Desde el pensamiento moderno se suele contemplar la idea de que las religiones, de un modo u otro nos han engañado. Otros siguen hallando ahí su verdad. Sin entrar en esa discusión, hay otra posibilidad de la que jamás se oye hablar: que fueran los dioses quienes han engañado a los hombres.
Si uno observa las diferentes tradiciones culturales del globo, apreciará detalles, se diría, caprichosos, a primera vista.
Así en la región del mediterráneo oriental y oriente medio, tanto en la cultura musulmana como judía, se proscribe el consumo de carne de cerdo. En una latitud bien apartada, en la india, el consumo de carne que está vetado es el de ternera. Todo ello vinculado a la religión, que de algún modo son las pautas dadas por dios a los hombres, presuntamente.
Lo que cabría preguntarse es qué lógica hay detrás de ello. No es difícil advertir que, de tratarse de algún tipo de planificación coordinada respondería a una lógica de diversificación, idéntica a la que se emplea en el ámbito financiero, entre muchos otros. Así, si alguna enfermedad de ganado se trasmitiera a la población, por ejemplo a través de la carne de cerdo, allí donde no lo comen quedarían exentos. Otros credos plantean directamente opciones veganas como el jainismo.
Asumiendo de nuevo la posibilidad de esa estrategia coordinada en los mensajes dados por los dioses a los hombres, sorprende la cuestión de las lenguas. Lo razonable en favor de una integración global sería dotarlos de una única lengua. En cambio sólo en la zona de oriente medio tenemos la raíz fenicia, que recuerda a runas nórdicas y que deriva en arameo y hebreo, la cuneiforme procedente de Babilonia y los jeroglíficos egipcios. Un poco en la línea del mito de la torre de Babel donde dios confunde a la gentes haciéndoles hablar diferentes lenguas.
Y es curioso porque, por poca movilidad que hubiera existido en la zona sería de esperar una mayor sinergia y similitudes. Sin embargo lo que vemos en Egipto recuerda más a los mayas, al otro lado del Atlántico, que lo que hay a unos pocos kilómetros. Lo que sugiere que no existió contacto ni intercambio mientras se desarrollaron esos sistemas.
También determinados estilos de construcción en piedra, que es de lo poco que resta del pasado distante, aún habiendo sido utilizados a veces como canteras, parecen cruzar los océanos sin problemas.
Más tarde los griegos hicieron un esfuerzo en asemejar su cosmogonía teológica a la del antiguo Egipto, algo que posteriormente hicieron los romanos respecto a la cultura griega. Así, en tal cultura este dios tiene este nombre y en aquella aquel otro, pero son la misma identidad, antes del viaje hacia el monoteísmo.
Y hacían bien los griegos en mirar a Egipto porque al final las obras realizadas son de algún modo función del excedente que dicha cultura produce y por lo tanto también función de la calidad y cantidad de sus registros históricos. De Abydos, junto al Nilo, salió la lista de reyes que registra incluso el tiempo en que Egipto fue gobernado por dioses. Obviamente desde el pensamiento actual se interpreta en clave mitológica, por más que el resto del listado sea fundamentalmente correcto, una vez contrastado con otras fuentes. Algo parecido a lo que sucede con Platón y la Atlántida.
Tal vez en otras regiones lo que sucede es que no se conserva memoria, pero lo cierto es que hay otro tipo de testimonios. Y es que indagando en esa pretérita cultura megalítica global, ahondando en las raíces de esas tradiciones religiosas, acaba siendo imposible no ver una planificación común, y seguramente en interés de los planificadores y no de los planificados: tras las huellas de los dioses.
La biblia habla de un Edén, donde Adán y Eva moraban desnudos. Y no es sino tras morder la manzana del conocimiento, del árbol del centro del jardín, ofrecida por la serpiente, que les está explícitamente prohibida, que empiezan a cubrir sus cuerpos, entre otras consecuencias.
La ciencia de la evolución explica sencillamente que un buen día nos caímos del árbol. No en vano, para la ciencia, la aparición de la conciencia es un punto difuso como lo es la aparición de la vida en sí, incluso su propia definición.
Y ni siquiera digo que no sea así, pero tal vez habría que tener en consideración todos los testimonios, y sin duda no son muchos los que nos han llegados desde tiempos tan remotos.
Lo que las evidencias muestran es un proyecto planificado a escala global, con el denominador común del oro, cuya importancia en las diversas culturas es imposible de explicar por la función que desempeñaba en ellas. Así que podemos recapitular un poco y ver con qué tipo de dioses tratamos:
Sabemos que les gusta el oro, y dudo mucho que sea por una mera cuestión decorativa.
Que mientras gobernaron mantuvieron a varios grupos humanos más bien aislados.
Y que, asumida la planificación global, adoptaron distintos nombres en los diversos lugares.
No parecen prácticas guiadas por un sentido noble de transparencia. Todo lo contrario.
De hecho todo parece tener mucho más sentido si vemos al Adán no como un individuo, si no como una raza desprovista artificialmente de conciencia para el desarrollo de determinadas tareas.
Y, conociendo en algo al ser humano, no se me ocurre qué serpiente podría introducir en ella la semilla del conocimiento. Claro que, si el jardín del Edén fueran a la postre campos de trabajo, no parece que la versión de dios en esto sea demasiado clara.
Muy al contrario, recuerda un poco al inefable Hawass que nos dice por activa y por pasiva que no había esclavos en Egipto cuando está llenos de representaciones de látigos, que según él deben ser sin duda para espantar moscas.
Hay algunos elementos en Egipto que se repiten una y otra vez: el ankh, la vara con doble pico y empuñadura con cabeza de ave (donde yo no puedo evitar ver un pterodáctilo) y un bastón con forma de interrogante que ilustra muy bien el misterio. Porque sin duda algo de misterio hay en que ninguno de esos objetos representados hasta el hartazgo haya llegado hasta nuestros días más que en forma de representación, o por lo menos acerca de sus funciones.
Otro dato curioso que hallamos en la biblia es que dios hizo al hombre “a su imagen y semejanza”. Y, si damos por válidas las funciones hasta aquí planteadas para el diseño, cabe preguntarse qué interés podría haber detrás del hecho de que fuera tan a su imagen y semejanza. Eso unido a otros relatos como en el que los hijos de los dioses yacen con las hijas de los hombres nos da una idea de cuales podrían haber sido esas funciones.
Y analizando la sociedad contemporánea, no sorprende hallar que esto siga siendo un enorme burdel, tal vez es que los dioses que diseñaron al ser humano para la esclavitud a perpetuidad nunca se fueran expulsados y sigan, entre nosotros, esclavizando y violando a la humanidad sólo que de formas más sutiles. Tanto como para contarnos la historia explicando que el ser humano fue desterrado del paraíso por su pecado original, el de haber adquirido conciencia.
Qué duda cabe de que los dioses mienten.
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