sábado, 3 de agosto de 2019

El reloj de cristal

Usurpando algo del enfoque relativista, lo que es avanzar y retroceder cobra un significado mucho más cuestionable. Hasta tendría sentido avanzar retrocediendo y retroceder avanzando. Al final el movimiento es un fenómeno relativo, ¿no?

Relativamente relativo, para más sorna. Pensemos por ejemplo en un círculo. En un cuerpo describiendo una trayectoria circular, girando vamos. Es indudable que ese giro tiene un sentido, una dirección. El hecho del movimiento es absoluto. Lo que es realmente relativo es su sentido. Porque si uno mira esa trayectoria circular verá que el movimiento del giro en su mitad superior es hacia el lado inverso que en su mitad inferior.

Del mismo modo un reloj, con la aguja de las horas, viaja de izquierda a derecha desde las 9 a las 3 y de derecha a izquierda desde las 3 a las nueve, ¿sí? Entendamos pues que la denominación de giro dextrógiro o levógiro es pura convención.
Porque, dándole al asunto una vuelta más, y nunca mejor dicho, si convertimos en cristal la esfera del reloj (y esfera le llaman por plana que sea) y vemos ahora nuestro reloj de cristal desde el lado opuesto notaremos que las agujas corren en sentido contrario y se invierte el giro. Y si en lugar de números hay sólo unas marcas en cada hora no podremos saber si estamos del derecho o del revés y mucho menos que hora es.

Luego, de que el giro tiene un sentido podemos estar seguros. Lo que no estamos en condiciones de determinar en términos absolutos es cuál es ese sentido. Depende del observador y, cuando un observador define el sentido del giro, se puede decir que en realidad lo que está definiendo es su posición respecto a éste antes que el propio sentido del giro.

Y es que el giro va hacia abajo. Y va hacia la derecha. Y va hacia la izquierda. Y va hacia arriba. Y vuelve a empezar. El giro va en todas direcciones. Pero no va en ninguna. Se diría que no se mueve. Pero gira.

El giro es un cambio constante de dirección. Y a la vez una repetición del mismo trazado. El giro es la vibración visto de lado. Y cuando el giro encuentra una resistencia homogénea en todas direcciones, resulta circular antes que elíptico.
¿Y hacia que lado vence el giro esa resistencia? Bueno, tal vez dependa del punto de vista. Tal vez hacia un lado o el otro. Tal vez hacia todos lados, tal vez hacia ninguno, y por eso gira.

Si el universo fuera un sinfonía, el giro sería su obstinato. Una figura que van a repetir en diferentes tempos, tonos y timbres los diversos instrumentos de la orquesta. Pero es una metáfora que no me acaba de convencer, sugiere la idea de un director divino que agita su batuta cual varita mágica. Tampoco creo que el giro tenga de hecho voluntad propia. Lo que creo es que gira porque no tiene más alternativa. Porque hay una causa que lo impele y el giro es su consecuencia, del mismo modo que el giro es causa a su vez, del mismo modo que unos engranajes hacen girar a otros.

Y si aceptamos que todo fenómeno tiene una causa precisa y exacta que lo origina y que azar es sólo otra forma que tienen de nombrar los hombres su ignorancia, es inevitable entender que las cosas son de la única manera que pueden ser y no pueden ser de otra manera.

Y no sólo eso, si nuestro sentido común y la razón quieren rehuir la quimera del infinito en esta cadena de acontecimientos causales, no queda más opción que replegarla sobre sí misma convirtiendo la última consecuencia en la primera causa, si es que tal noción tiene, como el giro, sentido. Si es que un círculo tiene principio o final, si no son todos su puntos equivalentes. Si no es un círculo su propio centro, ya que, tratar de hallar razón alguna entre su longitud y su radio sólo aboca al infinito. Y bajo tal premisa no queda más que aceptar un eterno retorno en los términos que propusiera Nietzsche.
Al final lo que se encuentra es la manera de hallar el infinito: huyendo de él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario