Hagamos un pequeño experimento mental, eludiendo el hecho de que la relación entre las partículas entrelazadas sea proporcional o inverso. Imaginemos uno de esos accidentes o averías de automóvil que nos resulta tan cómico, desde fuera del coche, en que una rueda se desprende del eje y sigue su propio camino.
Sin duda cuando ambas ruedas giran solidariamente con un eje, podemos decir que están entrelazadas. Es muy evidente cuando las vemos girar. También es bastante obvio que, si una se desprende del eje estando en funcionamiento, continuará con su sentido de giro hasta que el rozamiento con el medio detenga la energía que la impele.
Y da lo mismo cuanto tráfico circule entre la rueda desprendida y ese coche con tres ruedas, nada de eso va a perturbar el giro de la rueda. El hecho de tener las rueda tapadas, o en mitad de una densa noche en la que nada podemos ver, no va a cambiar nada. En cuanto vemos el sentido de giro de una de las ruedas, podremos establecer en que dirección de giro ha salido despedida la que falta.
Y si posee suficiente energía o en ausencia de rozamiento, de resistencia, seguirá con el mismo sentido de giro ad aeternum. Esa “acción fantasmal a distancia” que mantiene la rueda girando, ya se puede adivinar, es una vieja conocida:
El entrelazamiento cuántico es resultado directo de la primera ley de Newton. No hace falta más para explicar las observaciones descritas. La pura y simple inercia.
A través de ese medio, que se diría que asemeja a un sutil líquido, que apenas parece ofrecer resistencia. De alguna manera, se podría decir que el entrelazamiento cuántico es la memoria del agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario