CONCLUSIONES
A la
luz de esta nueva interpretación puede entenderse que la interacción
gravitatoria sea mucho más leve que el magnetismo que la origina
mediante la tesis de la autocancelación atómica y la concepción de
toda materia como imán potencial, sin entrar en los pormenores de su
integridad funcional. También justifica que siga la ley del cuadrado
de las distancia y que no exista gravedad con signo opuesto.
De
ser correcto el planteamiento implicaría que la física de
partículas moderna se habría pasado de frenada en busca de
colisiones de cada vez más energía en los ciclotrones, cuando el
propio material del espacio se hallaría a una escala
significativamente más accesible.
Con
la interpretación correcta del espacio tal vez sea posible pensar
en modos más eficientes de apartarlo antes que atravesarlo bajo
principios análogos a los de la aerodinámica, en una escala
inferior. Tal vez alinearlo para transitarlo en las mejores
condiciones posibles. La velocidad de la luz es el límite de ese
medio según la relatividad. Corresponde pues hallar la forma de
eludirlo.
El
medio del fenómeno electromagnético: Agua, aire y espacio.
Se
suele explicar la electricidad como un flujo de electrones.
Más
bien se trataría de la transmisión de una señal a través de ese
sistema de electrones, de modo análogo a como una ola se desplaza
por la superficie del mar.
Y es
bajo esa lectura cuando surge una cuestión, podría decirse
ontológica:
¿Lo
que se desplaza es un elemento del medio o el propio medio en sí?
Si
examinamos el funcionamiento de un transformador, sabiendo que la
circulación de una corriente eléctrica crea un campo magnético
perpendicular, vemos que desde el bobinado primario se genera un
campo magnético, por necesidad cilíndrico y con un cierto sentido
de giro.
Lo
que se crea es un vórtice en el medio.
Que
a su vez es recogido por un material diamagnético, que presenta
resistencia a ese empuje magnético.
La
electricidad es la manera que tienen las cosas de moverse cuando se
han de mover pero no pueden hacerlo, entre otras. Es es en parte la
respuesta a la vieja cuestión del objeto inamovible y la fuerza
imparable.
Pero
volviendo al vórtice, se conoce que presenta una dirección de giro
en relación a la corriente eléctrica que lo genera.
Salvando
las distancias, podríamos ver al electrón como una piedra que cae
perpendicularmente en la superficie de un lago. La ondas que genera
son el campo magnético.
La
parte del lago es más semejante a la realidad, pero el electrón no
sería exactamente una piedra, más bien es una onda generando otra
onda.
Y es
natural, sucede que nos cuesta ver las cosas que no vemos. Tan
natural como que al lanzar una bola en una pista de bolos el aire ha
de desplazarse de forma perpendicular a la trayectoria de ésta.
La
atmósfera es un medio a presión, para mover un elemento hay que
desplazar otro. Del mismo modo que bajo las olas de mar. Y del mismo
modo que en el vacío del espacio, en el espacio en sí.
Interactuamos
razonablemente bien con el agua, aún siendo transparente la vemos,
se diría que es el elemento fundamental de la vida como la
conocemos. El oxígeno se podría decir que no lo vemos, pero lo
palpamos y respiramos, es si cabe aún más elemental que el agua
para nosotros. Y más sutil aún y más primigenio es el propio
espacio, del que cabe esperar un comportamiento análogo en su
escala.
Agua,
aire y espacio. O líquido, gas y “vacío”. Desde cierto punto de
vista, lo que llamamos vacío es un estado de la materia. Espacio, en
realidad. El término vacío debería reservarse para una ausencia
completa de elementos con los que interactuar.
El
problema es que el espacio nos es transparente tanto a la vista como
al tacto.
Si
vamos a un líquido y generamos un vórtice, dando vueltas con una
cucharilla a un café, nos es fácil percibir el resultado de nuestra
acción y la mecánica que genera. Bien notamos el aire que desplaza
un ventilador. Y bueno, desde luego no se puede decir que la
electricidad no interactúe con nosotros, cuando forma parte de
nuestros propios mecanismos biológicos, pero lo hace de un modo que
se percibe de manera cualitativamente distinta.
El
medio que es el espacio ha de tener sin duda unas propiedades. La
energía se desplaza por él en un amplio espectro de frecuencias que
percibimos de maneras muy distintas.
Tanto
el calor como la luz visible son excitaciones de ese medio. Respecto
al calor, lo interpretamos con la vibración de las moléculas,
claro. Pero vuelve la misma cuestión ontológica: ¿es la molécula
la que se mueve, o el medio que la sustenta?
¿O
realmente, siendo un medio a presión, no se puede desplazar una cosa
sin desplazar otra?
La
pregunta de si fue antes el huevo o la gallina es fundamentalmente
capciosa. Es obvio que fueron las dos cosas a la vez.
***
La
relatividad y la ley de Ohm
Por
Einstein sabemos que la materia es una forma de energía muy
concentrada.
Pero,
¿qué es la energía? Es a la postre una excitación del medio. Y
todo fluye por el camino de menor resistencia.
Se
puede definir la resistencia como oposición al cambio. Si reparamos
en la analogía formal que presenta la famosa ecuación de Einstein y
la ley de Ohm, cabe interpretar a la masa como una forma de
resistencia. Y, siguiendo con la analogía la potencia, equivaldría
a la energía:
E =
m · c²
P =
R · I²
Ahora
bien, dentro de la ley de Ohm la potencia se define como el producto
del voltaje y la intensidad: P= V · I
Siendo
el Voltaje el producto de la resistencia y la intensidad: V= R · I
Según
la analogía propuesta la intensidad sería al final una velocidad.
La
velocidad se define como una “tasa”, una relación entre espacio
y “tiempo” que al final pone en correlación dos magnitudes
espacio. (El tiempo como tal no existe, no es una entidad física
como ya se ha postulado en trabajos anteriores, ver “Las leyes de
la causalidad y la muerte del tiempo”, entre otros)
Se
puede ver por lo tanto la velocidad como un número racional, una
fracción.
Y es
que sin duda la intensidad es el voltaje dividido por la resistencia:
I = V / R
Esto
nos dice que voltaje y resistencia son medidas del mismo género. Un
voltaje puede ser la resistencia de otro, y una resistencia puede ser
el voltaje de otra.
Bien
sabido es que la diferencia de potencial es un fenómeno relativo. Y
la referencia a tierra es, desde el punto de vista teórico, del todo
arbitraria.
Sabemos
que el medio tiende a eliminar esas diferencias de potencial bajo
ciertas circunstancias.
Es
el mismo principio de los vasos comunicantes.
En
el caso de la inducción electromagnética, volviendo al caso del
transformador, nos valemos del medio para convertir las
características de una energía dada. Se emite al medio desde la
bobina primaria y se recoge en las proporciones deseadas en la
secundaria.
No
se recoge más trabajo del que se envía, de hecho se registran
pérdidas en forma de calor.
Pero
hay un trabajo que el medio parece abocado a realizar, y no es otro
que lo que conocemos como gravedad. Se diría que las altas
concentraciones de energía que constituyen la masa tensan el medio,
en el sentido más tradicional que propuso Einstein.
Ése
es, y no otro, el agente transmisor que Newton buscó sin éxito en
su día. Pero la historia, aunque no se repita, como dijo Mark Twain
pareciera que rima, y también Einstein, habiendo planteado la
solución al problema de Newton, terminó topándose con una “acción
fantasmal a distancia” en lo que se conoce como entrelazamiento
cuántico.
La
naturaleza del espacio, del medio primigenio, parece tan esquiva como
la de la gravedad.
Volviendo
al mencionado principio de los vasos comunicantes, para que éste
opere, ha de existir un canal de comunicación. En el caso de la
diferencia de potencial un medio conductor.
Los
semiconductores se caracterizan por fijar un umbral de modo que,
desde cierto punto de vista, funcionan como un interruptor. Y en el
momento que el umbral es superado se produce el efecto de
transmisión.
La
masa, que como hemos visto es una forma de resistencia, y resistencia
se refiere respecto al movimiento en el propio medio, aparece como un
fenómeno estable. Su constituyente, átomos, quarks, presentan una
situación de estabilidad. Son una diferencia de potencial que no
haya camino para disolverse en el medio, creando por tanto una
estructura acumulativa.
Y lo
hacen necesariamente con los elementos constituyentes del propio
medio como pieza fundamental. Y con movimiento. Ése movimiento del
espacio en el espacio es el responsable de las interacciones
electromagnética y gravitatoria que al final son expresiones de un
mismo fenómeno.
No
hay masa sin gravedad ni hay gravedad sin masa. Del mismo que no
puede existir un monopolo magnético.
Cuando
se deshace la estructura atómica grandes cantidades de energía son
liberadas, energía cinética, que es el único tipo que existe.
De
alguna manera se presenta un tipo de equilibrio entre las fuerzas
centrífuga y centrípeta: el giro por su naturaleza aleja del centro
y es el medio el responsable del efecto opuesto.
Para
que tal equilibrio pueda suceder ambas fuerzas deben estar en algún
grado compensadas.
En
el caso del átomo la fuerza centrípeta viene dada por la carga
eléctrica, que atrae al electrón hacia el núcleo y es la fuerza
centrífuga la que evita que éste colapse contra el núcleo.
Tal
equilibrio genera las diferentes capas electrónicas de los
diferentes elementos creando “canales” en los distintos puntos de
equilibrio.
La
fuerza centrífuga a la postre no es más que la primera ley de
Newton, la inercia, y es que cuando un objeto se desplaza en
trayectorias circulares está corrigiendo constantemente su rumbo,
por lo tanto venciendo la inercia, lo cual requiere una fuerza
centrípeta que lo compense.
Cuando
observamos las galaxias, lo que vemos es que giran alrededor de un
centro de masas.
Luego,
la distorsión que se genera en el medio por el que se desplazan ha
de ser del orden de magnitud de la fuerza centrífuga que se genera,
siendo la relación entre estas dos fuerzas lo que determina si
existe un estado de equilibrio o una dinámica, bien de disgregación
o bien de colapso.
Lo
intuitivo sería que el medio se dilate en función de la fuerza
centrífuga pero, en este caso, al tratarse de objetos constituidos
por el propio medio y, al aumentar la velocidad, estar aumentado a la
vez la masa, no parece existir posibilidad de escape.
La
gravedad sería por lo tanto la fuerza que gobierna el cosmos y tiene
sentido tratándose de una expresión del propio medio colapsado en
materia cada vez más densa, como se deduce de la dinámica química
de las estrellas.
***
Gravedad,
magnetismo y geometría: la tesis de la autocancelación magnética
en la materia
Una
alternativa al átomo de Demócrito
Volviendo
de nuevo al caso del transformador, el papel del núcleo
ferromagnético es conducir ese flujo con mayor eficiencia.
Sabemos
que lo que convierte a un material ferromagnético (que se ve atraído
por los imanes) es la alineación de su “dominios”, lo que viene
a ser la estructura molecular. El magnetismo al final obedece a
cuestiones elementales de geometría, visto como un flujo.
Eso
es lo que se desprende de la observación del campo magnético
generado por los imanes. Así que lo que cabe cuestionarse tal vez no
es porqué esos materiales resultan “porosos” al espacio, si no
por qué otros no.
Lo
normal es hallar los átomos, que son pequeños imanes en miniatura,
dado que presentan cargas eléctricas movimiento como son los
neutrones, con una distribución estocástica o aleatoria (por más
que el azar resulte una mera apariencia).
Si
por ejemplo hacemos fluir una corriente suficiente por un metal que
alinee esa estructura molecular, habrá adquirido propiedades
magnéticas.
Lo
que diferencia por lo tanto un material magnético de uno
ferromagnético es su mayor grado de alineación en la estructura
molecular que permite que el “tejido líquido” del espacio fluya
a través de él. De modo análogo a como se polariza la luz.
La
gravedad sería un sesgo de la media estadística en la distribución
de esos pequeños imanes que lo constituyen todo y, a tenor del
experimento de la pluma y el martillo, al menos en escalas moderadas
presentaría la misma desviación, aunque no es descartable dada la
amplitud del espectro de escalas del cosmos que esa desviación
pudiera tener una relación con la cantidad de masa.
Luego,
la gravedad sería magnetismo autocancelado en un alto porcentaje.
Alineados
lo suficiente los polos de los átomos que forman cualquier cuerpo,
debería tornarse susceptibles al fenómeno magnético, eso es,
permeables al flujo del espacio como cualquier material
ferromagnético, que ya presenta de forma natural una predisposición
a ello.
A
nivel ontológico, si concebimos la energía como movimiento del
medio y la materia como bucles del propio espacio “aislados”, en
cuanto a que los átomos presentan cierta estabilidad, puede ser más
apropiado pensar como un líquido ese medio por el que se desplaza el
electromagnetismo y por lo tanto la luz.
Tanto
su comportamiento a través de los distintos materiales (magnéticos,
diamagnéticos, ferromagnéticos…) como la propia velocidad de la
luz, que sería en realidad la mayor velocidad en el tal vez medio
último, nos debería hablar de las características de ese medio,
teniendo en cuenta que todo por encima ha debido ser construido con
una sola herramienta: el empuje de los constituyentes fundamentales
de ese medio (ahora sí, el átomo de Demócrito) para generar
fenómenos emergentes y la jerarquía en la estructura de la materia
que conocemos.
Sucede
que, tal vez la concepción de Demócrito no fuera necesariamente la
acertada. El posible que el elemento fundamental de ese medio éterico
tenga posibilidad de ser dividido sin que sus divisiones resulten en
constituyentes de medio alguno sino algún tipo de subproducto que
sin duda pronto se vería reintegrado en el equilibrio imperativo.
Del
mismo modo que podemos desalojar algo de agua de una ola que llega a
la orilla pero la tendencia del resto será la de ocupar ese espacio,
por tratarse del camino de menor resistencia y porque para desplazar
una cosa hay que desplazar necesariamente otra. Tal es la ley.
Y
seguramente el mencionado equilibrio sea más una persecución
perpetua en una suerte de efervescencia (vacío cuántico). No es que
se pueda interactuar con el espacio, es que el espacio, en sus
distintas formas, es lo único que interactúa. Y naturalmente,
debería presentar una suerte de resistencia. Y, por lo tanto, masa
(catástrofe del vacío). De ahí que pueda curvarse. (Relatividad)
El
cuanto al flujo del espacio que interpretamos como magnetismo,
carecería en principio de dirección de preferencia y presentaría
una distribución isótropa. Los polos norte y sur de un imán sólo
representan la entrada y salida de tal flujo, por tal motivo no puede
existir un monopolo.
En
el caso de los materiales diamagnéticos es de suponer que la
estructura molecular presenta resistencias al avance del flujo hasta
el punto de volverlo contra él mismo, creando así un fenómeno de
repulsión, análogo al que se observa al enfrentar dos polos iguales
de un imán: el flujo colapsa sobre sí mismo.
Cuando
las líneas del diagrama de flujo comparten sentido se produce
atracción y cuando lo hacen en sentido opuesto se produce repulsión.
En imanes bien compensados la fuerzas debería ser idénticas, con la
diferencia de la resistencia encontrada por el flujo al viajar a
través del cuerpo, luego, es de esperar que en imanes comunes la
entrada tenga más empuje que la salida, la diferencia debería verse
expresada en forma de calor.
Cabría
ubicar este tipo de interpretación en lo que Einstein denominó
“teoría del campo unificado” o más popularmente “teoría del
todo”, si bien no es menos cierto que mucho antes Faraday predijo
la unificación de las fuerzas, probablemente antes de que Maxwell
diera el primer paso unificando electricidad y magnetismo.