lunes, 11 de septiembre de 2017

El estado del sinsentido

Muchos significantes, a fuerza de su uso y abuso, por lo general a la ligera, terminan vaciados de contenido. La expresión "sentido de estado" es para mí uno de ellos. Corresponde entonces redefinirlos para volverlos a llenar de intención.

Sentido de estado es tener la conciencia de que el estado representa una suma de voluntades y difícilmente puede equivaler a la voluntad de una persona dada, menos aún de las situadas en los márgenes del espectro político.

Es saber que uno no gobierna para sus votantes sino para todos los electores y para los que ni siquiera poseen tal facultad o no la ejercen. Es saber que se gobierna también para los votantes de la oposición y no contra ellos. Es saber que el gobierno es una herramienta para el progreso de todos y no de enriquecimiento propio.

Sentido de estado es saber que seguirá habiendo un estado tras el final de la legislatura, independientemente del resultado de las elecciones y que la responsabilidad no termina con la acción de gobierno.
Sentido de estado es saber que los grandes proyectos de un país tienen mucho más recorrido que los cuatro años entre votaciones.

Sentido de estado es saber que ni los medios públicos ni hacienda están para servir a los intereses del partido que gobierna. Es saberse administrador de la voluntad de un pueblo y responsable en parte de su destino.

Sentido de estado es saber que promover el ánimo de concordia es lo más sensato que puede hacerse desde un gobierno al margen de los réditos electorales.

Es saber que a la sociedad no se le puede imponer un cambio que no se halla en condiciones de asimilar, por mucho que sea a golpe de democracia, y que tampoco se pueden postergar los cambios que ésta demanda.

Eso es lo que yo entiendo cuando veo escrito o hablo de sentido de estado. Pero en la política actual debe tener un significado completamente distinto que no alcanzo a comprender o en verdad brilla por su ausencia.

Porque sentido de estado no es utilizar a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado como herramientas de la pugna política.
Ni privar a otras partes del estado o a la población de información relevante o distorsionarla para fortalecer una posición política.

El sentido de estado es incompatible con todo ello y con el incumplimiento de los pactos alcanzados con otras formaciones.
El sentido de estado, aunque algunos lo puedan creer así, no es maniobrar tras bambalinas para dinamitar un posible pacto de gobierno, aritmética natural tras el resultado de unas elecciones.
Ni derribar al rival político aún por encima de los estatutos del propio partido o retorciéndolos con cargo a difuntos.

No,todos estos hechos sucintamente apuntados aquí y de los que hemos sido testigos en los últimos tiempos son todo lo contrario al tan cacareado sentido de estado. Más bien contribuyen de forma decisiva al presente estado del sinsentido.

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