas las elipses que cumplen la
condición de círculo, eso es: una elipse con los dos ejes iguales.
¿Nos da pi la solución mágica al problema del perímetro de la
elipse? Definitivamente no. Nos sirve, del mismo modo que a los
griegos de hace siglos como aproximación funcional. Pero si nos
limitamos a aplicar una fórmula que involucra una constante cuyo
origen desconocemos no hemos comprendido absolutamente nada. Y menos
si tal fórmula, aunque válida a efectos prácticos, está
conceptualmente mal expresada.
Tal vez por eso en
los exámenes se requiere la expresión del desarrollo y no sólo el
mero resultado. Porque no basta llegar al lugar correcto, además hay
que llegar por el camino correcto. Sorprende por lo tanto ver que no
se profesa con el criterio demandado.
Sucede entre la
longitud y los ejes de las distintas elipses que no es una razón
estática como el pi que conocemos. ¿No es entonces pi una de las
fabulosas constantes universales, si no la más magnificente de
ellas? Pi sigue siendo lo que es y lo seguirá siendo. Lo que debería
cambiar son los ojos con que lo vemos.
Cuando uno estudia
la geometría de la elipse es fácil reparar en una correlación
inversamente proporcional: Partiendo del más estudiado círculo, a
medida que uno va alargando uno de los dos ejes que poseen todos
ellos sustrayéndolo del otro, encuentra que el perímetro aumenta y
el área se reduce, en relación a la medida de sus ejes. Y eso nos
devuelve a la noción de la elipse mínima y las mismas bases de la
geometría.
Nos dicen que el
punto mide 0 en cada uno de sus ejes. Nos cuentan además que no
existe, lo cual suele ser motivo de no poco cachondeo. Nos hablan del
punto como unidad adimensional. Y qué remedio, hacemos como que nos
lo creemos, y eso responderemos el día del examen. Algunos incluso
terminan por creérselo.
Al fin nos dan la
buena noticia de que, teniendo otro punto más, podremos trazar un
segmento entre ellos y dar el salto a la dimensionalidad.
Unidimensionalidad, para ser precisos. Ya que un segmento, nos
contaban mientras trazaban una gruesa raya de tiza sobre la oscura
pizarra, sólo posee longitud. Idealmente, claro.
Y es entonces cuando
empieza la fiesta porque con segmentos ya se pueden trazar polígonos,
círculos tomándolos como radio, etc, etc. Como suele contar en su
charlas Nassim Haramein, yo también miré al punto siempre de
soslayo. Dice que no existe pero está ahí, ergo, miente. ¿Es el
segmento más de fiar? ¿Y el resto de la geometría euclidiana? Creo
que son pensamientos comunes mientras uno traza láminas, ese
abstracto plano infinito, con el compás y la escuadra.
Si uno presta
atención podrá ver hasta el polvillo de grafito de la mina
desmenuzándose sedosamente sobre el papel. Geometría plana, ya.
Quizás razones como esa lleven a pensar que el segmento tampoco es
de fiar. Quizás esté yo obsesionado con las elipses pero no me
cuesta mucho ver al punto como una elipse cuyos ejes valen 0. Si es
que el cero existe, claro. Pero eso nos lleva a otras razones más
del terreno de la filosofía que no son el tema a tratar aquí.
Podemos salvar la
cuestión poniendo una coma tras ese cero, que implica estar por
debajo del umbral del marco de referencia y eludir por el momento tal
desafío a la razón añadiendo los valores que nos venga en gana
para poder trabajar con cosas que sí que existen, que parece más
sencillo que trabajar con las que no.
Ahora bien, si
queremos dar el salto a la unidimensionalidad, nos hará falta otro
punto. O que ese punto estático se mueva, vibre, oscile. Tampoco es
el enfoque físico el que corresponde a estas líneas, vamos dejando
de lado desvíos a lo largo del camino que habrá que retomar en otra
ocasión.
La cuestión es que
de un modo u otro hemos conseguido un segmento que yo en mi obsesión
interpreto como, sorpresa, una elipse de nuevo, con valor 0 en uno de
sus ejes y en el otro digamos que 1. ¿Que por qué uno? Pues porque
¿1 qué? Si no sabemos el que, siempre es 1.
Ya hemos salido de
la elipse mínima que es siempre un círculo. El punto. Y ahora lo
que tenemos es una elipse muy, muy chafada, deprimida. Al borde del
suicidio, se diría. Esa elipse, como nuestros ojos nos revelan y el
valor 0 en uno de sus ejes nos demuestra, carece de área. Es todo
longitud, todo perímetro. Es el llamado segmento unidimensional. O
mejor dicho, su eje mayor es el que representa dicho segmento tal
como lo interpretamos nosotros. Si lo tomáramos como perímetro su
valor tendría que ser, necesariamente, el doble, por lo menos.
Un pequeño paso
para un punto, un gran paso para la geometría. En esta primera
elipse más allá del punto podemos intuir lo que se va a convertir
en una constante. El pobre punto que se ha tomado la molestia de
desplazarse en un eje ha conseguido crear perímetro, longitud, pero
no área. Y siempre que se desplace más en un eje que en el otro va
a crear más perímetro que área en relación al desplazamiento o
medida total de sus ejes respecto al círculo. Esa es la correlación
mencionada antes.
Sucede que el
círculo (y añadiendo el tercer eje que corresponde a la tercera
dimensión, ocurre de forma análoga con la esfera) es la expresión
donde se maximiza la relación del área con la suma de sus ejes.
Y aquí quiero hacer
una aclaración, una reclamación y una denuncia, todo a la vez.
Basta de representar a los pobres círculos con un segmento perdido
en su interior partiendo de un peregrino centro en un ángulo
capricho de un azar que no existe. Las elipses tienen dos
ejes/diámetros, uno mayor y uno menor. Y los círculos no son menos
por tener los dos ejes iguales, no es de recibo hacer elipsis de algo
nunca mencionado.
Si uno visualiza los
dos diámetros o los dos radios en su perpendicularidad concibe las
cosas de otro modo, aprovecho para introducir aquí una noción que
será de utilidad a la hora de abordar la trigonometría. Y es que,
como veremos, si estamos hablando de elipses estamos hablando en
cierto modo de triángulos rectángulos.
Pero volvamos a la
correlación de la elipse. A mayor equidad entre sus ejes,
maximización del área, siempre en relación al valor total de
estos. Para muestra, un botón: en una elipse circular cuyos ejes
sean ambos de valor 5, suma 10, mayor área que en una elipse con un
eje 9 y otro 1, también suma 10. Y que en la elipse 8-2, 7-3 y 6-4.
Y en orden opuesto,
a mayor equidad entre ambos ejes, minimización del perímetro. El
círculo contiene más con menos. Ése es el culmen del equilibrio.
Ése es el paso completo a la segunda dimensión, estirando esa
elipse de ejes 0 y 1 hasta el 1-1. Ya tenemos un círculo, ha nacido
una estrella. Con permiso del punto, claro.
La cuestión de
fondo es que cada elipse tiene una razón diferente entre la suma de
sus radios, que no es más que la media de sus ejes, y su perímetro
o longitud. La fórmula con pi que utilizamos para la longitud del
círculo va perdiendo cada vez más precisión a medida que la
circunferencia se va achatando más y más. Pero no es que sea el
círculo en realidad más fácil de calcular por naturaleza o porque
su ejes respondan a un mismo valor. Es que hemos buscado un razón ad
hoc para poder trabajar con mayor comodidad con este tipo de elipses.
No es desde luego mi
intención subestimar, creo que ha quedado claro, la geometría del
círculo.
Más relevante es
señalar que el esfuerzo de nuestro atareado y omnipresente punto que
no está creando área, está creando perímetro, siendo la elipse
circular el punto central de la combinatoria donde ambos extremos se
tocan y el centro se convierte en extremo de los extremos (1-9, 2-8,
3-7, 6-4, 5-5, 4-6, 3-7, 2-8, 1-9) devolviéndonos otra vez a razones
más filosóficas. Al final tal vez sea cierto que todo segmento es
elipse.
El descubrimiento,
desde luego, no trasciende del terreno de lo personal puesto que son
cuestiones largamente conocidas y estudiadas. Mucho más de lo que
esta somera reflexión tiene por finalidad. Pero el enfoque, el
trazado, la proyección, esos cimientos que han de estar
correctamente nivelados para que la edificación pueda crecer en
forma sólida y correcta, no es menos importante.
Ahora que ya sabemos
lo que es un círculo, tal vez podamos intentar aproximar la longitud
de su perímetro. Sabiendo, eso sí, que no necesitamos para nada 2
pi, que basta con una, y deberemos sumar ambos radios para obtener la
media de sus diámetros que el caso del círculo son
indefectiblemente idénticos, por eso nos vale multiplicar por 2. Y
ahora sí, escríbanlo como quieran: 2pi r, pi r2, diámetro por pi,
radio 1 más radio 2 por pi. Diámetro 1 (eje ¿mayor?) más diámetro
2 (eje ¿menor?) partido entre dos multiplicado por pi.
Escríbanlo como
quieran pero sabiendo lo que escriben. Además de funcionar, sabrán
lo que están haciendo. Aproximadamente.
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