Parece bastante evidente que las dos guerras mundiales del siglo XX
son determinantes para conocer tanto nuestro presente como nuestro
pasado reciente. Estudiarlas, comprenderlas e interpretarlas
correctamente. Así a bulto, incluso sin saber gran cosa, parece el
lugar apropiado por donde empezar.
Tirando de ese hilo
se pueden llegar a conclusiones como las planteadas en este artículo:
https://www.meneame.net/story/mano-negra-nacional-sionismo
Pero tal vez incluso
podamos dar algún paso más, allí se mencionaba el papel de
Heisenberg como líder del proyecto nuclear alemán en tiempos de la
segunda guerra mundial.
Hay que comprender
que hoy en día las guerras se ganan en muy buena medida con
tecnología. Hasta cierto punto como ha sido siempre, ya desde el
acero de Damasco o el de Toledo. Otros dicen la logística, sin duda
hay varias aproximaciones clave, pero qué duda cabe que la ciencia está
entre ellas.
Ya hace años
que escribí un muy breve relato que, asumiendo los presupuestos del
panteísmo científico, asimilaba esa "ciencia" a lo que a la postre sería, desde
esa tesis, el conocimiento de “dios”:
https://laterceraley.blogspot.com/2016/09/todo-es-informacion.html
Pero no quiero
descolocar a nadie con nociones que tal vez le resulten demasiado exóticas.
Basta con rememorar los episodios que dieron “fin” a la última
gran guerra: Hiroshima y Nagasaki.
No son otras que las
tesis de Von Neumann de destrucción mutua asegurada, M.A.D., por sus
siglas en inglés, especialmente apropiadas, las que han mantenido el
mundo en una suerte de guerra fría durante las últimas décadas. Y
mencionar que Von Neumann estaba entre los que consideraba apropiado
el uso de tal ingenio en el modo que se llevó a cabo (sic).
Sirva lo hasta aquí
dicho para centrar la cuestión en una expresión que, a primera
vista, y a segunda y sucesivas, repele a cualquiera en nuestros
tiempos, por lo aparecen como connotaciones racistas. Proviene de
aquella primera mitad del siglo XX, de los ámbitos relacionados con
el nazismo, se hablaba de “ciencia judía”.
Teniendo en cuenta
que en nuestro paradigma científico actual son mentes como las de
Einstein las que han escrito en realidad muchas de sus últimas
líneas, sorprende la carga despectiva que suele ir asociada. Se
diría que es la mejor ciencia que tenemos hasta la fecha y que
explica en parte que los nazis no convirtieran Alemania en el reich
de los 1000 años.
También es cierto
que en concreto en la física, que es al fin y al cabo la disciplina
en la que podemos encontrar enmarcado en Proyecto Mahattan, que a la
postre es lo que ganó la guerra para EEUU, y más en particular en
su rama de la mecánica cuántica, se diría que se ha llegado a un
cierto estancamiento.
Revisando escritos
de Heisenberg, cuyo papel como líder del proyecto nuclear nazi es
clave para entender el escenario, uno se sorprende de que una mente
científica llegue a demoler por completo los pilares mismos de la
ciencia. Se diría que es una demolición controlada, y me explico:
Heisenberg es un
nombre propio dentro de la física teórica, sobre todo por el
principio de indeterminación que lleva su nombre, que es la
interpretación imperante en nuestros días sobre los fenómenos
observados en la mecánica cuántica.
En breves palabras,
señala a una naturaleza probabilística de la física en la escala
atómica y subatómica. No es posible conocer a la vez posición y
velocidad de una partícula, se plantea todo un nuevo marco
conceptual en que las leyes de Newton ya no rigen y la estadística
entra en juego, cuestionando la esencia misma de la realidad. Esta
noción queda ejemplificada en el popular caso del gato de
Schrödinger.
Y profundizando un
poco más, se puede leer al propio Heisenberg planteando la
acausalidad como explicación de las observaciones, algo que más que
producto de su tiempo realmente parece impropio de una mente
científica. (Newton, mucho antes, no me consta que cometiera ese error). Es la muerte literal de la ciencia. O por lo menos
llevarla por un camino muy, muy equivocado.
De lo que no tengo
duda es de las capacidades de Heisenberg así que lo que viene a
cerrar la explicación es la situación de conflagración que vivió.
O la guerra en la que en cierto modo tomó parte.
En el ámbito científico, incluso de divulgación son casi legendarias las
discusiones de Einstein con esa escuela indeterminista, con su “dios
no juega a los dados” de Einstein respondido por Bohr “no digas a
dios qué ha de hacer con sus dados”.
Charlas de patio de
colegio, al final. El tema es que, siendo el desarrollo científico
un valor estratégico en términos militares, resulta impensable que
éste quede en manos del papel público de las universidades. Y no se
trata de público o privado, se trata de que los desarrollos
estratégicos son en nuestros días secretos, por definición. Como
lo fue en su momento el Proyecto Manhattan. Hay numeroso indicios de ello. A contemplar, entre otros, puede resultar curioso que mentes como la de Turing o Majorana encuentren extraños finales.
Luego, no es tan
extraño lo que, grosso modo, viene siendo un estancamiento de un
siglo en la física teórica.
La fecha de
referencia es 1927 y Solvay el lugar. Puede parecer exagerado, pero
lo cierto es que ya desde entonces relatividad y cuántica aparecen
como irreconciliables, ése es el hecho.
Y hablando de irreconciabilidades, la del ámbito militar y el
científico aparecen plasmadas en la vida de Oppenheimer, motivo de
una película reciente que resulta útil para acercar la idea al
público general. De ahí se pueden extrapolar algunas otras. Einstein
desde que va a Princeton no vuelve a publicar nada y después de ver
lo que hicieron con las bombas atómicas se arrepintió toda su vida
de escribir la carta al presidente de los EEUU que impulsó su
desarrollo.
Tal vez con datos
como estos, que no suelen aparecer en los titulares ni en primer
término, si no más bien debajo de la disimulada doblez de una página,
podamos empezar a comprender algo mejor el mundo en el que vivimos.
Pero me estoy alargando y aún no he llegado a donde quiero llegar, aunque algunas
pinceladas quedan dadas. Se diría que tras la primera guerra mundial
se frena el desarrollo teórico o se le lleva a un callejón sin
salida, y tiene mucho sentido. Y puede que alguien más se diera
cuenta cuando se habló en algún momento de “ciencia judía”.
¿Acaso hay otra ciencia que la ciencia, a secas? ¿Sólo
reminiscencias del pensamiento xenófobo de la época, y aún más,
del nazismo?
Podría ser. La
respuesta seguramente la hallemos estudiando la materia en sí misma,
o más bien la teoría que la describe. Y la verdad es que empezamos
mal porque, partiendo de que en 1927 la élite del pensamiento
científico del momento, se inclina por la interpretación de
Heisenberg (indeterminación) en lugar de la de DeBroglie (onda
piloto, ambos en la fotografía de arriba) el problema aparece como
“irresoluble en su propia naturaleza”. Algo que filosóficamente
resuena con Kant y la idea de incognoscibilidad.
Si la decisión que
se tomó entonces fue éticamente acertada o no, o cualquier otro
juicio de valor, no es el objeto de estas líneas, quizás alguien
pueda pensar que debería serlo y es un aspecto que abordar. Pero el
hecho es que no fue una decisión científicamente acertada desde el
punto de vista de la física.
Sorprende a su vez
que el propio Einstein, en el centro de la fotografía, ganador del
Nobel precisamente por el efecto fotoeléctrico, asociado a la
corpuscularidad de la luz, pudiera tener voz en el lugar desde el que
se generó tal decisión. Aunque no es menos cierto que se pasó el
resto de sus días pronunciándose en contra. Planteó algunas
contradicciones obvias junto con otros colegas, pero no generó el
desarrollo teórico que la liquidara.
Así pues, saliendo
de Solvay la indeterminación como interpretación a aplicar, si uno
se acerca al problema, ve que se parte de la descripción de la
partícula exclusivamente como onda. Lo de DeBroglie era una onda que
guiaba a la partícula, aunque sin duda es mucho más natural verlo al
revés: la partícula guía a la onda. Pero seguramente la partícula
no convenía mencionarla para los fines expuestos.
Y si se parte de la
premisa (errónea) de la onda sin partícula la puerta de entrada a
la teoría es la función de onda. Se dice que fue Max Born, también
en la foto, el que la “bautizó” para su uso en la matemática
con la letra griega psi, que tiene este aspecto: Ψ
Ese detalle, que en
principio parece trivial, tal vez no pase desapercibido para aquellos
demasiado viejos como para creer en casualidades:
Para el que no lo conozca, la imagen de arriba representa una
elegante menorá, el candelabro de siete brazos tradicional del
judaísmo que inevitablemente traza con sus tres brazos centrales una
preciosa letra griega psi. Una vez hecha la asociación, o se podría
decir “después de reconocer la firma”, no queda más remedio que
revisar el desagradable concepto de “ciencia judía”.
Yendo al terreno
puramente científico, la aproximación desde la función de onda no
tiene demasiado sentido y parece en en sí misma la causa misma del
problema que pretendiera solucionar, más allá de sus complejidades
intrínsecas. ¿La conclusión? Que la mecánica cuántica está en
realidad aún por desarrollar, subrayando el término “mecánica”
de la expresión.
Y a partir de aquí
podemos abordar otras consideraciones que seguramente deberían ser
previas:
¿Debe o no debe ser
desarrollada? (Públicamente, a nadie se le escapan los rumores sobre
fenómenos que el paradigma científico actual no estaría en
condiciones de explicar). Si mi opinión no fuera que sí, no
cobrarían estas líneas su completo sentido. Ni serían necesarias
si hace casi 100 años algunas de las mentes más brillantes del
planeta no hubieran llegado a la conclusión contraria.
El dilema apunta
directamente al problema del fin y los medios. Incluso llegados a
este punto a alguien le pueden sorprender las conclusiones presentadas,
tal vez debiera ponerse en situación de la carnicería que la
primera guerra mundial significó. Aún así, los intereses que
terminan finalmente promoviendo ciertas decisiones permanecen en una
profunda sombra. Esa, literalmente, Mano negra.
Mi impresión es que
solo vemos máscaras sin llegar a escrutar el verdadero rostro tras
ellas más que en el vacío de la mirada. Y la única manera de
escapar de la manipulación es la absoluta transparencia. Son los
secretos lo que en buena medida nos hacen manipulables y campo
abonado para que determinados intereses tiren de uno u otro hilo para
conducir nuestros destinos. Y no se puede decir que para bien.
Pero no quiero
complicarlo más de momento, lo que es obvio es que el contexto no es
el mismo que el de hace 100 años, por más que ciertos principios
continúen inamovibles. La problemática del desarrollo científico
en relación a sus implicaciones no es un tema nuevo ni banal,
reflexiones como las de Kaczynski, catalogadas como de “neoluditas”,
no me resultan ajenas en absoluto y fueron objeto de estudio previo:
https://laterceraley.blogspot.com/2017/01/kaczynski-el-freedom-club-la-sociedad.html
Aunque sin duda es
un tema lo bastante relevante como para abordarlo por separado,
siendo en realidad las presentes líneas su apéndice y no al revés.
La conclusión, vaya
por delante, es que el problema nunca es de la herramienta es siempre
del uso, más en un caso de lo que en realidad es ciencia base. Si
uno analiza con detenimiento la causa raíz de los conflictos geopolíticos encontrará que la escasez de recursos constituye uno de
los factores más relevantes, y entre ellos un papel fundamental es
la cuestión de la energía.
En mi opinión los
problemas de la sociedad no tienen tanto que ver con la tecnología
como con su uso, y ese uso, a través del mercado, que es la forma de
guerra de la economía, viene dictado por un escenario global de
limitación de recursos. Y muchos de ellos qué duda cabe que son
limitados por definición, es en parte lo que justifica el bloqueo
científico ante desarrollos que sólo pudieran dotarnos de mejores
armas con las que destruirnos unos a otros y tal vez nuestro
ecosistema por el camino.
Sin embargo, debería
ser el desarrollo tecnológico el que a su vez pudiera paliar en
alguna medida esas tensiones. Es un arma de doble filo, por supuesto,
como al final todo lo es. Ventajas e inconvenientes. Y la decisión ha
de provenir desde la plena consciencia de que puede resultar
equivocada y con consecuencias incluso catastróficas. Lo cual viene
paliado por el hecho de no poder saber qué es lo que realmente
hubiera pasado cambiando el signo de la decisión. Y aún más, bien
comprendido, al final todo se revela como la única posibilidad
factible (aprovechando para sacar de la carrera otra de las
interpretaciones de la cuántica, la de Everett, que es la la que apunta
a los multiversos).
No parece que esa
negación hacia nosotros mismos, por más peligros que encierre la
situación (encerremos, a la postre) resulte natural más que como
resultado de un contexto muy concreto, máxime cuando a través de
ese peligro se oculta la posibilidad de resolver, por lo menos en
importante medida la causa raíz del peligro. Y muchos otros
problemas que convierten la experiencia de vivir en algo para algunos
prescindible.
Al final es la
condición humana la que debe dar la respuesta. Y no parece que la
decisión tomada en Solvay, que no deja der ser resultado de cierta
forma de paternalismo, en el mejor de los casos, y una decisión
estratégica en el peor, represente en realidad a los intereses de la
humanidad en su conjunto. Ni ahora ni entonces. Y la afirmación no
ignora la ética que debe, no sólo acompañar todo desarrollo
científico, si no ser el objetivo en sí mismo.