miércoles, 20 de junio de 2018

La vieja comedia

Iba a decir nueva pero es que en realidad de nueva no tiene realmente nada. Sólo hace falta repasar los currículos de los más insignes cómicos nacionales en términos presentes: Wyoming se confirmó con el Reverendo al piano en un bar de Madrid, mucho antes de que llegaran aquí los efluvios de la standup comedy. En la trayectoria de Buenafuente no es difícil encontrar en diferentes grados el uso del recurso, más voluntario o menos, en él mismo o a través de colaboradores actuales y pasados, desde Raúl Cimas o Berto a Paco o Palomino.

Ernesto Sevilla lo ponía en palabras claras durante una de sus participaciones en el ya clásico Club de la Comedia: a ver si os pensáis que esto lo puede hacer cualquiera.
Florentino se pasó muchos años como vigilante de seguridad hasta que se coló en el show bussines casi por accidente.

Pero el que lo ha convertido realmente en un “late motive” es sin duda Broncano. Siempre pensé que en lugar de un apellido era un apodo, levantando las manos con cara de susto: ¡bronca no, bronca no! Pero yendo a lo que nos interesa, ya debería estar bastante claro de lo que hablo y definido en una palabra debería ser improvisación. Con todo lo bueno y todo lo malo que eso conlleva.

He de confesar que vengo viendo videos de su programa la Resistencia de forma un tanto compulsiva, fascinado en algún tipo de lobotomía hipnótica o trance semejante.
Del de Orcera se puede decir que tiene tanta facilidad para meterse en charcos como para salir de ellos casi inmaculado, sin saber aún que facultad es más sorprendente de las dos.

Eso da lugar a un fenómeno muy curioso, más notable si cabe en las entrevistas. Uno puede conocer a la persona o al personaje entrevistado como si fuera familia suya, casi y conocer su discurso y sus puntos de vista. Incluso con toda probabilidad algún día la IA nos permita entrevistarnos con grandes personalidades de la historia preguntando lo que nos venga en gana y obteniendo un perfil coherente. Pero lo que es seguro es que nunca hemos visto a nadie enfrentado al abanico de texturas surrealistas que la conversación con David plantea. Eso no habrá nunca IA que lo sustituya. O sí, pero será mucho más cara. ¿Tú cuánto dinero tienes en el banco?

En un símil de sus palabras cabría decir que lleva al entrevistado a su corral y se revuelcan felices entre barro y heces como gorrinos salvajes. Eso es la hostia ¿eh? Pero no, no es nueva comedia porque al final es lo que se ha hecho toda la vida en la barra de cualquier bar, así que cuando a Ernesto Sevilla le dijeron algo como “llévame a tu programa que yo soy muy gracioso” se comprende la desconfianza, pero no se justifica del todo.
Porque al final sucede una de dos, o bien el tipo es gracioso y te descojonas o bien no tiene ni puta gracia con lo cual, inevitablemente, te descojonas también. Yo lo veo así, aunque no sé si siempre ha funcionado de ese modo, tal vez sea que la gente fuma cada día cosas más raras y ya traen la risa floja de casa.

Podría alargarme definiendo el estilo, sus calculados (o no) ankward moments & weird feelings que dotan al show de un realismo poco visto en televisión. Con ventajas colaterales: al final no todo tiene que encajar a la perfección como el reloj suizo que es hacer televisión y eso es tremendamente liberador. Una dosis de buena realidad de pueblo en los tiempos de esta falsa hiperrealidad.
Y cuando alguien tiene delante a otro diciendo tamañas burradas pues es inevitable desinhibirse, no es posible decirlas más gordas. El resultado son las entrevistas más raras que uno pueda imaginar, al parecer el surrealismo ha llegado también a la pequeña pantalla. Visualice Vd. un video de dos perros follando aquí.

No he mencionado a muchos otros que seguro que han incurrido con mayor o menos acierto en este pantanoso terreno, desde Faemino y Cansado a los vecinos de Cimas o el maravilloso Joaquín Reyes. Aunque bueno, he mencionado a Ernesto dos veces que es como su teleñeco. Ignatius a pesar de ser canario en lugar de una hora de retraso lleva demasiadas décadas de adelanto, algo que tal vez comparte con Leo Bassi además de cierto tono, aunque al final todo es cuestión de gustos.

Desde luego no son los brillantes guiones del defenestrado Caiga Quien Caiga (cuánto echo de menos las clases de ética periodística), que nadie se confunda, el nombre de la Resistencia responde al diagrama de un circuito eléctrico y no a burdas secuelas de Star Wars, y me da a mí que más por las acaloradas e incómodas situaciones que se crean (a la par que divertidas y entrañables) que a cualquier tentativa revolucionaria desde un canal de pago en la cadena de la compañía de telecomunicaciones que cierto ex presidente nos expropió a todos (besito en la solapa).

Y es curiosa la coincidencia porque en esta vieja comedia para la que sí parece valer “cualquiera”, y ahí está el Señor Miguel Maldonado (señor feudal) que dio sus primeros pasos en televisión tras las cámaras y no tan fiel escudero del hidalgo bolchevique Facu Díaz, también parece valer cualquier lugar. Faemino y Cansado empezaron en el retiro, a Flo igual tampoco se le caen los anillos por ir a un escenario al aire libre. Pero lo cierto es que tanto La Resistencia como No Te Metas En Política (NTMEP, qué increíble acrónimo, como de divinidad egipcia) se hacen por lo general en sendos teatros madrileños. Salvo honrosas excepciones, por supuesto.

Más curioso todavía es que entre el público de No Te Metas En Política es donde se puede localizar a cierta resistencia y en la Resistencia, poco más o menos, no se metan en política. Entonces, ¿esto es la nueva comedia? ¿o un nuevo modelo de negocio que es viable? O tal vez volvemos a la vieja comedia y al viejo modelo, quién sabe.
Si uno acude a los grandes clásicos para ser socorrido ante la acuciante duda es imposible no recordar los milimétricos relatos de Gila o el infinito repertorio de Eugenio. ¿Son buenos, eh?

Recuerda en algo al formato tradicional de monólogo en el que hay demasiadas estrellas para mencionarlas a todas. Y seguro que también Chiquito tiene algo que ver en todo esto.
Pero la interacción viene a traer algo distinto, destruyendo en parte y necesariamente algo de lo anterior. Ya no pueden ser esos guiones en los que cada inflexión está mil veces revisada ante el espejo y de tiempos cronometrados, aunque siga siendo televisión. A cambio hay cierto grado de algo mágico e impredecible. Impagable. Cierta espontaneidad. Al final los señores que salen por la tele parece que eran humanos. O han recordado que lo eran. Tal vez de eso va la vieja comedia.

Buena, mala, son nociones relativas. La buena no es la de cal ni la de arena, lo bueno es que haya una de cada. O tal vez sólo nos apetece ver personas como las de siempre, como las de antes en la barra de cualquier bar en estos tiempos cada vez más fríos y distantes, de tecnología digital, de soledad en compañía y compañía en soledad.

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