Todos en nuestras vidas experimentamos vacíos de información respecto al contexto que nos rodea. Dudas, incógnitas, falta de certidumbre. Y lo cierto es que las diferentes personas las manejan de forma muy distinta.
Así, existen estructuras muy verticales en las que la curva que dibujan las probabilidades que asignamos a cada posible respuesta de una incógnita sería muy pronunciada y el caso inverso en que sería muy plana, por representar ambos extremos, y teniendo en cuenta que esa curva puede variar ante cada cuestión particular, aunque muy probablemente podamos pensar en patrón general como resultado de una media.
El tipo de pensamiento más arborescente, el más horizontal, tiene la ventaja de contemplar posibilidades que otros pensamientos más verticales desprecian, ese “thinking out of the box” que parece que empieza a valorarse en alguna medida. A su vez, los pensamientos más verticales poseen mayor capacidad de focalizar la atención y son por lo general estos los que toman la riendas del mundo por esa mayor orientación hacia objetivos concretos. Todo tiene un precio, o mejor dicho un coste.
De lo planteado en el párrafo anterior se deduce que: a pensamientos más arborescentes, más horizontales, mayor es la distancia que se da entre los extremos de las posibilidades. Pongamos un ejemplo un poco absurdo por su simplismo pero que seguramente sea el más ilustrativo.
Si alguien recibe una noticia inesperada de que va a obtener una cantidad de dinero indeterminada, automáticamente hará una estimación de qué cantidad podría ser: 10, 100, 1000, un millón…
El pensamiento vertical hará un estimación de un rango más estrecho y pasará a pensar qué podría hacer con esa cantidad, por ejemplo. El horizontal, al contemplar un rango más amplio de posibilidades, podrá dedicar menos trabajo a profundizar en los siguientes pasos, siguiendo en paralelo el caso planteado.
Todos tenemos la habilidad de pensar de las dos formas y ambas se dan de forma natural y continua pero la relación entre crecimiento horizontal y vertical varía.
Y tampoco sorprende a nadie que, errare humanun est, nuestras estimaciones puedan estar equivocadas.
Nuestras estimaciones, previsiones y expectativas tampoco son estáticas, muy al contrario son fruto de la información que recibimos del contexto y se van adecuando a éste.
Luego, podemos imaginar una situación en la que existe un desencadenante en el contexto que lleva a un cambio de ponderación de las posibilidades asignadas a cada posible respuesta a un duda o incógnita.
Y en un pensamiento realmente arborescente, más asociado con las actividades del arte y el librepensar, al producirse una mayor distancia entre las posibilidades, tal es su reflejo en la conducta del sujeto.
Porque en realidad aquí no hablamos sobre las expectativas de recibir una cantidad, como en el ejemplo, hablamos de vacíos de información que involucran la misma naturaleza de la realidad, de nuestra existencia, de nuestra relación con los otros, etc...
Y el denominador común es una (presunta) distancia con la realidad que nos rodea. Un error de apreciación que no se da en pensamientos más verticales, o con menos frecuencia y magnitud, porque al sobreponderar un rango estrecho de posibilidades, es más improbable que un desencadenante externo varíe la estructura de esa imaginaria curva.
En el momento en que ese fenómeno se produce, cuando la atribución de mayor probabilidad a una posible respuesta cambia, se puede afirmar que está cambiando nuestra apreciación de la realidad, aunque a la postre sólo sea en términos de potencialidades.
Y cuando la distancia entre esas dos posibilidades es amplia podemos estar ante lo que se diagnostica como esquizofrenias y las conductas que las caracterizan.
Sin embargo se da la circunstancia de que el diagnóstico se produce siempre desde el punto de vista de la realidad consensuada que compartimos todos, si es que tal entelequia de alguna manera existe, y que es análoga en ciertos aspectos a lo que en derecho se conoce como “verdad jurídica”, que es la realidad en base a los hechos demostrados y que no tiene por qué coincidir con lo la realidad.
Situación que recuerda a aquel paciente, ya con el acta de defunción firmada, que inesperadamente levanta la mano hacia su esposa, informándole de que aún vive, a lo que ésta responde: -Cállate. ¿O es que vas a saber tú más que el médico?
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