martes, 19 de diciembre de 2023

El factor tiempo en la ley de oferta y demanda

Economistas tan diversos como Smith, Ricardo o Marx se han valido de ese principio sagrado de la economía que es la ley de la oferta y la demanda.

Todos conocemos la idea en sus rudimentos más básicos, a brocha gorda:


A mayor oferta, menor precio.

A mayor demanda, mayor precio.


Y al revés:


A menor oferta, mayor precio

A menor demanda, menor precio.


Así, se podría afirmar que la oferta es inversamente proporcional y la demanda directamente proporcional. Esa viene a ser la idea general que manejamos todos los que carecemos de un especialización en economía, políticos incluidos.

Bien, el problema es que no es cierto. O por lo menos no es exacto, veamos por qué.

Como principio general está muy bien y podrá describir a grandes rasgos la mayoría de situaciones o muchas de ellas pero lo cierto es que el resto de factores implicados en la formación de precios, en un contexto de libre mercado, pueden llegar a invertir la relación matemática descrita.

La gráfica típica suele representarse con dos curvas “ideales” entendiendo que siempre va a haber mucha oferta a precios altos y mucho demanda a precios bajos y viceversa.

Como todos los modelos al final es una descripción más o menos burda de la realidad y deberíamos empezar a identificar los aspectos que más apartan ese modelo de esa realidad para, a costa de la complejidad, hacerlo más fidedigno.


1. Estructura en las curvas de oferta y demanda

2. Utilidad y urgencia

3. La parte débil y la parte fuerte

Además se planteará un nuevo enfoque sobre el mecanismo de fijación de precios que añade elementos decisivos, empecemos:



1. Estructura en las curvas de oferta y demanda


Las curvas que se dibujan tanto en el aprendizaje básico como en la divulgación parten de unos principios generales que, aún válidos como aproximación primera, no cuentan toda la historia, haciendo que en muchos casos la afirmaciones expuestas al principio puedan quedar en el terreno de la falsedad.

Eso es porque las nociones básicas se desprenden de las curvas ideales que se suelen representar, pero las curvas reales pueden quedar muy dejos del ideal propuesto.

De hecho, ni siquiera tienen porque ser curvas. Las propias curvas provienen de los principios generales expuestos, y los principios generales de las curvas ideales, lo cual supone a todas luces un razonamiento circular.

Cuando vemos una curva de este tipo, que al final representa de una manera una tendencia, no deberíamos olvidar que la curva real la conforma un serie de puntos en el eje de coordenadas, también se puede ver más claro con un diagrama de barras.

Y lo cierto es que, por diversos aspectos, esas curvas tienen más forma de S tumbada que el cuarto de círculo que se suele representar.

¿Compraría usted algo por la mitad de lo que cuesta? ¿Seguro que no le están dado gato por liebre?

La demanda va a encontrar a efectos prácticos una meseta de menos inclinación que el resto de la curva a ambos lados del precio de equilibrio o de mercado.

Si miramos a los extremos de esas curvas, es fácil comprender que ninguna demanda u oferta puede tender a infinito más que en términos ideales. Ideal como opuesto a real.

Desde el punto de vista de la demanda, aparte de consideraciones maltusianas (nuestro entorno es finito), la utilidad no se mantiene al aumentar la cantidad si no que por lo general va a decrecer.

Igual que no se mantiene el precio de la acción de una compañía si se quieren vender todas o una parte significativa. El hecho de multiplicar el precio de cotización de una acción en un momento dado por el número de acciones para evaluar un patrimonio es un tipo de estimación que roza lo ridículo por su desapego de la realidad.

Lo que en términos micro puede ser lo bastante preciso para darnos una idea no sirve en términos macro para el mismo fin por la acumulación de la desviación. En términos macro antes habrá que considerar la curva que implica una operación determinada.

Por lo tanto podemos establecer que existe un factor de riesgo que desploma la demanda allí donde se supone que debería tender al infinito, por lo tanto lo que vamos a hallar en realidad es un corte abrupto.

Algo similar sucede en el caso de la oferta, nadie plantea a efectos prácticos una operación varios órdenes de magnitud por encima del precio mercado.

La estructura de las curvas de oferta y demanda es importante porque van a ser determinantes en la fijación de precios y como se decía pueden llegar a subvertir los principio generales.

Cuando se afirma que “a mayor demanda, mayor precio” se está asumiendo que la curva ideal va a permanecer inalterada desplazándose hacia la derecha en el gráfico habitual.

Pero eso no es del todo cierto, la demanda puede perfectamente, y de hecho lo hace, crecer de forma irregular. Si la demanda crece sólo por debajo del precio de mercado jamás tendrá afectación alguna en el precio.

Y al revés, si la oferta crece sólo por encima del precio de mercado, es imposible que modifique el precio. Ésta última afirmación es el motivo principal de la reflexión presente, e implica las nociones de oferta y demandad efectivas, a raíz del análisis de la desastrosa burbuja inmobiliaria que se creó en este país siguiendo la tesis liberal de poner a disposición más suelo para generar más oferta, con el resultado de que los precios se incrementaron en lugar de bajar por la razón expuesta.



2. Utilidad y urgencia


Es conocido en economía el concepto de utilidad, y aunque podamos valernos de su uso para lo que queremos expresar, no deja de sonar a eufemismo para describir lo que se pretende.

Porque si uno se queda sin oxígeno, decir que la utilidad del oxígeno es máxima parece que se queda bastante corto para definir lo que en realidad es una urgencia. Este tipo de elecciones semánticas denotan un enfoque determinado sobre los hechos que al final determinan su interpretación.

Porque va a ser la urgencia en cerrar una determinada operación la que va a acabar determinando el precio, tanto para el lado de la oferta como para el de la demanda.

Si lo vemos a través del factor tiempo, cuanto más tiempo dispongamos para el cierre de una operación dada, más nos podremos desviar del precio de mercado, incluso llegando a modificar este si la conducta se ve reproducida por los diferentes agentes de nuestro lado del mercado (comprador o vendedor).

Esto se debe a que las relaciones comerciales en un contexto de libre mercado lo que expresan en realidad en una relación de poder que deriva en explotación.

La economía exenta de regulaciones es un campo de batalla perfecto, o más bien un coto de caza, donde los intereses de lo que parten con ventaja se van a ver reforzados en una dinámica de acumulación que se retroalimenta.

Y es la urgencia, que apunta a la necesidad, el factor clave para ello. Si habláramos de utilidad parecería que los diferentes agentes de mercado acuden a él por no tener nada mejor que hacer y eso no describe en absoluto la realidad.

Pero no sorprende que desde el punto de vista neoliberal ortodoxo no se propugnen este tipo de enfoques.



3. La parte débil y la parte fuerte


Lo que determina quién es la parte fuerte y la parte débil en cualquier transacción es la urgencia en cerrar dicha operación. Utilidad, urgencia o tiempo.

No cabe duda de que el tiempo va a poder desplazar el precio de cierre con limitaciones, desde el punto de vista de una operación puntual, desde el punto de vista micro. Pero desde el punto de vista macro encierra el potencial de desplazar el precio de mercado, lo que es sin duda mucho más trascendente.

Es un fenómeno análogo a lo que en política y sociología se conoce como ventana de Overtone, la media de la nube de precios de cierre en las operaciones nos define el centro de esa ventana.

Pero veamos qué es lo que sucede si desde una lado del mercado reducimos drásticamente la utilidad o urgencia o ampliamos el tiempo disponible para el cierre.

Ya sea oferta o demanda, lo que sucede es que cae. Está ahí pero perfectamente puede no estar.

Por lo tanto si no hay urgencia, la demanda se puede situar cómodamente por debajo del precio de mercado y la oferta por encima. Por lo tanto no son oferta y demanda efectiva en ese momento.

Y si tal rasgo forma parte consustancial de uno de los lados lo que vamos a observar es un desplazamiento del precio de equilibrio siguiendo el dictado de aquellos que no tienen prisa.

La oferta por encima y la demanda por debajo del precio de mercado no van a alterar tal precio. Y eso es cierto mientras en el mercado reste oferta o demanda en ese precio. De ahí la importancia de la estructura: no es lo mismo una pirámide, que un bloque, que una pirámide invertida.

En el momento que la urgencia (en oferta o demanda) absorbe a su contraparte en el precio de equilibrio, (la demanda agota la oferta o la oferta agota la demanda) ya sólo podrá desplazarse por la curva en sentido inverso al de sus intereses.

El eje temporal o de urgencia que no figura en el diagrama plano de curvas de oferta y demanda es crucial para entender la evolución del precio de mercado.

Pero la idea que se nos vende desde el neoliberalismo ortodoxo es justo la opuesta: el discurso habitual trata de hacernos creer que todos acudimos al mercado en igualdad de condiciones y con las mismas posibilidades, que el éxito depende de nuestro buen o mal hacer y no de nuestras condiciones de partida.

Admitir la tesis aquí propuesta, que en realidad cae dentro del terreno de la obviedad, sería tanto como admitir que tal discurso es rotundamente falso. Matemáticamente falso, se diría.

La realidad es que aquellos acuciados por la necesidad, en un contexto de libre mercado que equivale a la desprotección absoluta, están abocados a ver mermados sus intereses y además bajo el mantra de equidad con el que se trata de revestir un sistema económico redistributivo en el sentido de la acumulación, para más inri. La realidad es justo la inversa: pobre paga doble.




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