Los sueños son extraños, ya de por sí. Sueños raros he tenido en realidad unos cuantos, en diferentes aspectos, pero éste es especialmente chocante. Y creo que acabo de entenderlo 20 años después. De reconocerlo, de hecho.
Como contexto, decir que estaba un fin de semana en una casa rural que alquilaban los padres de mi novia de entonces. Normalmente los fines de semana solíamos tener más intimidad y quedarnos en el piso que ellos dejaban libre cuando iban al lugar, pero la verdad es que en medio del monte se oyen hasta los grillos. Así que aquella noche no hubo posibilidad de darle rienda suelta a esa intimidad, desde luego no por falta de ganas por mi parte. Así que digamos que era una situación de apetito pendiente y una más que probable presión testicular.
Y con esas, o con ningunas, nos pusimos a dormir. Y bueno, seguramente es el sueño más censurable que he tenido, delictivo incluso. Pero sobre todo extraño para alguien heterosexual y que no tiene un especial interés en... Del todo delictivo, sin duda. El tema es que eyaculaba sobre la cara de un niño, pequeño, de tez morena, sudamericano, en mi opinión. Como de 5 o 6 años, era algo que resonaba a su vez con mi infancia, hay que ver cómo es el “subconsciente”.
Y bueno, el se reía, no era una situación nada agresiva, por más que de un gusto más que cuestionable, y más en nuestra cultura, aunque no vale la pena ahondar en eso. La sensación fue de despertarme sintiéndome contrariado. Huelga decir que esa “conducta” onírica, si tal expresión tiene sentido, jamás ha tenido nada que ver con la de la vigilia. Pero, por si fuera poco raro, al despertar noté que la eyaculación había sido completamente real y desde luego que recuerdo haberlo sentido en el sueño, tal vez una de las experiencias más placenteras que he tenido. La otra tal vez sea despertar con una mamada, es curioso como el placer sexual y el estado de semiconsciencia de los sueños se compenetran.
Durante años pensé que era algún tipo de reflejo del subconsciente, una noción de excitación por lo prohibido que siempre me ha resultado éticamente cuestionable y que he rehuido. Quizás la expectativa no cumplida de sexo por el reloj biológico y la compañía hicieran su parte.
Y el otro día, por casualidad, se diría, reconocí al niño:
Era un poco más mayor en la foto, pero la imagen me remitió automáticamente a aquel momento, se diría que de forma incuestionable, y sin que hubiera establecido la relación antes.
Conozco algo de la discografía de Barricada, desde que era joven, no de forma exhaustiva pero esa portada no me era del todo ajena.
Hace unos días empecé a grabar una versión de un tema
precisamente de ese disco, ya había grabado alguna suya, aunque no
de ese trabajo en concreto. Y lo cierto es que fue también una
experiencia bastante especial, en sentido análogo a la primera
experiencia, que ha terminado de conectar en este escrito.
Disfrutando realmente de hacer música, en un sentido más sexual de
lo que cabría esperar, hasta el punto de terminar a la voz de “ya
estoy”. Es para escucharlo.
En otro orden de cosas, al menos aparentemente, hace poco decidí ponerme un anillo. Yo, que nunca llevo joyas ni pulseras ni colgantes, hace mucho que ni siquiera el pendiente que me puse con 13 o 14 años. El cambio de criterio tiene su explicación, pero es larga y tal vez no acaba de venir al caso, o por lo menos no es necesaria. El hecho es que me encaja en el dedo pequeño. Y buscando la portada primera, con la que me crucé al buscar la letra de la canción, me encontré también con esta otra:
Podría seguir mencionando resonancias que aún se siguen. Unos hablarán de casualidades, otros de profecías autocumplidas, pero, bajo mi punto de vista, a modo de conclusión y valoradas las implicaciones de lo mencionado, sólo cabe recordar las palabras de Shakespeare:
“There are more things in heaven and earth, Horatio, than are dreamt of in your philosophy.”
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